Protegiendo del coronavirus a las poblaciones desplazadas

Anonymous's picture
PDF versionPDF version

Publicado originalmente en la sección de Opinión de El Nuevo Día

Por Yanice Méndez Fernández, PhD

El COVID-19 es una enfermedad altamente contagiosa. Una persona infectada con el virus SARS-CoV-2 puede transmitir la infección a un promedio de otras 2.2 personas. En el caso del COVID-19, de no tomarse medidas para para evitar el contagio, el número de individuos infectados en una comunidad aumenta exponencialmente. 

Ya que una parte de la población no presenta síntomas, es posible que muchas personas sirvan como portadores, infectando a otros sin saberlo. Por otro lado, los mayores de 65 años y personas con problemas médicos como alta presión, enfermedades cardiacas, diabetes, cáncer o con el sistema inmune debilitado, poseen un alto riesgo de desarrollar una enfermedad seria. 

Muchos de los pacientes de alto riesgo con COVID-19 desarrollan un síndrome respiratorio severo y necesitan cuidado intensivo y el uso de ventiladores.  La presencia de portadores y una comunidad vulnerable hacen posible que se presente un escenario similar al que está ocurriendo en Italia, donde el alto número de casos serios ha sobrecargado el sistema de salud.  

Las medidas drásticas de toque de queda y distanciamiento social se han implementado con el propósito de lo que se le llama en epidemiología “aplanar la curva”.  El propósito de aplanar la curva es el reducir el número de personas infectadas que requieran cuidado médico al mismo tiempo, para así no sobrepasar la capacidad disponible del sistema de salud, por ejemplo, el número de camas de cuidado intensivo y ventiladores disponibles. 

Durante esta pandemia no podemos olvidarnos de las personas desplazadas por los terremotos del área sur y otras personas sin hogar.  Algunas de estas personas se encuentran en los pocos refugios oficiales que todavía quedan y otras en campamentos cerca de sus casas.  Después de desastres naturales, las personas que han sido desplazadas usualmente tienen un mayor riesgo de contraer enfermedades transmisibles.  Esto se debe a la proximidad física en la que se encuentran, falta de recursos y posibles deficiencias nutricionales.  El impacto en la salud emocional y mental que estas personas han sufrido al experimentar estos terremotos constantes puede impactar la salud física y el sistema inmunitario.  Entonces, es posible que las personas desplazadas estén a mayor riesgo de contraer COVID-19 y se establezcan focos de infección. 

Es importante incluir a las comunidades de personas desplazadas cuando se implementen medidas preventivas y también establecer medidas de vigilancia en esta población.  Las comunidades de personas desplazadas, ya sea en refugios o cerca de sus casas, pueden implementar medidas simples tales como abastecerse de jabón, gel antiséptico, pañuelos desechables y receptáculos para desechar apropiadamente los pañuelos faciales, monitorear regularmente síntomas respiratorios, identificar individuos a alto riesgo de complicaciones, proveer áreas de aislamiento y dormir por los menos a 6 pies de distancia, alternando cabeceras con el pie de la cama.  

También, mientras dure este toque de queda se deben considerar las siguientes preguntas: ¿Es posible mantener el toque de queda en estas comunidades? ¿Puede el toque de queda agravar la salud mental de las personas desplazadas? Los que no se encuentran en refugios oficiales, ¿tienen seguridad alimentaria? ¿Tienen los recursos para identificar y prevenir infecciones?  

En estos momentos donde se nos pide aislamiento social no olvidemos a los que no tienen la seguridad de protegerse en sus hogares.

La autora es Doctora en Inmunología, Mayo Clinic College of Medicine; Profesora en el Departamento de Biología y Ciencias del Ambiente; Estudiante de Maestría en Salud Pública en la Universidad de New Haven; Profesora a tiempo parcial en la Universidad Inter Americana de Puerto Rico-Recinto de Ponce.

Tags: