Solidaridad en tiempos del COVID-19

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Publicado en la sección de Opinión de El Nuevo Día, como parte de la colaboración entre CienciaPR y ese periódico.

Estando en casa, mi madre me comenta: “Desde que me diagnosticaron cáncer formo parte del 4.4% (porcentaje promedio mundial que está en riesgo de morir por COVID-19). Luego de cirugías, sesiones de quimioterapias y radioterapias mi cuerpo está inmunocomprometido. El 2020 trajo para mí un nuevo diagnóstico de cáncer en la cavidad abdominal. Si antes vivía en una constante angustia y preocupación, imagínate ahora que existe la posibilidad que el COVID-19 amenace mi sistema. Esta es mi realidad y la de muchos pacientes en Puerto Rico”.

Soy científico y salubrista de profesión, sin embargo, escribo estas líneas como hijo. A diario sufro la angustia de mi madre y observo preocupado la falta de solidaridad que exhiben algunos al no practicar el distanciamiento social de manera correcta. Sé que no soy el único hijo, hermano, padre o nieto puertorriqueño con esta preocupación. Cuando leo personas expresando que no están preocupados porque solo los ancianos y personas con condiciones preexistentes están en alto riesgo de morir a causa del COVID-19, es mi deber hacer un llamado de alerta.

Los más vulnerables dependen de la atención y precauciones del resto de la población. No solo están en riesgo de verse afectados con el COVID-19, también son blancos fáciles de desinformación. Por ejemplo, hace poco vimos cómo los supermercados se abarrotaron de gente, a causa de un mensaje tergiversado y engañoso en las redes sociales. Esta falta de solidaridad es aterradora e irresponsable, y le resta seriedad a la pandemia, traduciéndose en más contagios en menos tiempo. El #quedateentucasa es la manera más simple y efectiva para detener el contagio del virus y evitar el colapso del sistema de salud. 

Tomemos el ejemplo de China, Italia, España y recientemente Nueva York, donde la tasa de mortalidad es alarmante, no porque el COVID-19 sea más virulento, sino porque los casos escalaron exponencialmente. Ahora los médicos de estos lugares enfrentan el terrible dilema ético de elegir “ganadores” entre pacientes de COVID-19 basado en sus probablidades de vida. En otras palabras, si saturamos nuestros servicios de salud, y más personas jóvenes necesitaran acceso a respiradores, las personas de alto riesgo—como mi madre—tendrían aún menos probabilidades de tratamiento y de sobrevivir. 

En los Estados Unidos, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades ha reportado que 40% de las hospitalizaciones son pacientes entre 20-54 años. De hecho, en Puerto Rico, según las últimas estadísticas del Departamento de Salud de Puerto Rico y Hospital de Veteranos, 43 de los 79 casos confirmados son personas entre 20-59 años. Esto demuestra que nadie está realmente exento de ser severamente afectado por esta enfermedad. 

Ante el riesgo colectivo e individual que representa hacer caso omiso a las medidas de control del COVID-19 y cómo esto pondríaen jaque al sistema de salud, apuesto a la conciencia de los puertorriqueños. Necesitamos responder con la misma humanidad y conciencia social que nos caracterizó durante los pasados huracanes y terremotos. En nombre de las poblaciones vulnerables, es imprecindible que  todos tomemos esta pandemia en serio y que seamos agentes de cambio acatando las medidas que sabemos mitigan los contagios del coronavirus.  

El autor es Salubrista y Doctor en Anatomía y Neurobiología

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