¿Preparados para una apertura total y segura?

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Agencia EFE

Esta columna fue escrita por Sydney Echevarría en colaboración con la epidemióloga clínica Dra. Roberta Lugo-Robles. Esta columna fue publicada en la sección de Opinión de El Nuevo Día, como parte de la colaboración de CienciaPR con ese periódico.

En ocho semanas, Puerto Rico pasó por tres fases de reapertura escalonada, sin cumplir ninguno de los criterios para “graduarse” a la próxima. El primero de esos criterios es observar una disminución en contagios por 14 días consecutivos. Actualmente, existen retrasos de hasta 30 días en los reportes de los resultados de pruebas de COVID-19. ¿Cómo fuimos capaces de observar una disminución de contagios con tanto retraso?

El segundo criterio es la disponibilidad de pruebas. Hasta el momento se han realizado más de 235,000 pruebas (moleculares y serológicas) según el Departamento de Salud (DS). Sin embargo, el gobierno continúa priorizando las pruebas serológicas sobre las moleculares, y utilizando las pruebas serológicas para diagnosticar COVID-19, lo cual es incorrecto, pues esas pruebas no detectan el virus.

El tercer criterio es rastreo de contactos. Datos del DS del 11 de junio de 2020 indican que se ha rastreado los contactos cercanos de 2,869 casos, lo que equivale al 48% de los casos totales. Los sistemas de rastreo a nivel municipal se encuentran aún en la fase de implementación, aunque se espera que para comienzos de julio, 67 municipios los tengan en marcha.

El último criterio es contar con suficiente capacidad hospitalaria para atender nuevos casos. El gobierno invirtió en la compra de ventiladores; sin embargo, ese no es el único recurso necesario para asegurar que los hospitales estén listos. ¿Tenemos suficiente equipo protector para los trabajadores de salud? ¿Cuáles son los protocolos para responder a un aumento súbito de casos? ¿Cómo manejaríamos una emergencia de gran magnitud, como un huracán?

No podemos bajar la guardia

Los datos del DS tienen serias limitaciones y deficiencias que, a pesar de ser señaladas por la comunidad científica desde el principio, no han sido corregidas. El DS carece de sistemas de vigilancia y rastreo de casos robustos, y de un reporte de datos en tiempo real. Y si a eso le añadimos la falta de pruebas moleculares en masa y el uso incorrecto de las pruebas serológicas de COVID-19, es imposible tener un panorama claro de COVID-19 en Puerto Rico.

Esta incertidumbre sobre el estatus verdadero de la pandemia, sumada a que el gobierno parece ignorar la mejor evidencia científica y salubrista en su toma de decisiones, hacen que el pueblo desconfíe grandemente del mismo. Ciertamente, es válido que nos sintamos de esa manera por la falta de transparencia en el manejo de datos y por los múltiples traspiés en la respuesta. Sin embargo, esa desconfianza contribuye a que, después de tanto sacrificio, las personas bajen la guardia, piensen que la reapertura equivale a estar de regreso a la normalidad, y descuiden las medidas de prevención, loque podría dar paso a nuevos contagios. 

Esto es peligroso pues la tercera fase de reapertura conlleva el regreso a espacios cerrados y con poca ventilación. Lugares como cines, teatros y gimnasios presentan un alto riesgo de contagio, pues no permiten mantener distanciamiento físico. Si una persona con COVID-19 visita alguno de estos lugares, podría exponer a un gran número de personas al coronavirus, convirtiéndolos en posibles focos de contagio.

 Si de algo estamos seguros, es que el virus se encuentra y seguirá activo en el país. Exponernos innecesariamente arriesga echar por la borda los logros de la cuarentena prolongada. Gracias a ella, Puerto Rico no vio el peor de los casos. Tenemos que continuar manteniendo el distanciamiento físico, el uso de mascarillas generalizado cuando estemos en público o con personas que no vivan con nosotros, lavándonos las manos con frecuencia y tomando todas las medidas necesarias para mantener el virus bajo control. Puerto Rico todavía está en medio de una crisis y debemos permanecer vigilantes.

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