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Joven de Guayanilla promueve la sostenibilidad mientras navega el mundo en un buque escuela

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Académicamente, el objetivo del Sørlandet es desarrollar, a bordo y desde la experiencia, una comunidad sostenible, con una perspectiva de liderazgo global, explicó la joven Claudia Ramírez Portuondo. (Teresa Canino Rivera)

Por Gerardo Alvarado León, El Nuevo Día

A los 14 años, Claudia Ramírez Portuondo jamás imaginó que recorrería mares y puertos en un barco escuela casi centenario, junto a 60 jóvenes de múltiples nacionalidades. Hoy, a los 16, sigue sin salir del asombro al repetir la experiencia a bordo del Sørlandet, donde afina sus destrezas de navegación a vela –deporte que practica desde los 12– y, más importante aún, promueve la sostenibilidad y la protección de los recursos en altamar.

Claudia, natural de Guayanilla, ingresó al Sørlandet en diciembre, en Las Palmas de Gran Canaria, en España. La travesía, sin embargo, ya había iniciado en agosto en la ciudad de Kristiansand, en la costa sur de Noruega, donde la embarcación fue construida en 1927.

El Sørlandet, clasificado como una fragata de mástiles altos con velas cuadradas o “full-rigged”, cambia de ruta todos los años académicos. Para el vigente, que termina en junio, incluye 15 paradas en puertos de Europa, África y América. El velero llegó a Puerto Rico el 15 de febrero, y pasado mañana, 1 de marzo, zarpará hacia St. George, en Bermuda. Desde allí, cruzará el océano Atlántico hasta las islas Azores (pertenecientes a Portugal), Ámsterdam (capital de Países Bajos) y, finalmente, regresará a Kristiansand.

En entrevista con El Nuevo Día desde el muelle de San Juan, la joven relató que “el día a día a bordo siempre es una rutina”: levantarse a las 7:00 a.m., desayunar a las 7:30 a.m., limpiar las cubiertas (“decks”), dormitorio, cocina y baños entre 8:00 y 10:00 a.m., tomar clases y, en medio de ello, trabajar por dos horas “operando” la embarcación, ya sea subiendo las velas, halando sogas o “cualquier otra cosa que se necesite”.

Claudia, quien cursa el duodécimo grado, toma seis clases en el Sørlandet: Historia del Mundo, Español, Matemáticas, Psicología, Ciencia e Inglés. “Como es un programa que cansa tanto (físicamente), nos sugieren que no tengamos más de seis clases”, dijo, tras explicar que, cuando termine el semestre, recibirá su diploma de cuarto año de la institución suiza A+ World Academy, que desde 2015 desarrolla el programa académico del barco escuela.

Dos meses después de despedirse de su familia en España, donde abordó el Sørlandet, Claudia se reencontró con los suyos en San Juan. En la foto, abraza a su hermano, Francisco, de ocho años. (Teresa Canino Rivera)

Del aspecto ambiental, indicó que el objetivo es ser lo más sostenible posible. Mencionó, en primer lugar, que el Sørlandet aprovecha la fuerza del viento para moverse, por lo que no hay emisiones atmosféricas durante la navegación. “Tenemos un motor, pero no lo usamos porque todo el tiempo es a vela”, indicó.

Otro asunto es que nunca tiramos basura por la borda. Tenemos todos los zafacones divididos y, por las noches, de 8:00 a 10:00, limpiamos lo que usamos y lo dividimos por plástico, papel, cristal y no reciclables. Cada vez que llegamos a un puerto y tenemos permiso para bajar, entonces sacamos y disponemos los no reciclables”, explicó.

Añadió que el velero está autorizado a disponer de los residuos orgánicos (comida sobrante) en “zonas especiales” en altamar, donde las autoridades internacionales han determinado que no supone un riesgo para la biodiversidad marina. “Pero lo que hacemos es que trituramos ese material porque no sabemos si se irá papel o plástico, y entonces se dispone en las zonas especiales”, indicó.

El agua es de uso restringido en el Sørlandet, comenzando con que los jóvenes se bañan “un día sí y un día no, por no más de tres minutos”. “Así que, cuando toca bañarnos, es abrir la ducha, mojarte, apagarla, enjabonarte, echarte champú y acondicionador, y disfrutar el último minuto de agua corriendo porque se acabó. Pasa lo mismo cuando nos lavamos la boca; no puede ser por más de tres minutos”, contó Claudia –entre risas–, tras reconocer que se le hizo difícil adaptarse a estas limitaciones, “pero ya me acostumbré”. Para consumo, el agua es desalinizada.

“Gran respeto por el ambiente”

Sobre estas prácticas, Adam Rule, director de Admisiones de A+ World Academy, expresó: “Una de las cosas más importantes del programa es que, al viajar el mundo de esta forma, aprendes a respetar la naturaleza y entender que es una alianza colaborativa entre la naturaleza y nosotros”.

Sobre estas prácticas, Adam Rule, director de Admisiones de A+ World Academy, expresó: “Una de las cosas más importantes del programa es que, al viajar el mundo de esta forma, aprendes a respetar la naturaleza y entender que es una alianza colaborativa entre la naturaleza y nosotros”. (Teresa Canino Rivera)

Tenemos un gran respeto por el ambiente, y eso va desde cómo manejamos la basura hasta navegar a vela para no tener emisiones”, dijo Rule, quien resaltó que, por lo regular, los jóvenes europeos exhiben mayor conciencia ambiental. Destacó, sin embargo, que, este año, “Claudia se ha convertido en la portavoz de la sostenibilidad a bordo”.

A propósito de nacionalidades, Claudia detalló que la mayoría de los jóvenes en el velero son de Noruega, pero también hay de Egipto, Italia, Brasil, Haití y Estados Unidos, entre otros países. De los estudiantes, ella es la única que habla español, pero en la tripulación hay tres personas de Venezuela con las que puede hablar en su idioma. Los alumnos están en undécimo o duodécimo grado.

Claudia, quien pertenece al equipo de navegación a vela del Ponce Yacht and Fishing Club, ingresó al Sørlandet por primera vez, en 2020, tras ser becada por la Caribbean Sail Training, una organización con sede en St. Martin, desde donde navegó hacia Jamaica, Bahamas y Bermuda. Su padre, Emmanuel Vázquez, recordó que, en aquella ocasión, Claudia se convirtió en la primera puertorriqueña y la persona más joven en participar del programa académico de A+ World Academy en el barco escuela.

El requisito mínimo de edad es 15 años, y Claudia tenía 14, pero como traía un perfil de carrera como velerista, le dieron la oportunidad de entrar. Ya Claudia venía tomando entrenamiento con muchos años de anticipación, y no dudaron que tenía la capacidad de manejar el esfuerzo físico y mental (de la travesía)”, contó Vázquez, al mencionar que, para ganar la beca, su hija escribió un ensayo y compitió contra otros jóvenes.

Para su segunda experiencia, la fundación que administra el Sørlandet y A+ World Academy ya habían escogido a Puerto Rico como una de las paradas de este año académico y se lo informaron a Claudia. La joven les dejó saber que estaba a disposición de asistirlos mientras estuvieran en la isla. Pero, para su sorpresa, en noviembre recibió una invitación para subir al velero a mitad de semestre. Desde España, Claudia viajó a Cabo Verde (África) y cruzó el Atlántico hasta San Vicente y las Granadinas, St. Martin y Puerto Rico.

“Fue bien emotivo porque notamos que el compromiso y la intención eran genuinos. Claudia era ese componente que faltaba y que podía fortalecer a la comunidad a bordo”, dijo Vázquez, tras reconocer que, de no haber sido por la invitación, hubiese sido económicamente imposible para la familia sufragar el viaje “porque es sumamente costoso”.

“Las dos han sido experiencias similares y diferentes a la vez. Estoy en el mismo sitio, el mismo velero, pero con personas distintas. He tenido la oportunidad de conocer a muchas personas, que ahora van a ser amigos para toda la vida, como mi familia”, resumió Claudia, quien, además de “seguir creciendo” en el deporte de vela, aspira a iniciar una carrera universitaria en biología marina.

“Hace dos años, yo ni sabía que había la posibilidad de estudiar y trabajar en un velero, así que me gustaría quedarme en esta área porque me llama la atención. Tomaré un tiempo para buscar información y ver qué opciones hay para estudiar, pero sé que hay muchos lugares y oportunidades”, puntualizó.

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