Todo lo que sabemos de los casos de animales domésticos y de zoológicos que han resultado infectados con el virus SARS-CoV-2 es que fueron contagiados por seres humanos y no al revés, por lo que la recomendación es mantenerlos alejados de las personas enfermas o portadoras asintomáticas.
Durante los últimos dos meses de la pandemia del nuevo coronavirus, hemos leído (1) sobre casos de animales de casa y en zoológicos que resultaron enfermos por ese patógeno o portadores. Esto ha generado algunas alertas entre dueños de mascotas y especulaciones sobre si pueden contagiarnos.
Los fragmentos o rastros del código genético (ARN) del virus SARS-CoV-2 hallados en aguas no potables (residuales o usadas en riego) de ciudades europeas como París y Roma no representan una fuente de contagio para las personas que pudieran tener algún contacto con las mismas.
El remdesivir, un medicamento originalmente desarrollado para combatir el contagio de Ébola, fue autorizado para administrarse únicamente como tratamiento de emergencia en pacientes graves hospitalizados con COVID-19, en tanto continúa la investigación sobre su eficacia en general contra el virus SARS-CoV-2.
El surgimiento de casos de pacientes de COVID-19 que dieron positivo a pruebas del virus SARS-CoV-2 después de días o semanas de haberse recuperado podría deberse al hallazgo de fragmentos inactivos del patógeno restantes en su organismo, así como a “falsos positivos” en los resultados de los exámenes realizados.
El dióxido de cloro es un compuesto que se intenta proponer como alternativa para “curar” la COVID-19, pese a la falta de evidencias sobre su consumo seguro y a las advertencias de las autoridades sanitarias sobre el riesgo que ingerirlo representa para la salud humana.
Hasta el momento, la utilidad de esa fórmula solo está demostrada como desinfectante para espacios y superficies en los que pudieran hallarse patógenos de la familia del coronavirus a la cual pertenece el SARS-CoV-2 y únicamente en condiciones controladas que eviten el riesgo de intoxicación.
Mientras especialistas, gobiernos y organizaciones internacionales mantienen el debate sobre el uso de cubrebocas, medios informativos que han cubierto el tema han dejado de lado uno de los puntos centrales de la discusión: las microgotas de nuestra saliva, que son el vehículo de transmisión del virus SARS-CoV-2.
Estas gotitas que generalmente obviamos son resultado de la actividad respiratoria y que expulsamos al hablar, toser, exhalar o estornudar; a través de esas secreciones, el virus puede pasar de una persona a otra o depositarse en una superficie.
Los planteamientos que se han difundido a través de medios sociodigitales y periodísticos sobre la responsabilidad de las redes de telefonía 5G en la pandemia de COVID-19 carecen de cualquier sustento científico para ser creíbles o considerarse como una línea de investigación para mitigarla.
Durante este mes de abril se reportó el ataque a antenas de telefonía móvil en Reino Unido (1) basados en la supuesta relación entre la red 5G y la enfermedad que, a su vez, motivaron más hipótesis sin sustento sobre el contagio provocado por el virus SARS-CoV-2.
La gobernadora Wanda Vázquez Garced anunció que el uso de los guantes será requerido en los comercios al detal a partir del 26 de mayo 2020. Luego aclaró, en un mensaje que todavía no está del todo claro, que los consumidores podrán sustituirlos por el uso de desfinfectante de manos o “hand sanitizer”. Los guantes desechables ya estaban siendo usados por muchas personas como otro método de protección personal ante COVID-19.
Cualquier afirmación sobre el uso de suplementos alimenticios para curar o prevenir el contagio de la COVID-19 es engañosa porque hasta el momento ninguno ha sido probado científicamente para atender esa enfermedad o cuenta con alguna recomendación para su consumo médico de parte de autoridades sanitarias.
El tratamiento de plasma sanguíneo para generar anticuerpos en personas enfermas de covid-19 es una alternativa cuya efectividad dista aún de ser comprobada totalmente, aunque haya funcionado antes con otras infecciones virales como el ébola y la gripe pandémica A(H1N1).