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La única ruta para reabrir Puerto Rico: pruebas y datos científicos

Imagen de Daniel Alfonso Colón-Ramos
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Publicado originalmente en la sección de Opinión de El Nuevo Día, como parte de la colaboración entre CienciaPR y el periódico.

Para reabrir Puerto Rico, hace falta más ciencia. Más pruebas, más datos de rastreo y más estrategias salubristas basadas en datos científicos. Y en Puerto Rico tenemos la capacidad de hacerlo.

Reconozcamos que la única estrategia establecida hasta ahora en Puerto Rico, la del distanciamiento social, surge gracias a los resultados de las primeras pruebas. Antes de eso, mirábamos al horizonte esperanzados de que no había vuelos directos de China. Pero aún hoy, los pocos datos que tenemos, por falta de pruebas y rastreo, no son suficientes. Mirar curvas epidemiológicas e imaginarse cimas cercanas con tan pocos datos no es tan diferente como continuar mirando al horizonte e imaginarse un virus que no llega. 

Al virus, poco le importa el kumbayá optimista del gobierno de turno en año electoral. Sea bajo el gobierno liberal de López Obrador en México, o el conservador de Donald Trump en Estados Unidos, igual el virus hace estragos cuando no se considera la ciencia en las políticas públicas del país. Los únicos lugares del mundo que han logrado aguantar el embate del virus lo han hecho a fuerza de ciencias y datos. No hay otra manera.  

Si bien es cierto que el distanciamiento social debe ser un elemento de la política pública, nuestras estrategias pueden, y deben, ser mucho más sofisticadas. El distanciamiento social, sin las pruebas y el rastreo, es poco más que esconder la cabeza como el avestruz.  

La pandemia del COVID-19 es sin precedente, pero la incapacidad gubernamental de integrar las ciencias en su respuesta a epidemias no lo es. Antes del COVID-19 tuvimos dengue, chikinguya y zika, y constante en esas crisis fue la anémica respuesta de las estructuras gubernamentales y la falta de estrategias científicas. Igual para las respuestas durante los huracanes y terremotos. No obstante, en la comunidad científica de Puerto Rico hay abundancia de capacidad, conocimiento y voluntad para establecer respuestas robustas. El que conoce la capacidad de la comunidad científica puertorriqueña, al ver las respuestas del gobierno a estas emergencias, se siente como quien ve a un boxeador, en la batalla de su vida, creerse manco. 

Durante las pasadas semanas, mientras el gobierno completaba dudosos contratos de sobre $40 millones para pruebas de limitada utilidad, la comunidad científica puertorriqueña, a través de organizaciones como Ciencia Puerto Rico y el Fideicomiso de Ciencia y Tecnología de Puerto Rico, resolvieron identificar barreras para ayudar a los primeros laboratorios privados y académicos en Puerto Rico a realizar las pruebas. Esto rompió categóricamente con la postura gubernamental en aquel entonces, que suponía que las pruebas no se podían hacer sino en Estados Unidos. A través de estrechas colaboraciones, que resultaron en nuevos reactivos necesarios, se logró una duplicación del número de pruebas que se realizan en Puerto Rico. Este número de pruebas aún es poco, necesitamos más. Sin embargo, es una victoria mucho mayor que la inversión de decenas de millones de dólares en pruebas que hay que devolver. Vale la pena imaginar cuánto más se hubiese logrado si el gobierno hubiese integrado estas comunidades científicas en su toma de decisiones desde el principio.

Es positivo que el gobierno se haya rodeado de un Task Force para atender esta pandemia. Pero hace falta estructuras y relaciones formales, y permanentes, que le ayuden al gobierno no a responder de manera ad hoc, sino a prepararse de manera estratégica, para esta emergencia, y para las que vienen. A modo de ejemplos, en Puerto Rico hay laboratorios clínicos de primera categoría que pudiesen estar corriendo miles de pruebas de alta calidad para diagnóstico de COVID-19. Hay compañías biotecnológicas, como CDI, que están desarrollando nuevas pruebas y tratamientos. Hay capacidad, en los centros académicos, para desarrollar vacunas, generar conocimientos y crear nuevas estrategias de tratamiento. Puerto Rico es uno de los centros de manufactura biomédicos más grandes del mundo, y algunos de los productos biomédicos que yacen en escasez global se pudiesen hacer en Puerto Rico. Pero todas estas estrategias funcionan mejor cuando el estado establece relaciones formales con la comunidad científica para beneficiarse de sus conocimientos en la toma de decisiones. 

Puerto Rico tiene la capacidad científica, técnica y de manufactura, no solo para salir airoso de esta crisis, sino para contribuir, en esta pandemia, a soluciones que ayuden a países hermanos, incluyendo los Estados Unidos. Ojalá despertemos y nos demos cuenta de que en esta gran batalla, en la que tanta falta hace la ciencia, no somos mancos.

El autor es Científico y Catedrático de la Universidad de Yale y la Universidad de Puerto Rico.

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