Amenazada la expresión taína

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Por Ricardo Cortés Chico / rcortes@elnuevodia.com endi.com UTUADO - Yacimiento, indígenas, piezas, arqueología, histórico... Palabras que en estos días se han leído y escuchado constantemente ante el reciente hallazgo en el área de Tibes, en Ponce. Allí se encontró la ubicación de un batey, piedras talladas con petroglifos, osamentas, vasijas y decenas de artefactos tallados por los indios. Y mientras se debate qué debe hacerse con ese descubrimiento, ciudadanos y expertos entrevistados por El Nuevo Día Domingo evalúan el estado en que se encuentran los dos grandes parques indígenas con los que cuenta Puerto Rico: Tibes, en Ponce, y Caguana, en Utuado. “Los petroglifos parecen que se están borrando”. Esa fue la primera impresión de Alexander Padilla, de 27 años, al ver las piedras del Batey de Agüeybaná en el Centro Ceremonial Indígena de Caguana, en Utuado. Las piedras que contienen el arte rupestre de los taínos que crearon este centro muestran numerosas manchas de hongo y presentan rasgos de erosión, probablemente causado por la constante exposición a la lluvia, entre otros eventos climatológicos. En la hilera de piedras del batey principal existen unos 24 petroglifos. De éstos, a simple vista, se aprecia tal vez una docena. “El parque se ve conservado. Lo único es que ya en las piedras no se ven bien los petroglifos, que es lo más importante. Podría ser por el tiempo. Las piedras con el agua se gastan”, dijo Padilla, quien llevaba a sus padres a ver los bateyes taínos. La turista Jennifer Wilson, natural de Pennsylvania, fue al parque utuadeño porque los petroglifos son más elaborados que los del Centro Ceremonial Tibes, en Ponce. No pudo visitar el pequeño museo del Centro que contenía algunas de las piezas halladas en el yacimiento de Caguana. “Lleva tres años cerrado”, dijo uno de los guardias encargados de la seguridad. El centro pertenece al Instituto de Cultura Puertorriqueña. En alrededor de dos horas fueron unos seis visitantes al parque. La poca asistencia, Padilla la adjudicó a la poca promoción del parque y la falta de actividades atractivas para el público. “Antes aquí hacían festivales indígenas y hacían como representaciones de la vida de los indios. Ahora no hacen nada de eso”, señaló mientras miraba los petroglifos. Estragos de la naturaleza El arqueólogo Miguel Rodríguez confirmó que con el paso de los años la erosión y las lluvias pueden afectar los petroglifos. Indicó que, en algunos países, en los parques arqueológicos se toman mejores medidas para conservar las piezas, ya sea colocando copias de las piedras en la estructura que queda a la interperie o construyendo techos sobre las piezas que al menos las protejan del impacto de la lluvia. Señaló que en Puerto Rico varios arqueólogos han planteado la posibilidad de que las piedras con petroglifos sean suplantadas por unas hechas con moldes. Las originales podrían colocarse en los museos de estos parques, donde podrían ser mejor conservadas. A esto, la arqueóloga Carmen Martínez añadió que en el parque arqueológico mexicano de Monte Albán, localizado a 10 kilómetros de Oaxaca de Juárez, las piezas con petroglifos que se exhiben en el contexto original son réplicas. Las originales se conservan y se exhiben en museos. “De aquí a 40 años el niño que vaya a estos parques va a poder apreciar la pieza original, porque la conservaron. Aquí las piezas las estamos perdiendo por la lluvia, la erosión y el vandalismo. El problema es que aquí no se invierte mucho en los recursos arqueológicos”, dijo Martínez, quien dirige los asuntos arqueológicos en el Centro Ceremonial Indígena de Tibes en Ponce, adscrito al municipio de Ponce. Este último parque no confronta el problema de conservación de petroglifos en la misma magnitud, debido a que las piezas pertenecen a períodos previos a la cultura taína, en los que, aparentemente, no se producía tanto arte rupestre. Este parque anualmente es visitado por alrededor de 100,000 personas, cuenta, contrario a Caguana, con un arqueólogo residente que vela por la conservación, mantenimiento y estudio de las piezas. Según Martínez, recientemente el municipio contrató un antropólogo forense para que documentara y aplicara técnicas de preservación a las osamentas almacenadas en las instalaciones del parque arqueológico. “Pero eso no ocurre así con la mayoría de los yacimientos”, dijo. “La creación de un depósito es un ‘most’. Si conservamos las piezas, a lo mejor yo como arqueóloga, no las pueda estudiar porque no hay fondos para los estudios, pero puede ser que en un futuro alguien que obtenga fondos pueda hacerlo”, dijo.