Arqueólogo aiboniteño investiga en Ecuador

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Pedro Bosque Pérez
Jaime Pagán en el sitio arqueológico Ingapirca, emplazamiento inca más importante en Ecuador. (Suministrada / Jaime Pagán)

“Nací en 1972 en Aibonito y me crie en el barrio Asomante, casi siempre interactuando con el campo y con su gente. A ese mundo pertenezco”. Así presentamos a Jaime R. Pagán Jiménez, doctor en arqueología con especialización en paleoetnobotánica que ha laborado en numerosos países.

“Trabajo en varios lugares y con varias entidades. Estoy afiliado como investigador en la Universidad de Leiden, Holanda, haciendo varios estudios paleoetnobotánicos en el Caribe. Además, desde el año 2012 soy Investigador Prometeo en la República del Ecuador y aquí me encuentro actualmente”, expresa Pagán Jiménez.

Este aiboniteño fue seleccionado por investigadoras del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural de Ecuador para iniciar y fortalecer un proyecto de paleoetnobotánica que abarcaba casi todo ese país, incluyendo la cordillera andina, el Amazonas y la región costera del Pacífico. Llegó para trabajar por 9 meses y lleva casi 3 años, en el Proyecto Prometeo, creado por la administración del presidente Rafael Correa. Esa iniciativa recluta investigadores locales y extranjeros de alto nivel en sus distintos campos científicos con el fin de robustecer y consolidar las ciencias en Ecuador.

Estudió un bachillerato en antropología con concentración en arqueología en laUniversidad de Puerto Rico (UPR) en Río Piedras. Trabajó por cinco años como arqueólogo en la Isla, para luego partir a estudiar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde completó un doctorado en arqueología con especialización en paleoetnobotánica. “Regresé en cierto modo al mundo vegetal que me rodeó desde que nací”, relata Pagán Jiménez.

¿En qué consiste su trabajo? 

“Mi trabajo típicamente consiste en diseñar investigaciones arqueológicas y paleoetnobotánicas para  ejecutarlas luego en el terreno y obtener así los datos que me faciliten responder interrogantes acerca del ser humano y sus relaciones antiguas con las plantas. Mis contextos de trabajo son los sitios arqueológicos precolombinos de Puerto Rico, de la República Dominicana, de Cuba, de algunas islas de las Antillas Menores, así como de la Guyana Francesa, del Ecuador y recientemente de Venezuela.

Una vez en curso este tipo de trabajo, que requiere de la excavación típica de los yacimientos arqueológicos, mis tareas consisten en sustraer los restos microscópicos de plantas (almidones, fitolitos y otros más) que han sobrevivido por miles de años en los suelos antiguos, o que han permanecido adheridos como ‘costra’  en los utensilios  de cocina y en las herramientas de moler órganos vegetales. Habiendo sustraído estos restos microscópicos vegetales de las muestras arqueológicas, entonces procedo con la identificacióntaxonómica de ellos y es así que logro conocer cuáles plantas estuvieron accesibles, y cuándo, en distintas localidades arqueológicas, pero también cuáles de ellas eran utilizadas como alimento, como bebida, e incluso como recurso alucinógeno vinculado a las prácticas mágico-religiosas.

Finalmente produzco la interpretación de toda la información paleoetnobotánica cuando integro mis datos con otros como son las fechas radiocarbónicas, las herramientas arqueológicas que tradicionalmente estudiamos y los espacios donde los antiguos grupos humanos desarrollaron sus diversas actividades (espacios habitacionales, basureros, cuevas, plazas para actividades ceremoniales o públicas). De esta forma es que logramos construir nuevas historias acerca de la vida social y cultural de nuestros ancestros, aunque apoyados con datos que son validados en publicaciones científicas o académicas”, explica Pagán Jiménez.

Lee en este enlace algunos trabajos de Pagán Jiménez.

Investigación en el Caribe

En sus investigaciones en el Caribe identificó “por primera vez la introducción de plantas domésticas continentales como el maíz, la batata y la yuca, y también su consumo como alimento, en los utensilios de molienda de algunos poblados que pertenecieron a las sociedades humanas más antiguas hasta ahora registradas en nuestra región insular (cerca de 5,000 años atrás). Estos hallazgos los inicié en Puerto Rico y Vieques, y luego en islas como Saba, cerca de San Martín.

Por otra parte, pude identificar restos microscópicos de maíz y otras plantas importantes como el ají, la batata y la yuca en utensilios de cerámica y de piedra muy antiguos de la Guyana Francesa, que es una región considerada como la frontera noreste de la selva amazónica. Allí logramos establecer la presencia y el uso del maíz en lo que es el contexto arqueológico más temprano en que se ha podido documentar esta planta en todo el norte de la Amazonia. Gracias a mi campo científico he podido comenzar a documentar  nueva información acerca del origen y de la dispersión de aquellos cultígenos nativos más importantes de nuestras diversas culturas precolombinas circum-caribeñas.

La historia oficialista, aquella que comúnmente nos ofrecen en la escuela, en mis tiempos sostenía que nuestras culturas isleñas ancestrales fundamentaban su alimentación principalmente en la yuca desde que arribaron al Caribe los primeros pobladores agroalfareros hace aproximadamente 2,500 años. Ahora sabemos que desde al menos 5,000 años atrás, cuando en las islas campeaban otras sociedades que usualmente se conocen como “arcaicas” o “precerámicas”, ya se habían introducido desde varios puntos continentales plantas como el maíz, algunas variedades de habichuela, la yuca y la batata”, indica el arqueólogo.

Hallazgos

“Mishallazgos señalan que la yuca nunca fue tan prominente como producto comestible, mientras que el maíz y otras plantas como el marunguey sí lo fueron. Sobre mis trabajos en Puerto Rico, en otras islas caribeñas y en la Guyana Francesa hemos descubierto o documentado información paleoetnobotánica y agronómica que era desconocida para la ciencia. Como consecuencia de esto, algunos colegas y yo hemos comenzado a cuestionar y a reconstruir críticamente nuestras historias precolombinas con las nuevas evidencias.

Claro, mi trabajo no pretende  únicamente identificar el uso antiguo de las plantas; más bien las plantas identificadas me permiten teorizar acerca del proceso de formación histórica de nuestras identidades y de cómo nuestros antepasados fueron evolucionando socioculturalmente a través de miles de años en nuestro amplio territorio isleño y continental”, señala Pagán Jiménez.

“Desafortunadamente, distinto a otros campos científicos, los avances y la generación de nuevos datos en las disciplinas que trabajo tardan mucho más tiempo en incorporarse de manera oficial en los textos de historia que utilizan nuestras escuelas e, incluso, en nuestras universidades. Irónicamente, nuestros pares científicos sí han reconocido los avances y los logros que hemos hecho como lo demuestran las referencias a nuestras publicaciones en un amplio número de revistas y libros científicos internacionales”, destaca el arqueólogo.

Investigación en la Isla

“Anhelo regresar a Puerto Rico y tener un espacio de trabajo académico estable, que me permita estudiar muchos problemas arqueológicos e históricos aún por resolver. Un sueño recurrente y asociado a ese anhelo es poder estudiar íntegramente una planta muy particular y lo que fue su relación histórica con nuestros antepasados: el marunguey. Ésta es una planta comestible y silvestre, parecida a una palmita enana, que hasta la década de 1950 fue relativamente importante como alimento en algunos sectores rurales de Puerto Rico.

Arqueológicamente, he podido documentar su consumo alimenticio desde la era precolombina más antigua de la isla y he tenido también la oportunidad de entrevistar a personas mayores de Juana Díaz y del norte de Peñuelas que la comieron consistentemente durante los periodos de escases de alimentos que hubo en el país en la primera mitad del siglo 20.

Por la larga historia de este recurso vegetal en nuestra historia, tengo parcialmente diseñada una investigación interdisciplinaria sobre el marunguey en la cual se integran la arqueología, la paleoetnobotánica, la botánica, la etnobotánica, la ecología, la geología y la etnohistoria. Unidos todos estos campos del conocimiento, se podrá elaborar finalmente una publicación científica para el público general, de fácil acceso, que le devuelva a nuestra memoria colectiva la historia de esta plantita y su importancia culinaria en distintos momentos críticos de nuestra historia como isleños”, afirma el aiboniteño.

Inspiración en su vida

En cuanto a las personas que lo han inspirado en su carrera, Pagán Jiménez identifica a su padre, "Santos Pagán, porque al haber sido maestro de historia y luego bibliotecario, me expuso a miles de libros con los cuales viajé el mundo desde niño, sin tener que ir más allá del litoral borincano. Mi mamá Ramonita Jiménez, maestra de profesión y de vocación, porque agregó un ingrediente unificador a los que iban poniendo ambos en la construcción de mi carácter: la persistencia. Y ya habiendo entrado al mundo de la arqueología, Miguel Rodríguez López (arqueólogo y actual Rector del Centro de Estudios Avanzados de PR y el Caribe), porque me enseñó las sutilezas del trabajo de investigación arqueológica que no se aprenden en la universidad”.

Pagán Jiménez expone que “las fronteras del conocimiento se encuentran donde uno quiere trazarlas. Cuando quise estudiar arqueología en Puerto Rico, a nivel de bachillerato, en mi pueblo me dijeron que eso no se podría estudiar en el país. Luego de pasar un año estudiando historia en la UPR de Río Piedras, me enteré que sí podía estudiar antropología con una concentración en arqueología. Obviamente culminé mis estudios en estas disciplinas.

Con el acceso tan amplio que tenemos hoy a la información digital, exhorto a cualquier joven o adulto que desee estudiar arqueología y paleoetnobotánica a que lo haga. Existen instituciones como la UPR en Río Piedras y el Centro de Estudios Avanzados de PR y el Caribe, que ofrecen grados académicos de bachillerato o maestría en antropología y arqueología”, orienta Pagán Jiménez. Indica que fuera de Puerto Rico puede hacerse un doctorado en esas áreas. “Existen muchas opciones y oportunidades de beca tanto en nuestros continentes, como en el Viejo Mundo”.

La UNAM es uno de esos lugares, universidad donde el aiboniteño fue condecorado con la Medalla Alfonso Caso al Mérito Universitario, máxima distinción que otorga esa universidad a un solo estudiante por generación y por cada disciplina académica. 

 

 

Jaime R. Pagán Jiménez en el Jardín Botánico de Quito, en Ecuador.

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