Bajo amenaza los cactus en la Isla

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Por Liz Yanira Del Valle / Especial El Nuevo Día endi.com Extrañas protuberancias, parecidas a tumores. Huecos que asemejan gigantescos mordiscos. Algo similar a globos desinflados. De verdecito a blancuzco mortal. La vida, espinas, frutos, flores y hábitat para otros organismos son sustituidos por el luto. Mueren los cactus de la costa sur de Puerto Rico, desde Cabo Rojo hasta Guayama, un área total de más de 1,400 km². La causa no es novedosa. Otro organismo exótico que llega a la Isla y les ataca. El insecto “Hypogeococcus pungens” o chinche harinosa les infesta, pero el asunto parece estar como voces en el desierto, nadie las escucha. Alex Segarra, entomólogo local, se preocupa por las 13 especies de cactus existentes en Puerto Rico, (de las cuales tres son endémicas y dos están en peligro de extinción), ya que éstas no tienen defensores “en ningún nivel, ni económico y menos político”. El científico pertenece a un grupo informal de profesionales que trabajan a favor de estas especies. Para Segarra, era necesario unirse ya que “no hay amplia divulgación sobre el significado de la existencia de los cactus o del impacto de su partida”. “Los cactus son miembros importantes de la flora del bosque seco en Puerto Rico. Por ejemplo, el cactus de Royen es el árbol de mayor distribución en el tracto de la Tinaja en la Laguna Cartagena de Cabo Rojo. La pitahaya ocupa el lugar número 20 en importancia de especies de árboles en ese bosque seco. De igual manera, en la reserva de la bioesfera de Guánica, estos cactus ocupan el séptimo (7) y vigésimo sexto lugar (26) entre los cientos de especies del bosque” dijo. “También son considerados como una de las fuentes principales de alimentación de pájaros en el bosque seco, incluyendo especies en peligro de extinción como lo es la mariquita de Puerto Rico”, recalcó Segarra. Ni hablar de la posibilidad de que el insecto llegue hasta donde ubican los dos cactus en peligro de extinción de la Isla que, a su vez, son endémicos. “Harrisia portorricensis” se encuentra en las islas de Mona, Desecheo y Caja de Muertos. “Leptocereus grantianus” es exclusivo de Culebra. El tercer cactus endémico es “Opuntia borinquensis”, el cual afortunadamente no forma parte del listado federal de flora en peligro de extinción. Aparición en el 2000 En el año 2000, Aixa Ramírez, coordinadora Interagencial de Muestreo del Departamento de Agricultura, detectó por primera vez en la Isla a la chinche harinosa, pero en plantitas de verdolaga. En el 2005, se identificó en los cactus de Guánica, predominando en la especie cactus de Royen -“Pilosocereus royenii”- que junto al pitahaya -“Leptocereus quadricostatus”- son los más comunes de Puerto Rico. Según los resultados de un sondeo de cactus del 2007, efectuado por el entomólogo de la Estación Experimental Agrícola de Lajas (UPR-RUM), casi la totalidad del cactus de Royen de Guánica está afectado, así como otras especies nativas (la pitahaya, el melón de costa- “Melocactus intortus” y el “Stenocereus fimbriatus”). Ramírez indicó que la chinche harinosa inyecta en el cactus unas toxinas salivares que a largo plazo le envenenan. Les produce unas deformaciones justo en el área de su crecimiento, detienen la floración y la producción de frutos y, luego, la muerte. El ser humano, un aliado Estos científicos desconocen cómo dicho insecto llegó a la Isla, pero aseguraron que “en cada fase de su movimiento invasivo está la mano del ser humano”. Segarra trazó la ruta del mismo desde su tierra natal, Sur América, hasta el Caribe. “En la década del 70, la Organización Australiana para la Investigación Científica e Industrial (CSIRO, por sus siglas en inglés) se dio la tarea de buscar enemigos naturales del cactus de Harrisa, una planta oriunda de Sur América que invadía millones de hectáreas de terrenos ganaderos de Australia. En el norte de Argentina encontraron este pequeño insecto atacando cactus columnares como la Harrisa y, de inmediato, le investigaron e hicieron las pruebas de rigor para el control biológico. El insecto era nuevo para la ciencia y estuvo su descripción formal en 1981. La chinche sirvió como exitoso agente de control biológico, no sólo en Australia sino también en África del Sur”, indicó Segarra. Pero hubo detalles omitidos, ya que la chinche harinosa es capaz de atacar otras plantas que no sean cactus columnares. “Una de ellas es la verdolaga común -‘Portulaca oleracea’-, una ornamental de amplio tráfico comercial a nivel mundial. Desde su introducción a Australia, se reportan ataques de la chinche harinosa en amapolas (hibiscos), verdolaga, ‘Alcalypha’ y ‘Alternanthera’, ornamentales de amplio tráfico comercial en el mundo. No es entonces extraño que ‘H. punges’ se distribuyera por el mundo amenazando no sólo la producción de ornamentales sino de cactus columnares, incluyendo especies de valor comercial, como lo son la pitahaya o fruta dragón, ‘Hylocereus undatus’ ”, resumió el entomólogo. Amenaza al ecosistema Para estos científicos es importante recalcar el peligro de la introducción de este tipo de organismo exótico a nuestro ecosistema. Ahora, ya es tarde para impedir su entrada y urge estudiarle en su nuevo hábitat, ver si tiene enemigos naturales aquí, observar su ciclo reproductivo, clasificar las especies que amenaza y ver cuáles le sirven de refugio. “(Hay que hallar) un control biológico eficiente, es decir buscar un enemigo natural en su país de origen (Argentina, Perú, Chile), luego determinar que éstos sean efectivos contra la chinche harinosa en Puerto Rico, y que no le causen impacto negativo a especies de insectos autóctonos de Puerto Rico. Es un largo proceso, lleno de interrogantes y de riesgos, pero es quizás la única manera de disminuir el impacto económico y ambiental de la chinche harinosa en Puerto Rico”, recalcó Segarra.