Cazador de sueños y milagros

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By Carmen Millán Pabón / End.cmillan@elnuevodia.com endi.com Si alguien persigue sueños, ése es el doctor Luis José Almodóvar Fábregas. El neurocirujano, que se desempeña como jefe de residentes de la sección de neurocirugía del Hospital Universitario en Centro Médico (UDH), está a días de graduarse del Recinto de Ciencias Médicas (RCM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en la especialidad que pocos alcanzan. Todos los años, el Departamento de Neurocirugía acepta a un candidato y gradúa la misma cantidad. Lograda esa meta, ahora va a complementarla con otra fuera de Puerto Rico. Desde hace un año fue aceptado en el prestigioso MD Anderson Cancer Center, en Houston, Texas, donde completará la subespecialización en neurocirugía oncológica. Una vez concluya el entrenamiento, se convertirá en el primer puertorriqueño en alcanzar esa meta. “Sería un privilegio bien grande y una responsabilidad aún mayor”, expresó el joven inclinando la cabeza. El próximo paso de ese sueño es regresar a Puerto Rico a operar tumores cancerosos del sistema nervioso central y periferal. Esto es, tumores cancerosos en el cerebro, el cordón espinal y los nervios periféricos. Recién salido de sala de operaciones -con la característica ropa verde y las manos todavía con el talco de los guantes- Almodóvar mantiene la energía y el buen humor que lo caracteriza y por el que se ha hecho querer entre el personal, especialmente el de la Sala de Neuro Intensivo Quirúrgico del UDH. “Yo no hubiera hecho otra cosa. El cerebro es lo más interesante que tiene el cuerpo humano. Es lo que define lo que somos y cómo interactuamos. Es el organismo más versátil y el más misterioso”, despacha rápidamente el especialista, que todavía hoy recuerda la fecha exacta en la que lo “flechó” la neurocirugía. Fue el 13 de febrero de 1996, recién entró a la Escuela de Medicina del RCM. Los causantes del enamoramiento del que considera el campo más retante de la medicina fueron “el maestro de maestros” de la neurocirugía en Puerto Rico, Nathan Rifkinson, y los veteranos neurocirujanos Jaime Inserni y Jorge Lastra. “Como neurocirujano, tengo la oportunidad de ayudar a muchos pacientes de maneras diferentes”, sostuvo -manteniendo la humildad aprendida de sus maestros- al asegurar de que sus manos son instrumento de Dios. “Lo que hacemos nosotros en la sala de operaciones, verdaderamente lo hace Papá Dios”, dijo al reconocer los milagros que ocurren diariamente. Sus mayores alegrías son ver cómo recuperan niños y adultos de traumas cerebrales, cómo camina el paciente al que se le extrae un tumor cerebral. Sus mayores frustraciones están en los casos en los que aunque haga todo lo que puede, el paciente sucumbe. “Uno se acostumbra a salvar vidas, no a perder a sus pacientes”, comentó con tristeza por primera vez en la conversación. “A través de mi vida he recibido apoyo incondicional de mi familia y de muchas personas. Convertirme en neurocirujano oncológico para trabajar en Puerto Rico sería un privilegio bien grande y una responsabilidad aún mayor. Pero uno tiene que reconocer que los logros de uno no son de uno, son de todos los que te ayudaron”, expresó con firmeza. Orgulloso de ser “del oeste”, el mayagüezano de crianza no se avergüenza cuando los ojos se le humedecen y las orejas se enrojecen al dedicarle sus logros y agradecerle todo lo que hoy es a sus padres: el doctor Luis Aníbal Almodóvar Marchany y Lourdes Fábregas Ramírez. Con razón dicen que el que lo hereda, no lo hurta.

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