Cógelo con pinzas

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Por Aurora Rivera / Enviada especial endi.com Hanover, New Hampshire - Consumir alcohol puede ayudar a combatir el cáncer y a proteger el corazón... pero eso depende de muchas cosas. Estudios científicos han indicado que tomar una copa de alguna bebida alcohólica al día es bueno para la salud cardíaca, pero tomarse dos ya cancela el efecto. Y mientras por un lado se reporta que un compuesto de las uvas con las que se hace vino tinto ayuda a matar células malignas del páncreas, por el otro se alerta de que el alcohol -aunque se consuma en pequeñas cantidades- podría aumentar el riesgo de cáncer de mama. ¿En qué quedamos? ¿Ayudan o no ayudan a la salud los espíritus destilados? ¿Podría alguien contestar? Difícilmente. A juzgar por lo que se presentó recientemente a periodistas de Estados Unidos, Puerto Rico y Canadá durante un curso ofrecido en esta ciudad por los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés), es difícil saber a quién creer y lo ideal sería que cada persona fuera capaz de hacer su juicio. Son muchas las razones para que circule tanta información confusa, contradictoria y en ocasiones distorsionada, entre ellas: deficiencias en el diseño, la ejecución y el análisis de los estudios científicos; y la proliferación de casos de conflicto de intereses entre los investigadores, las universidades y los hospitales universitarios. Como si fuera poco, los “journals” o revistas médicas e incluso agencias como la Administración de Drogas y Alimentos (FDA) de Estados Unidos, entidades llamadas a evaluar la calidad de las investigaciones y discernir aquellas que ameritan difusión de las que no, en ocasiones han claudicado. La doctora Marcia Angell, primera y única mujer en encabezar la junta editorial del prestigioso “New England Journal of Medicine” (NEJM) asegura que allí fue testigo de la proliferación de conflictos de intereses. “Durante mis dos décadas en el New England Journal of Medicine, -y como editora del mismo- de 1979 a 2000, vi el rápido aumento en la influencia de las industrias en las investigaciones clínicas y me torné cada vez más consciente de que ello tenía consecuencias reales y serias, de que estaba teniendo consecuencias prácticas”, asegura. “¿Qué pasaría si todos nosotros -investigadores, editores, los medios y el pueblo- fuéramos llevados a creer que las medicinas recetadas son mejores y más seguras de lo que realmente son?”, se pregunta. Conflictos Angell define conflicto de intereses como cualquier asociación financiera que le permita a alguien beneficiarse por la divulgación de su trabajo. La prensa estadounidense ha revelado varios de estos casos. Uno de ellos estremeció a la propia FDA luego del retiro del mercado del medicamento para el dolor Vioxx, tras vinculársele con problema cardíacos. En 2005 el periódico “The New York Times” publicó que 10 de los 32 miembros del comité asesor que evaluó la seguridad de Vioxx y otros dos medicamentos similares que continuaban en el mercado (Celebrex y Bextra) tenían conflicto de intereses. Habían sido consultores de los fabricantes de estos medicamentos durante los años previos. Prestan firma En abril pasado, editoriales en el Journal of the American Medical Association (JAMA) denunciaron que los artículos sobre estudios realizados posteriormente para probar la seguridad de Vioxx fueron escritos por empleados de la empresa que lo manufactura y firmados luego por prominentes investigadores académicos que nada tuvieron que ver con las investigaciones. “Vendieron su nombre”, denuncia Angell. Otro escándalo de conflicto de intereses fue develado por Paul Goldberg en la revista “The Cancer Letter”, de la cual es editor, e implicó a los doctores Claudia I. Henschke y David A. Yankelevitz. Éstos promovían el uso de un protocolo radiológico y de biopsias para diagnosticar cáncer de pulmón en estadíos tempranos. Henschke y Yankelevitz, líderes del International Early Lung Cancer Action Proyect que impulsaba los estudios de cernimiento con los equipos de “spiral CT Scan”, también eran los creadores y peticionarios de patentes para estos equipos, la metodología para los estudios, el “software” para analizar los resultados y la tecnología de agujas para hacer las biopsias. Actitud pasiva “Me di cuenta de que para un investigador es razonablemente seguro evadir el hacer una declaración de conflicto de interés financiero, porque nadie está mirando, ni los 'journals'... su acercamiento para detectar conflictos de interés es decidida y vergonzosamente pasivo”, afirma. Para hacer sus reportajes, que comenzaron a ser publicados en 2006 y se han extendido hasta este año, Goldberg tuvo que depender básicamente de sus lectores, de su instinto, de amigos bien informados y del buscador Google. Goldberg descubrió también que la doctora Henschke había recibido $3.6 millones de una tabacalera y los depositó en la cuenta de una organización sin fines de lucro de la que era presidenta. Nada de esto fue declarado por ella en los artículos científicos que publicó sobre los estudios de cáncer de pulmón. En marzo pasado el esquema fue reseñado por “The New York Times”, y ello hizo que publicaciones como el NEJM y JAMA aclararan en sus ediciones de abril que Henschke no les había informado sobre el donativo. Aunque descubrir este tipo de influencia en los estudios médicos o determinar su grado de confiabilidad puede ser difícil, en general se debe ser escéptico con estudios en fases iniciales, realizados en animales, en células, con muestras muy pequeñas (pocos participantes), en los que no esté claro qué es lo que se busca, no se presenten los datos de las dos muestras o los dos grupos comparados y que no cuenten con relevos de conflicto de intereses. Esto independientemente de que aparezcan en publicaciones de renombre.