Coquí con menú especial

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Por Yaritza Rivas Bermúdez / yrivas@elnuevodia.com endi.com *Nota del editor: Segundo artículo de una serie de reportajes sobre el Coquí Llanero y los intentos para reproducirlo en cautiverio. Cada semana, los 18 coquíes llaneros elegidos que han sobrevivido en cautividad a este experimento amatorio en cautiverio, devoran un festín de 500 grillos (Achaeta domestica). Estos grillos pequeñitos se importan de una granja en el estado de Georgia que se dedica a criar este insecto. La dieta consiste también de mimes (Drosophila melanogaster) criados en el mismo laboratorio. Alimentar los coquíes con mimes es un proceso muy simpático y metódico. Para ello, el ecólogo y estudiante doctoral Neftalí Ríos, descubridor del Coquí Llanero, traslada los mimes de la probeta donde se multiplican a un recipiente de cristal. Lo logra con un embudo. Luego los lleva a un congelador por 30 segundos, y cuando ya están “amoteta’os”, los hecha finalmente al terrario. En el momento que empiezan a descongelarse, el coquí detecta el movimiento y los atrapa con la lengua en un santiamén. Luego de “empancinarlos” y proveerle un lugar donde vivir sin necesidad de gastar energías en buscar alimentos, los coquíes tienen las condiciones idóneas para reproducirse. Hasta el momento, Ríos ha observado que los ejemplares en cautiverio tienen facilidad para comer, están bien activos, cantan y las hembras están ovulando, pues una masa de huevos ha abultado sus barriguitas de color crema transparente. De no juntarse con los machos, las hembras, según sospecha el ecólogo, absorberían los huevos como proteínas y grasas, tal como lo hacen otras especies de coquíes. Los “junitos” no se enredan Pero aún, el investigador tiene muchos retos e interrogantes: lograr que los coquíes (dos hembras por cada macho) se apareen, las hembras pongan los huevos y ver cómo es el cuido parental. En algunas especies de coquíes, el macho es quien cuida los huevos una vez la hembra los pone. A veces es compartido. Pero nunca la hembra sola es la que cuida los huevos. Su plan alterno es lograr acondicionar el lugar lo más parecido a su hábitat, quizá trasladarlos a un espacio más grande. Si no resulta, solicitaría consultoría a especialistas en el exterior que se dedican a criar en cautiverio especies en peligro de extinción. Y como último recurso, reemplazaría la muestra de ejemplares, pues es difícil saber si éstos estaban en edad reproductiva o si eran muy viejos. Mientras todo este proceso se gesta, Ríos da tiempo al tiempo en el estrecho cuarto ubicado en las instalaciones investigativas del doctor Rafael L. Joglar. Después de todo, su intención es proteger al Coquí Llanero y que su trabajo se conozca más allá de los pasillos oscuros donde estudia durante largas jornadas a esta singular especie.