Crece en Cataño una nueva orilla

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Por Marcos Fernando López / Especial para El Nuevo Día endi.com En la costa de Cataño se ha formado un pequeño acantilado, dos pies de profundidad que separan a la orilla del mar. Las fuertes corrientes de la Bahía de San Juan han desgastado el terreno aceleradamente durante las últimas décadas. Ahora es responsabilidad de una formación de 104 centinelas el combatir este continuo desgaste. Alineados en dos filas, ya están erectos sobre la superficie del mar. Son la herramienta necesaria para este oficio: una nueva siembra de mangles. Cuando sus raíces maduren, servirán para retener el sedimento que trae la marea a la costa, retardar así la erosión y, en un futuro, añadir terreno a la orilla. El reciente esfuerzo de un grupo de voluntarios y del Consorcio del Estuario de la Bahía de San Juan (CEBSJ) le ha brindado este recurso a la orilla. Los mangles fueron sembrados dentro de tubos PVC, para su protección, y enterrados a un pie de profundidad dentro del mar. Se espera que en cinco años las raíces anclen y ayuden a expandir la costa. De acuerdo a Jorge Bauzá, científico ambiental para el CEBSJ, los materiales costaron $350, una inversión que va a dar frutos invaluables para la comunidad costera y para el estuario. Son varios los beneficios de tener mangles en la orilla. Por ejemplo, al retener el sedimento con sus raíces, el agua de la bahía será más limpia, permitiendo así que la luz solar llegue a los arrecifes de coral y estos se desarrollen mejor. Además, esta vegetación crea un hábitat nuevo para una cantidad de peces y animales. El 90% de los peces tropicales de la Isla viven alguna parte de su ciclo de vida en los mangles, señaló Javier Laureano, director del CEBSJ. La siembra fue parte del plan de manejo y conservación del CEBSJ, agencia sin fines de lucro que ha trabajado con el plan hace más de una década. Pero no siempre ha habido un problema severo de erosión en la costa de Cataño. Los diferentes proyectos de desarrollo alrededor del estuario han alterado los procesos naturales, dijo Bauzá. Antes, el Río Bayamón traía a la Bahía de San Juan sedimento y arena nueva. Las corrientes lo distribuían a lo largo de la orilla. Pero, en la década del 70 se canalizó su desembocadura para evitar la acumulación de sedimento en la bahía y permitir la navegación. El problema fue que la costa dejó de nutrirse de sedimento y comenzó a erosionarse. “Ya el río no trae esa arena nueva, ese litoral. Es como romper la dinámica del sistema. En la bahía se necesita la navegación. Es el problema de balance entre lo que necesita la naturaleza y la civilización”, dijo Bauzá. El agua de mar entra al sistema del estuario por tres aperturas: la Boca del Morro, el Boquerón en la Laguna del Condado y Boca de Cangrejos. Pero la basura y la influencia humana entran por todos lados. Hace unos meses, un grupo de voluntarios realizó un recogido de basura en la costa de Cataño. En el área donde luego se sembraron los mangles se recogieron 92 bolsas de basura, recordó Laureano. Además, la costa recibe contaminación por parte de la planta termoeléctrica de Palo Seco y por los acueductos combinados que traen desperdicios sanitarios a la bahía. La contaminación termal es un problema que no se ha estudiado adecuadamente, pero que sí se conoce su efecto negativo en el agua y los peces, dijo Bauzá. Mientras que las descargas de aguas usadas en la costa son resultado de la falta de alcantarillados apropiados en algunas comunidades costeras, un problema que se conoce hace años. La Bahía de San Juan tiene un valor inigualado para la Isla. Según Laureano, el 80% de todos los materiales que se importan a Puerto Rico y el 100% de todos los bienes de consumo que se importan desde Estados Unidos entran por la Bahía de San Juan. “Hay una importancia económica fundamental, fuera de toda la importancia ecológica que tiene”, dijo. Debido a la fragilidad de los mangles durante su etapa de desarrollo, es posible que algunos nunca lleguen a su madurez. Pero Laureano aseguró que en siembras anteriores el método utilizado ha sido exitoso. A la costa sólo le queda esperar a que sus centinelas, cubiertos con armadura PVC, maduren y sean capaces de cumplir su cometido. A los mangles les queda crecer, enfrentar la fuerte corriente que entra por la Boca del Morro y crear una nueva orilla.