Crónica: Al rescate del sapo concho, un anfibio “bien boricua”

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Osman Pérez Méndez
Por un tiempo, entre 1932 y 1965, se pensó que el sapo concho se había extinguido por completo. (José Rodríguez)

FLORIDA – Llegan de un larguísimo viaje, un grupo desde el zoológico texano de San Antonio, el otro desde el zoo de Toronto, en Canadá. Entre el papeleo en el aeropuerto y tráfico de la autopista, les ha tomado lo suficiente como para que arriben cuando ya comienza a caer la oscuridad de la noche. Su destino final es la charca artificial en un pequeño valle rodeado de montes cársicos del Área Natural Protegida de río Encantado. Allí vivirán la metamorfosis que los transformará de guajacones a pequeños sapos concho. 

Todo es parte de un esfuerzo de conservación de esta especie de anfibio endémico de Puerto Rico, que llegó a estar tan amenazada que desapareció de las zonas del norte de Puerto Rico, e incluso por un tiempo, entre 1932 y 1965, se pensó que se había extinguido por completo. Apenas unas poblaciones sobrevivieron en las zonas cársicas del sur de Puerto Rico.

Por ahora, la respuesta a este esfuerzo de conservación es positiva, y la mejor confirmación de eso la tuvimos horas antes, cuando visitamos otra charca creada en la Reserva Natural Hacienda La Esperanza, en Manatí. 

Ricardo Rodríguez, coordinador de manejo de la hacienda, nos guió por caminos de tierra a través de los valles que antaño sirvieron de cañaverales y otras siembras hasta llegar a un monte cubierto por un joven bosque. Hasta allí llegan los vehículos. De aquí en adelante nos adentramos a pie. 

Ricardo nos advierte que más adelante, una vez esté visible la charca, hay que caminar con mucho cuidado y de forma diferente. 

“Los sapitos que ya salieron de la charca están en los alrededores. Vamos a caminar así, arrastrando los pies, como si estuviéramos patinando”, explica Ricardo, mientras algunos mosquitos comienzan a volar a nuestro alrededor. “Así los alertamos y no vamos a pisarlos”. 

Apenas termina de instruirnos, se divisa la charca, cubierta por una caseta completamente forrada de una malla parecida a una tela metálica. Nos acercamos con nuestro andar casi robótico, y de inmediato notamos unos puntitos que brincan en el suelo. Una mirada más cercana revela que se tratan de pequeñitos sapitos concho que ya lograron superar la etapa de renacuajo. 

 

 

Contacto que puede ser letal  

El experto en conservación nos advierte que los sapitos no se pueden tocar. Más allá del hecho de que son una especie protegida por ley, resulta que el tacto de los humanos puede ser muy dañino y hasta letal para ellos. “El tacto de los humanos les puede causar estrés, deshidratación y eventualmente la muerte. Ellos tienen la piel desnuda y pueden absorber si uno tiene repelente, incluso el sudor que tiene sales. Los anfibios en general no se deben manipular”, explica Ricardo.

La charca es una de tres instaladas en la zona norte de Puerto Rico, en áreas donde históricamente había poblaciones de sapo concho. Al igual quela charca del río Encantado, está bajo la tutela de Para la Naturaleza (una unidad delFideicomiso de Conservación de Puerto Rico). 

En esta charca ya han podido identificar 26 sapos adultos, dos de ellos hembras, de una liberación que se hizo en 2011. Ese grupo ya se ha registrado vocalizando e intentando aparearse, lo cual es señal de que se están estableciendo. 

“Hay una respuesta positiva de la especie al ambiente donde se reintrodujo”, insiste Ricardo, mientras nos muestra otros pequeños sapitos al otro lado de la charca.

No obstante la tarea de salvar una especie no es nada sencilla. “Se traen miles, pero sobreviven muy pocos”, comenta Ricardo, mientras detalla que en el camino a convertirse en adultos enfrentan la competencia de otras especies y un sinnúmero de depredadores, como el sapo común,  la rana toro,  rana cerdo,  rana platanera, libélulas, garzas, mangostas, gatos y perros.

Para darles un poco más de oportunidad, una vez salen de la charca se mantiene un monitoreo para eliminar de los alrededores a esas especies competidoras y depredadoras. 

Es hora de dejar la charca de La Esperanza. Volvemos a atravesar el joven bosque, las llanuras a su alrededor flanqueadas por mogotes, y nos vamos monte arriba hacia el río Encantado. Allí serán liberados los más de 10,700 renacuajos que vienen en camino por el expreso. 

La entrada al Área Natural Protegida de río Encantado está a un lado de una carretera rural. Desde allí, un camino se adentra bordeando un mogote, hasta llegar a una empinada cuesta, que exige el uso de vehículos equipados para andar en el monte.

Eventualmente llegamos a la charca. Contrario a La Esperanza, aquí hay dos espacios con agua, uno protegido por la malla y el otro abierto. En la cubierta se hace la liberación de los renacuajos. La otra sirve como charca de reproducción para los ejemplares que logran sobrevivir y establecerse.

La hora de la liberación

Finalmente llegan las cajas con los renacuajos. No hay tiempo que perder, puesto que el oxígeno en las bolsas es limitado y si se agota morirían los pequeños anfibios. Los científicos de la Asociación de Zoológicos y Acuarios (AZA), el Servicio de Pesca y Vida Silvestre federal (FWS, en inglés) y el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), así como los voluntarios de Para la Naturaleza se alistan para la liberación.

Primero, las bolsas hay que colocarlas cerradas en la charca por  media hora, para que se aclimaten. Si alguien se echó repelente, advierten, no debe participar en la liberación sin antes lavarse bien las manos. 

Al empezar a colocar las bolsas en el agua, a la luz de una linterna, aparece una rana platanera, uno de esos competidores que no quieren allí. En una rápida maniobra, un experto la atrapa y la saca de la charca.

Mientras transcurre la media hora de aclimatación, el grupo camina por los alrededores para sacar del área a las especies competidoras y, si apareciera un ejemplar de sapo concho, atraparlo y marcarlo con un microchip para conocer más de sus hábitos.

“Es un orgullo patrio”

Carlos Pacheco, especialista del FWS, habla en detalle de la especie, y explica las razones por las que se lleva a cabo un esfuerzo de conservación de tal magnitud. “Desde el punto de vista de los ecosistemas, los anfibios tienen gran importancia en el control biológico de otras especies de las que se alimentan, como mosquitos, moscas, ciempiés”, dice. “Su desaparición provocaría un desbalance en la naturaleza”.

“Por otro lado, está el asunto de que es un patrimonio natural. El sapo concho es endémico del Caribe, es un orgullo tener ese sapito, y es el deber de Puerto Rico salvarlo y reintroducirlo. Ahora mismo solo existe en Puerto Rico, es un orgullo patrio”, añade Pacheco, mientras un tono de emoción se apodera de su voz. 

“Hubo en las Islas Vírgenes, pero desde los años 30 no se ve. Aquí existía desde Bayamón hasta Isabela y de Coamo a Guánica. Es nuestro deber tratar de recuperarlo a su distribución original”, sostiene. 

El biólogo añade que los anfibios son “un excelente indicador de cambio climático” y al monitorearlos se puede conocer el estado del ambiente. A modo de ejemplo, recordó como en días recientes la gente decía “hay sequía  en El Yunque porque ni los coquíes se escuchan”. 

Hay más en esta historia de recuperación

Según Pacheco, el sapo concho “es el primer anfibio a nivel mundial que la AZA identificó como que estaba en peligro de extinción y tenía potencial de recuperación, por lo que crearon un plan de recuperación de la especie”. 

Y más allá de la ciencia, para Pacheco este anfibio es un retrato del boricua. “Es un sapito bonito, que cuando lo ves parece que se está riendo. Es puro puertorriqueño, cariñoso, feliz, chiquito, ágil, y enamora’o como él solo”. 

Es hora de abrir las bolsas. En segundos, la charca se inunda de inquietos puntitos oscuros con zigzagueantes colas. Los rostros de satisfacción  de los presentes son la mejor indicación de que la tercera liberación en este lugar se ha llevado a cabo con éxito. 

De regreso, a la luz de las linternas, la naturaleza nos tiene un par de regalos, un lagartijo gigante y un San Pedrito. Para los científicos la jornada aún no termina, pues irán a marcar sapitos concho a La Esperanza, lugar donde también se llevan a cabo otros interesantes proyectos, como una excavación arqueológica. Pero eso se lo contamos en otra crónica…

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