El lado ecológico de los fuegos

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Por: 

Raúl A. Pérez-Rivera

El reciente fuego forestal en Gurabo es considerado el mayor en la historia de Puerto Rico. En las noticias, observamos cómo áreas que previamente estaban cubiertas con vegetación y animales domésticos quedaron arrasadas.

Además de afectar a cientos de residentes de la región y consumir sobre 1,000 cuerdas de terreno y vegetación, en el fuego han muerto miles de aves, lagartijos, coquíes, caracoles, arañas e insectos, entre otros organismos vertebrados e invertebrados que vivían en la vegetación o en los suelos.

Los efectos del incendio no se han limitado al área de Gurabo, pues la ceniza y el humo del fuego llegaron a pueblos tan lejanos como Toa Baja.

De primera intención, muchas personas podrían pensar que los fuegos son un desastre ecológico para la flora y la fauna. Antes de la década del 1980, muchos ecólogos igualmente consideraban a los fuegos forestales como algo negativo. No obstante, los estudios posteriores al gran fuego que ocurrió en el Parque Yellowstone en el 1988 cambiaron esta forma de pensar, y se descubrió que los fuegos cumplen con una misión ecológica.

Si observamos un solar baldío, en este pronto aparecerán las primeras yerbas, que a su vez son sustituidas por plantas rastreras, que luego dan lugar a una comunidad de arbustos, y al final un bosque en donde predominan los árboles. A este fenómeno, de paso lento y ordenado de una comunidad por otra, se le llama sucesión.

En cada etapa del proceso de sucesión, encontramos una comunidad animal muy particular, aprovechando los recursos en la misma. Por ejemplo, en Puerto Rico, en la etapa de las yerbas, vamos a encontrar una gran cantidad de insectos. Luego llegan los vertebrados que se comen dichos insectos, como algunas especies de coquíes y lagartijos. Las aves que observamos en la zona son aquellas que, particularmente, se alimentan de las semillas de las yerbas o gramíneas.

Cuando llegan los arbustos, aparecen otros tipos de vertebrados, como reinitas y gorriones que anidan en este tipo de vegetación. Al establecerse la etapa de árboles, encontramos la variedad de coquíes, lagartijos y aves que usualmente observamos en los bosques.

Sin embargo, los árboles no permiten que la luz solar llegue a los suelos, lo que provoca que comiencen a desaparecer la comunidad de yerbas y los animales que dependen de éstas. Así, vemos una función importante de los fuegos: devolverle el hábitat a aquellas especies que dependen de las primeras etapas de sucesión, como lo son los herbazales.

No menos importante, hoy en día se sabe que hay semillas que necesitan de altas temperaturas para poder germinar. En Yellowstone, posterior al gran fuego del 1988, aparecieron plantas que hacía muchísimo tiempo no se observaban en sus bosques. Posterior al incendio, se produjo un incremento en la población de muchos animales que dependían de las yerbas.

En Puerto Rico también hay especies, como los lagartijos de hierbazales o jardineros y el gorrión chicharra (Ammodramus savannarum), que dependen de estos herbazales para su sobrevivencia. En resumen, los fuegos “rejuvenecen” las comunidades ecológicas.

Por otra parte, la gran mayoría de la ceniza producida por el incendio forestal, se queda en los suelos. Ésta no es otra cosa que nutrientes que pasarán al subsuelo tan pronto llueva. Los vientos transportaron parte de las cenizas a otras áreas con vegetación, quebradas y ríos, “exportando” nutrientes a otras comunidades.

Aunque los fuegos tienen una función ecológica muy importante, es innegable que representan un gran peligro para los humanos y sus propiedades. Además, ponen en riesgo la vida de todos aquellos que combaten el incendio y se gastan miles de dólares en estos trabajos. Para minimizar los fuegos, podemos depositar basura únicamente en áreas apropiadas para estos fines y evitar tirar colillas de cigarrillos, que son la causa principal de estos fuegos.

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