En el centro del universo

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Por Mario Alegre Barrios / malegre@el nuevodia.com Aunque los astrofísicos aseveran que el universo no tiene un centro, para la doctora Yajaira Sierra Sastre ese lugar sí existe: su pueblo de crianza, Arroyo, de donde nunca se ha ido del todo, a pesar de haber obtenido su doctorado en nanoquímica en la Universidad de Cornell, de ser parte de una selecta comunidad científica y de residir en Ithaca, en el estado de Nueva York. Y es que es en Arroyo donde realmente vive, cada vez que regresa -como en estos días- para ser parte de la comunidad en la que se formó para devolverle algo de lo mucho que le dio. Fue en ese pueblo sureño donde Yajaira supo –a los cinco años- que quería ser astronauta, luego de que don Carmelo –su padre- la despertara de madrugada para que viese una alineación planetaria. “No recuerdo si la vi o no, pero sí se me quedó grabada la pasión con la que mi padre me llevó al patio a ver el cielo”, apunta. Poco después, otra vez la pasión paterna, cuando don Carmelo se pinchó un dedo para depositar una gota de sangre en la platina del nuevo microscopio de su hija y ella pudiese mirar por primera vez lo que hay en ese universo infinitamente pequeño. Esa fue el inicio de su camino a ese microcosmos en el que las partículas son tan minúsculas que se miden en nanómetros y donde en un metro (poco más de una yarda) hay mil millones (1,000,000,000) de ellos. Antes de Cornell -donde se graduó en el 2009- Yajaira obtuvo su bachillerato en el Recinto Universitario de Mayagüez, donde la inspiración de su profesora de primer año de química Ivelisse Padilla, fue determinante en su decisión de dedicarse a esa disciplina, de la misma manera que la pasión de doña María -su madre- definió su vocación por la enseñanza, quehacer que cultiva cuando la investigación se lo permite. Entre Mayagüez e Ithaca -en Nueva York, donde está la Universidad de Cornell- un verano en la Universidad de Stanford convenció a Yajaira que la nanotecnología era su ruta y a ella se ha dedicado en cuerpo y alma durante los últimos años, con énfasis en aplicaciones textiles, como por ejemplo, la protección contra rayos ultravioletas y contra la falsificación de marcas famosas. “Ahora mismo estoy buscando nuevas avenidas para la investigación”, comenta Yajaira. “He estado durante estas semanas en Puerto Rico, en Arroyo, visitando escuelas y dando charlas a los jóvenes para tratar de inspirarlos y que sientan que sus metas puedes ser posibles, de la misma manera como me sucedió a mí”. Yajaira destaca que de todas las satisfacciones profesionales que ha experimentado, una de las más memorables provino de un joven que se sintió tocado por sus palabras. “Me envió una carta muy linda, muy conmovedora”, comenta. “Detalles así son los que son inolvidables y que de alguna manera dan sentido a lo que con tanto amor se hace con la vocación que tenemos y la inspiración que alguna vez nos marcó en el pasado”. Y de lo infinitamente pequeño a lo infinitamente grande: Yajaira no ha perdido de vista la ilusión que le nació de niña, aquella madrugada en la que miró el cielo de la mano de su padre. Sigue alimentando la ilusión de ser astronauta y no hace mucho hizo su solicitud formal ante la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA). Mientras la respuesta llega, Yajaira se esfuerza por estimular a estudiantes y colegas en la Isla a realizar más investigaciones. “La calidad de las investigaciones que se hacen en Puerto Ricio está a la par con la que se está haciendo en varios de los centros más importantes ”, asevera. “Me consta que nuestros científicos son tan capaces y talentosos como, por ejemplo, los de Estados Unidos”.