Engalana el roble el campo borincano

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Por Liz Yanira Del Valle / Especial El Nuevo Día endi.com La naturaleza , ajena a la vorágine de la comercialización que caracteriza a los días de “algo”, celebra en silencio pero con una explosión de colores que engalanan nuestros robles. Pinceladas blancas, rosáceas, lavandas o amarillas brillantes dominan el escenario del paisaje isleño distinguiéndose por la abundante floración de robles que, según el director del Herbario del Jardín Botánico de Río Piedras, Eugenio Santiago, este año es una de las más espectaculares. Otras flores de robles, color rojo cardenal o rojo anaranjado, también gratifican la vista y, aunque no son las más comunes, son importantes porque pertenecen a los robles endémicos de la Isla. Los “tabebuia”, nombre científico que identifica el género de los robles oriundos del Nuevo Mundo, cuya mayoría ubica en el Caribe, pertenecen a la misma familia de las higüeras o “bignoniáceas”. “En los trópicos del Nuevo Mundo, desde México hasta el norte de Argentina, el género de ‘tabebuia’ abunda en aproximadamente 100 especies, de la cuales 60 a 70 ubican en el Caribe. Puerto Rico posee cuatro especies de robles de las cuales tres son endémicas y una es nativa”, explicó Santiago. Recalcó que en la Isla uno de los responsables de la gran floración de este año es el roble blanco o “tabebuia heterophylla”, que junto al roble amarillo, especie exótica oriunda de Suramérica, embellecen el paisaje isleño. Según Santiago, el roble blanco es utilizado en el Caribe como fuente de madera liviana. Esta especie se ha vuelto muy popular entre los horticultores por la vistocidad de sus flores, cuyos colores van desde el blanco puro hasta el lavanda, pasando por el rosado. Además, tolera muy bien las condiciones urbanas, crece en lugares donde la vegetación ha sido destruida, en espacios de terrenos limitados y, aunque no es endémica, exhibe una capacidad de adaptación ecológica sorprendente. Por tal razón, puede ser divisada desde las regiones más áridas (Mona / Guánica) hasta los bosques de mediana elevación de la Cordillera Central. Por otro lado, las flores de los robles endémicos de Puerto Rico son como tesoros ocultos ya que para verles hay que darse una escapadita entre nuestros bosques nublados o de alta elevación. El roble de sierra (“tabebuia rígida”) ubica en la Sierra de Luquillo; el roble colorado (“tabebuia schumanniana”) se encuentra en la Sierra de Cayey y en la Cordillera Central mientras que el roble cimarrón (“tabebuia haemantha” ) radica en la porción oeste de la cordillera Central en especial en los bosques de Susúa y Maricao. Santiago agregó que los tres robles endémicos son de montaña, algunos de bosques nublados (bosque enano; crecen en los picos más altos como Cerro Punta y Pico El Yunque) y sus flores son rojas, sus pétalos son fusionados formando un embudo y son polinizados mayormente por los zumbadores de Puerto Rico. “Este es un caso de aves endémicas interactuando con árboles endémicos”, dijo el científico. Estos árboles son de un tamaño mediano, pero no es indicativo de su maduración. “Los podemos encontrar no tan altos y ya florecidos. Hay que recordar que la floración es el indicativo de la madurez reproductiva de estas especies”, agregó Santiago. Ideal el nativo Sobre la siembra de robles, el botánico mencionó los puntos a favor de las especies nativas, muy en especial del roble blanco. “Estos son árboles propios para sembrar en ambientes urbanos, son resistentes (tanto a la poca lluvia como a los huracanes), son fuente de alimento para la vida silvestre como la fauna urbana (aves e insectos beneficiosos como las abejas) y sirven para reforestar terrenos degradados”, mencionó. En cuanto a las desventajas, indicó que especies exóticas como la del roble amarillo no son resistentes a los huracanes. Otro punto de interés en el mundo científico que estudia estos árboles es el fenómeno de la radiación adaptativa que muy bien queda ejemplificado en los robles endémicos de Puerto Rico. En zonas diversas de la Isla, se dan especies diferentes de robles. Las cordilleras fungen en este caso como islas dentro de la Isla donde cada una presenta la evolución de especies diferentes, de poblaciones aisladas unas de otras. Estos son escenarios o condiciones que propenden a la evolución de especies diferentes. Sobre este particular, Nirzka Martínez, estudiante del Programa Graduado de Biología de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras, realiza una investigación pionera. Martínez estudia la relación evolutiva de las especies de “tabebuia” en el Caribe analizando el material genético de las hojas de estos árboles. Esto contribuirá a entender las relaciones de las especies de Puerto Rico con las de otras islas y del resto del continente. Para Martínez esta es una forma de contribuir a la geneología histórica del grupo que también refinará la clasificación taxónomica del mismo. Asimismo, Santiago señaló que el roble cimarrón crece entre las rocas de serpentinita, la cual tiene algunos elementos difíciles de manejar o tolerar por otras plantas. “Sin embargo, esto mismo permite que crezcan algunas especies, otras no y así esa barrera contribuye al aislamiento de las especies. Se forman regiones de aislamiento que permiten divergencia genética y por tanto, evolución”, comentó Santiago. Sobre estos árboles, el científico indicó que luego de la florecida, “los ovarios de la flor se desarrollan en cápsulas alargadas que abren y liberan cientos de semillas delgadas y aladas que son dispersadas por el viento”.