Estos son los principales tratamientos que se estudian para tratar el COVID-19

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Por: 

Lucía A. Lozada Laracuente

La rápida propagación del COVID-19, enfermedad causada por el coronavirus designado SAR-CoV-2, ha desatado una carrera sin precedentes en la búsqueda de un tratamiento que pueda atacar esta enfermedad.

Equipos de investigadores en todo el mundo, incluyendo en China, donde se originó el brote que desencadenó en pocos meses en una pandemia, han redoblado sus esfuerzos. Hasta este momento, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido que, aunque algunos remedios occidentales, tradicionales o caseros pueden aliviar los síntomas del COVID-19, todavía no hay pruebas contundentes de que los medicamentos actuales puedan prevenir o curar la enfermedad. De ahí la urgencia de investigar la eficacia de algunos de estos para atacar la enfermedad.

En estos momentos, hay cientos de estudios para probar múltiples medicamentos para lidiar con el COVID-19. Entre estos, posibles vacunas y distintos tratamientos farmacológicos específicos.

Según la base de datos de estudios clínicos del Gobierno de Estados Unidos, al momento, 275 de las 334,271 investigaciones en los estados y otros 210 países sobre diferentes condiciones de salud, son sobre COVID-19. Muchos de estos evalúan la eficacia de medicamentos como el remdesivir y el sildenafil, hasta el controvertido uso de la hidroxicloroquina y la suplementación oral con antioxidantes.

Consciente de la necesidad mundial de encontrar posibles tratamientos, la OMS lanzó, además, el estudio multinacional llamado SOLIDARITY (Solidaridad), que busca recopilar los datos más robustos que muestren qué tratamiento sería más efectivo para tratar la COVID-19. Hasta el momento, Argentina, Bahréin, Canadá, Francia, Irán, Noruega, África del Sur, España, Suiza y Tailandia han confirmado su participación.

En SOLIDARITY, los diez países suscritos investigarán simultáneamente la efectividad de cuatro terapias las terapias para tratar la COVID-19: el remdesivir, utilizado para tratar, sin éxito, el ébola; la cloroquina/hidroxicloroquina, un tratamiento contra la malaria; el ritonavir y el lopinavir, una combinación de drogas para tratar el VIH; y el ritonavir/lopinavir junto con interferón-beta, una molécula que ayuda a controlar la inflamación y que ha probado ser efectiva en animales con otro coronavirus, el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS, por sus siglas en inglés).

El infectólogo Armando Torres Nieves, del Sistema de Salud Menonita, explicó cómo funciona cada uno de los estudios.

Remdesivir

De los más que se están analizando está el remdesivir, del que se están corriendo estudios en cuatro formas diferentes en Estados Unidos, tres de ellos son estudios con pacientes de más de 18 años que tienen pulmonía por coronavirus y que están tan complicados que pueden necesitar ventilación mecánica; otros dos estudios son para personas mayores de 18 años que tiene evidencia de pulmonía por radiografía, pero que no están tan complicados, aunque necesitan oxígeno”, detalló el médico, al comentar que lo que tienen en común estos tres estudios es que son con personas que necesitan hospitalización. Otra variante del estudio se dirige al uso compasivo del medicamento, pero, por la cantidad enorme de pacientes que existe, no está tan disponible.

Aunque el remdesivir no fue tan exitoso para tratar el ébola, en pruebas de laboratorio demostró efectividad contra los coronavirus y COVID-19. Sin embargo, aunque su potencial contra la COVID-19 aparenta ser muy alto, estos resultados necesitan replicarse para determinar su eficacia y seguridad. Es una de las opciones que la OMS trabaja con intensidad a través del Estudio Solidaridad.

Cloroquina e hidroxicloroquina

“Quizás, la controversia más grande ha sido con la cloroquina y la hidroxicloroquina”, dijo el doctor Torres Nieves, quien añadió que estos medicamentos, especialmente la cloroquina, han existido desde hace mucho tiempo para tratar la malaria.

“La hidroxicloroquina es una formulación de cloroquina de más potencia farmacológica y se usa, principalmente, para el tratamiento de ciertos tipos de artritis, como la artritis reumatoidea, y para pacientes con lupus y con porfiria cutánea tarda (la más frecuente de un grupo de enfermedades raras denominadas porfirias y que hace que se acumulen sustancias tóxicas en los tejidos dando lugar a síntomas cutáneos, neurológicos o viscerales)”, explicó el infectólogo, quien citó dos estudios que dieron paso a la consideración de estos fármacos para el tratamiento del COVID-19: primero, un estudio en China, donde la cloroquina evidenció una aparente eficacia clínica y virológica contra el coronavirus 2; y, segundo, otro estudio realizado con una veintena de pacientes tratados con hidroxicloroquina y un pequeño subgrupo de pacientes tratados con hidroxicloroquina en combinación con el antibiótico azitromicina, donde aparentaba disminuir la cantidad del virus en las vías respiratorias altas de los pacientes al sexto día de tratamiento.

“Estos son estudios muy preliminares y no tenemos suficiente evidencia de que estos medicamentos son necesariamente efectivos”,acotó Torres Nieves, al enfatizar que “la dinámica científica es darle el beneficio de la duda principalmente en pacientes hospitalizados complicados con neumonía por coronavirus 2”.

La cloroquina se ha usado para tratar la malaria durante años, pero la enfermedad generó resistencia al medicamento. Por su parte, la hidroxicloroquina aparenta tener un poco más de potencia que la cloroquina. No obstante, explicó el doctor Torres Nieves, aunque en Estados Unidos se están llevando a cabo varios estudios controlados, en distintos escenarios, hasta el momento no ha surgido ningún dato que sustente el uso de estos medicamentos, por lo que se necesitan más estudios para evidenciar su seguridad y eficacia. Además, estos medicamentos, utilizados sin el seguimiento médico adecuado, no son inocuos.

“Uno de los efectos secundarios de la hidroxicloroquina con la azitromicina es que pueden prolongar anormalmente una fase del ciclo eléctrico del corazón, provocando arritmias que pueden ser peligrosas y hasta letales”, sostuvo, al agregar que el uso de la hidroxicloroquina se debe reservar estrictamente para los médicos especialistas y para los pacientes con condiciones autoinmunes que la necesitan.

Ritonavir y lopinavir

De esta mezcla de drogas utilizadas para tratar el VIH, el doctor Torres Nieves indicó que, hasta el momento, los datos que han emergido no muestran resultados alentadores.

“No han hecho ninguna diferencia clínica en los pacientes en los que se ha usado”, recalcó, a la vez que adelantó que, aunque pueda que se sigan investigando en otros estudios controlados, probablemente irán cayendo en desuso porque su uso no ha dado resultados satisfactorios.

Ritonavir y lopinavir con interferón-beta

El infectólogo señaló, que, si bien los médicos aún no están expuestos a estas posibles opciones de tratamiento, se están poniendo en el tintero de la investigación científica y habrá que esperar los datos que surjan de los estudios en curso.

Aunque estas opciones de tratamiento son las que menos posibilidades tienen porque no han mostrado ser efectivas (Ritonavir/lopinavir) o porque se tendrían que utilizar en etapas muy avanzadas de la enfermedad, causando más daño que beneficios (Ritonavir/lopinavir e interferón-beta), el consenso del grupo de trabajo de la OMS es realizar una investigación más controlada para descartarlos definitivamente para el tratamiento de la COVID-19.

Colaboración necesaria

En el contexto del COVID-19, la globalización y la tecnología han sido una bendición y una condena. Por un lado, la enfermedad, cuyo potencial infeccioso es alto, se ha diseminado en prácticamente todo el mundo, y, por el otro, la tecnología ha permitidola colaboración a distancia entre investigadores para conocer más de esta enfermedad en evolución. También ha puesto en riesgo a muchas personas que, incautas, evaden las recomendaciones de las autoridades de salud mundiales.

La realidad es que pasará un tiempo antes de tener resultados concretos y que se puedan replicar a gran escala, toda vez que realizar un estudio clínico amerita, precisamente, tiempo, aunque la situación imponga urgencia.

“Definitivamente, que sea en medio de una pandemia con estas características de que afecta a personas de distintas edades y que no se circunscribe a personas supuestamente inmunosuprimidas, trae mucha más alarma, porque tanto para la comunidad científica como para el público general, este es un virus nuevo y uno quiere tener a la mano lo antes posible un recurso -el que sea- para controlarlo, aparte de las medidas que se están tomando”, destacó el doctor Torres Nieves.

“Ya estamos empezando la segunda fase de esta pandemia, que es la fase de que la gente se está dando cuenta de que esto es de verdad, que esto no es broma; y Puerto Rico va a entrar en las próximas semanas, sino en los próximos días, en esa fase de aumento de tensión porque van a darse cuenta de que hay más pacientes infectados en la isla y ahora lo van a internalizar porque las pruebas lo van a demostrar. Sin embargo, nosotros no podemos caer en conductas que lo que han hecho es olvidarnos de los fundamentos que han funcionado, pero que necesitan seguir aplicándose con disciplina y con fe, porque ya tenemos la evidencia en otros países de que han funcionado”, añadió el infectólogo al recalcar la importancia de mantener el distanciamiento social (mínimo de 3 pies de una persona que se vea sana y 6 de una persona que se vea enferma) y lavarse las manos cuando sea el momento indicado, como es antes de comer y después de ir al baño.

Aun reconociendo la importancia y la necesidad de los estudios clínicos, el doctor Torres Nieves enfatizó que, si “seguimos esos fundamentos, vamos a seguir adelante y a sobrellevar le enfermedad”, dijo, finalmente, al recabar el apoyo al Task Force gubernamental para detener el progreso de la COVID-19 en la isla.

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