La boricua que escucha las estrellas

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Por Gloribel Delgado Esquilín / Especial para El Nuevo Día A Wanda Díaz Merced le encantan las estrellas. Dice que nada se puede comparar al momento en que un niño mira al cielo y se queda atónito observando universos que lo hacen brincar y aplaudir. El único detalle es que Wanda no puede ver. Es ciega hace 9 años. Pero eso no la para, piensa que las estrellas son mágicas. Por eso la astrofísica puertorriqueña recorre el mundo escuchándolas. De Puerto Rico a Nueva York; de Nueva York a Washington; de Washington a Bulgaria, a Turquía, a Escocia, a Corea. La boricua se ha lanzado al mundo para hacer lo que pocos pueden: escuchar y analizar la información galáctica que llega a través de los satélites. Una condición conocida como retinopatía diabética le hizo perder la visión. Su ojo se convirtió en un gran eclipse, en el que solo veía manchas y luces. Pero su gran sueño era ser astrofísica, para estudiar las medidas de los satélites y explicar los eventos que ocurren en las galaxias. Tenía 25 años y había estudiado física en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Cayey. Pocos pensarían que esa chica simpática, habladora y cariñosa, perdería la vista y comenzaría un recorrido personal que la llevaría a colaborar con científicos en la NASA y prominentes personalidades del globo. Nadie imaginó que Wanda comenzaría a hacer historia. Eso no fue fácil. Tuvo que atravesar su propia negación y manejar el discrimen y la marginación en uno de los principales centros universitarios de Puerto Rico. “Piensan: esto es una ciega que no va a lograr nada. Eso un estereotipo que te enseña a reconocerlo antes de que se convierta en un síntoma grave. Esa experiencia me preparó para manejarlo de manera humanista”, explica la científica. Gracias a su fortaleza espiritual decidió transformar el veneno en medicina. Contactó a científicos en universidades en Puerto Rico y de afuera, estudió, ofreció tutorías sobre astrofísica en escuelas públicas y privadas, solicitó becas, y en el 2008 visitó la sede de las Naciones Unidas para extender su compromiso. Desde entonces, comenzó una colaboración gratuita con dos escuelas en Etiopía y Turquía, a las que les ofrece periódicamente videoconferencias de astrofísica a jóvenes. Wanda se ríe a carcajadas. Se le escucha feliz, risueña. La científica habla con nosotros a través de la red cibernética desde sus oficinas de investigación en la Universidad de Glasgow en Escocia. Allí completa un postdoctorado en astrofísica. “Nena, te oigo, como si estuvieras aquí. Ay, ahora mismo estuviera en (restaurante) 'El Obrero' comiéndome una rebozada. Aquí tengo los pies fríos, congelaos. Estoy en Escocia y me dicen que la universidad es como un cuento de Harry Potter, un lugar hermoso”, dice a puro grito. Llegó hasta allá para continuar sus investigaciones sobre los sonidos del espacio. Desde el Departamento de Informática de la Universidad de Glasgow, en conjunto con el Departamento de Matemáticas y el Grupo de Astronomía, trabaja en un proyecto de sonificación. Con estos estudios utiliza el sonido -no verbal- para comunicar información que reciben los satélites. “En términos científicos, estamos utilizando el oído para complementar la vista. El análisis científico, siempre ha sido muy visual. Estamos intentando utilizar todos los sentidos. Los seres humanos somos como radiotelescopios, satélites naturales”, explica. En una investigación reciente detectó un cambio de sonido en los datos que recibían sobre vientos solares. En la gráfica, que observaba otro científico a su lado, no se detectó cambios. Pero ella escuchó un sonido poco común. Recurrieron a datos matemáticos y pudieron comprobar, lo que la científica ya había precisado con su oído y su compañero no se percató con la vista. Y más allá de colaborar con otros expertos, a la boricua le interesa humanizar las ciencias. Junto a artistas del patio trabajó datos recopilados en satélites y crearon un recital que estrena en Puerto Rico en abril próximo. La compañía de baile Andanza interpretará sonidos que se crearon de sus trabajos de investigación. Con todo lo que hace, Wanda no para. Confiesa que su fuerza la consigue gracias a sus 16 años de práctica budista. “Es como levantarme y lavarme la boca. Lo hago siempre. He aprendido a no rendirme jamás. Yo sigo pa lante, lo único que yo sé es que cantando 'daimoku', (repitiendo un mantra) actúo con integridad. Soy íntegra con la Humanidad, y algo maravilloso va a pasar”, dice sobre su fe, basada en el budismo de Nichiren Daishonin. Y seguramente algo maravilloso le podría ocurrir. Incluso, recuperar la vista. Para eso cada viernes visita oficinas médicas en el pueblo escocés de Aberdeen. Allí recibe un tratamiento para personas diabéticas que quieren recuperar la vista. “Yo sé que me voy a curar. Vivo en un gran momento. Ahora tengo la buena fortuna de poder escuchar el corazón de la gente a través de su voz. Porque a veces los ojos no nos permiten llegar a lo esencial. Ahora tengo este chance. Pero luego, recuperaré la vista. Eso va a pasar”, proclama esperanzada

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