Las 2 mitades de la felicidad

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Por Julieta Muñoz / Especial para El Nuevo Día endi.com En Puerto Rico, en Estados Unidos, en Cuba, en España, en Portugal, un puertorriqueño se dedica con las fuerzas de su alma -¿estará ubicada en algún lugar de la cabeza?- a “educar e inspirar a nuestra gente para alcanzar el más alto nivel de vida”. ¿Y cómo se logra esto? Todo comienza conociendo el cerebro que, en una reproducción tridimensional, Noel Alicea Cruz, oriundo de Barranquitas y criado en Orocovis, muestra a su interlocutor en dos pedazos. Y, a la vez, anuncia, -tomando con las manos los dos hemisferios-, sin jactancia, pero con certeza, que “la gente tiene el cerebro dividido y yo se lo monto”. Hijo de un agricultor y de una ama de casa, cuando estudiaba el 4to. grado en la 2da. unidad de la escuela del Barrio Botija #2 de Orocovis, recibió su primera beca, de $40, pues un maestro se la prometió si obtenía buenas calificaciones. A partir de ahí, nunca más las bajó. El conocimiento, los cuidados, el desarrollo y la atención al cerebro tal vez sea quizás la panacea y la salvación del malestar de la gente y de la cultura, transitando por los caminos por la neurociencia. ¿Para qué? Para ser feliz. Su verbo es cálido y firme, enuncia con claridad sus pensamientos y se pasea entre el dibujo y los diagramas para ilustrar los planteamientos, - ¿las verdades?- que quiere comunicar. Logra desplazar la atención de su persona al propio cerebro artificial que tiene frente a sí y que, de cierta manera, trata con sumo respeto, como adjudicándole al facsímil pedagógico el mismo valor que le da al órgano que los seres humanos poseen en la parte anterior y superior de la cavidad craneal por ser vertebrados. Alicea Cruz, químico de profesión y profesor de neurociencia, es también un hombre de fe, (al escuchar enunciados de armonía y éxito, entona el “amén”) y en él parecen conjugarse las maravillosas coincidencias y sincronías entre la ciencia y el misticismo. A través de sus explicaciones lleva al interlocutor a recordar el horror de la lobotomía que en algunos países en tiempos se practicó, que consiste en cercenar el cerebro humano con supuestos fines terapéuticos. Fundador del primer Instituto Latinoamericano de Neuroaprendizaje en América, transmite su magisterio “no tradicional” de la neurociencia. En 1999 se retira de la empresa Dupont, donde se desempeñaba en la División de Adiestramiento y Desarrollo Organizacional y, al hacerlo, vuelve a su memoria lo que un maestro le dijo, cuando ganó a los 13 años el tercer premio a nivel Isla con el proyecto científico “El efecto de la contaminación de la gasolina en las quebradas”, quien le profetizó: “Tú serás científico”. “Y yo me lo creí”, explica Noel, porque no basta con escucharlo, sino que también hay que creerlo. Es decir, dar paso o coartar los enunciados que escuchamos, poniendo a funcionar, en la neurocorteza, las neuronas y las glías, (“cuya función estamos empezando a descubrir”), el centro intelectual y creativo a cargo de discernir, evaluar, crear e innovar. Quizás con este sonido-guía en “las entretelas de su alma”, como dice el Quijote (“tú serás científico”), Noel Alicea Cruz se entrega al estudio de la neurociencia cognitiva en Harvard y en el Institute of HeartMath en Boulder Creek, Colorado, mientras que en el Instituto del Cerebro en Stanford, estudia neurocardiología. Su profesión de químico de la Universidad de Puerto Rico lo asiste para comprender la complejidad y precisión del funcionamiento de los tres niveles del cerebro: el centro instintivo que “permite existir”, donde el hipotálamo juega un papel central (comer, dormir, reproducir), al que se le llama cerebro-reptil, “pues no hay diferencia entre el ser humano y los lagartijos en este nivel; el centro límbico, “centro emocional que mueve la energía”, en donde la amígdala juega el rol central, al recoger los estímulos, clasificándolos, coherentes (placer) e incoherentes (dolor), y de donde surgen el aprendizaje, la memoria y el sentir. Y, por último, y de atención primaria, la neurocorteza, el centro intelectual y creativo que “más tarda en aparecer (a los 25 años de edad) y es la primera en irse”: el nuevo cerebro. Es la neurocorteza la que el ser humano debe rescatar de acuerdo a la neurocultura basada en el cerebro. Es en la neurocorteza que forma y anida el pensamiento, vis a vis con la emoción en el sistema límbico. Por momentos se vuelve consciente de su don de traducir conceptos complejos para el entendimiento de los legos y en un instante logra jamaquear al interlocutor recordando que “cada día se renuevan 24,000 millones de células –células madre- y el cerebro les da la dirección y la función (fenotipo) a estas células”. Recuerda también que existe “el cambio en la estructura física del cerebro, el cual se altera físicamente y se prueba mediante la resonancia electromagnética”. El cerebro, pues, no es algo fijo, y nuestras neuronas (100,000 millones) son capaces de regenerarse. “El cerebro sí tiene la capacidad de regenerarse y de renovarse”. Esto se sabe hoy día, lo cual era inconcebible hace algunos años cuando se enseñaba que las neuronas no podían regenerarse. Y aquí estriba la importancia de la neurociencia, del neuroaprendizaje, que conlleva que “necesitamos aprender y todos tenemos la capacidad de aprender y responsabilidad de hacerlo”. Según las enseñanzas de Alicea Marca la singularidad del proceso de aprendizaje “es totalmente voluntario e indelegable pues nadie puede aprender por ti”. Dirigir nuestro pensamiento, implantado en la neurocorteza, requiere que aprendamos, conozcamos el funcionamiento de la Naturaleza, de nuestro cerebro, que sepamos que debido a la neuroplasticidad del cerebro, “las neuronas y las glías pueden ser lo que que ellas quieran. Son las protagonistas y hay que darles oportunidad”. Las preguntas surgen espontáneas cuando nos acercamos a conocer el cerebro, preguntas que milenariamente le han surgido al ser humano, muchas de las cuales todavía no tienen respuesta, otras deben estar sepultadas en el acervo de civilizaciones perdidas. Pero algunos profesionales, como Noel Alicea Cruz, van descorriendo el velo del enigma, lo cual permite el surgimiento de opciones de vida para que el ser humano pueda alcanzar lo que en las constituciones de los estados políticos siempre se proclama: “El derecho del hombre a buscar la felicidad”. Los talleres de neuroaprendizaje que ofrece este barranquiteño, siempre incorporan la enseñanza del balance entre ser, hacer y tener, tríada algo desbalanceada en algunos, pues la prioridad se inclina hacia el tener. ¿Es más importante el cerebro que el alma? “El ser está en el cerebro. El alma es la manifestación de la actividad física del cerebro”. Una actividad que podemos aprender a transformar comenzando por conocer los miligramos de sodio, potasio y cloruro que debemos ingerir diariamente y al mantenernos al tanto de los avances de este campo de la neurociencia en el mundo, que se da la mano con la espiritualidad y con otras ciencias y disciplinas. Al estudiar la palabra cerebro se comienza deletreando sus sílabas, con la gramática, “la puerta de las ciencias” , ciencia ella que estudia los elementos de una lengua y sus combinaciones. Y durante el viaje por el cerebro, con la química se estudia la estructura, las propiedades, las transformaciones de la materia a partir de su composición atómica. Un conocimiento que, entre otros, tiene Noel Alicea Cruz quien también enseña a leer 10 libros por día y a recordarnos a todos el “dictum” “conócete a ti mismo”. Conocimiento que incluye distinguir cómo funciona nuestro cerebro para desarrollar nuestras destrezas para evaluar, discernir, crear e innovar. Y así, ¡ojalá!, tal vez salgamos del hoyo del malestar, vivamos en armonía y aprendamos a ser felices dándonos cuenta de que “siempre serás lo que dices ser”.