Lo que cura, también puede matar

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Inter Press Service
Desde la introducción de la penicilina, los tratamientos antimicrobianos se usan no solo en medicina sino también en veterinaria. Pero su uso excesivo en la producción animal contamina el ambiente y contribuye al aumento de microorganismos resistentes.

Una gran amenaza silenciosa pone en riesgo tanto la salud humana como animal y tiene consecuencias para la seguridad alimentaria y para el bienestar económico de millones de hogares rurales: la resistencia a los antimicrobianos.

El uso indiscriminado y excesivo de productos sintéticos para combatir enfermedades en los sistemas alimentarios y agrícolas genera resistencia a los antimicrobianos (AMR, en inglés). Esto ha causado la muerte de unas 700,000 personas al año, y podría aumentar a 10 millones.

La AMR es un fenómeno natural de microorganismos como bacterias, virus, parásitos y hongos que dejan de ser sensibles a los efectos de medicamentos, como antibióticos, que solían ser efectivos para combatir infecciones.

Pero las prácticas comerciales destinadas a aumentar los beneficios han hecho que esos fármacos se usen cada vez más para prácticamente solo promover el crecimiento de los animales.

“El mundo se encuentra frente a un tipo diferente de emergencia en salud pública, uno que es tan dramático como poco visible”, alertan en un artículo conjunto los directores de tres organizaciones internacionales dedicadas a proteger la salud humana y animal, publicado por el diario The Huffington Post.

“A excepción de las superbacterias, la AMR no causa gran alarma pública”, añaden Monique Elolt, directora general de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y José Graziano da Silva, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

La AMR podría resultar más mortal que el cáncer

“La AMR podría matar a unas 10 millones de personas al año y, según un análisis realizado por el Reino Unido, el costo para la economía mundial podría ascender a $100 billones al año”, precisan los directores de la OMS, la FAO y la OIE.

Si el problema no se atiende, la AMR podría suponer un riesgo hasta para la quimioterapia y las intervenciones dentales y quirúrgicas comunes, pues las infecciones serían difíciles o imposibles de tratar. Las mejoras en salud pública y la prolongación de la vida logrados en el siglo XX podrían estar en riesgo, observaron.

Además del número creciente de fallecimientos atribuidos a las infecciones relacionadas a la resistencia a los agentes antimicrobianos, la AMR también supone un riesgo para la seguridad alimentaria, los modos de vida, la sanidad animal y el desarrollo agrícola y económico del mundo, coinciden las tres agencias especializadas de las Naciones Unidas.

El uso global de productos sintéticos para matar bacterias, virus, parásitos y hongos en los sistema de producción agrícola y alimentaria requieren un esfuerzo concertado para mapear, comprender y mitigar los riesgos de la AMS, precisa la FAO.

La resistencia a los antimicrobianos se describió por primera vez en 1040, pero la comprensión de los diferentes caminos por los cuales aparece esta resistencia y se propaga están en pañales, indica el estudio Drivers, Dynamics and Epidemiology of Antimicrobial Resistance in Animal Production (Factores, dinámicas y epidemiología de la resistencia a los antimicrobianos en la producción animal).

La AMR podrá ser un proceso genético natural de la bacteria, pero era muy raro en muestras clínicas anteriores a la introducción de los antibióticos, precisa el informe técnico en la página 67.

Alimentos contaminados con agentes resistentes a los antibióticos

“Como es frecuente encontrar en el mundo alimentos contaminados con bacterias resistentes, como E. coli y Salmonella, es muy probable que las medidas que promueven un uso prudente de los antimicrobianos sean extremadamente útiles para reducir la emergencia y la propagación de la AMR”, destaca el documento de la FAO.

Frente a este gran desafío sanitario, la FAO, la OMS y la OIE lanzaron en noviembre de 2016 la Semana Mundial de Concientización sobre los Antibióticos.

El estudio resume la magnitud de la AMR en los alimentos y, en especial, en la producción ganadera, que se prevé representará las dos terceras partes del futuro aumento en el uso de antimicrobianos.

El informe recomienda apoyar y fomentar más investigaciones, como la secuenciación molecular y el análisis epidemiológico, para determinar los factores que inciden en cómo y por qué un agente resistente se incorpora en los microbiomas intestinales de humanos y animales. También señala la necesidad de crear protocolos y bases de datos para construir modelos de evaluación de riesgos.

El uso de antimicrobianos con el único fin de fomentar el crecimiento animal debería prohibirse de forma paulatina, subrayó la FAO. Y debería insistirse en alternativas que garanticen la salud animal, como mejores programas de vacunación.

Residuos antimicrobianos en el ambiente

Los residuos antimicrobianos en el ambiente, y en especial las fuentes de agua, debería rastrearse del mismo modo en que se buscan sustancias peligrosas, urge el informe.

“Dado nuestro limitado conocimiento sobre los modos de transmisión, las formas de mitigar la propagación global de la AMR incluye controlar su emergencia en varios ambientes y minimizar las oportunidades de su propagación en lo que podrían ser las vías más importantes”, subraya.

Los autores del documento, expertos del Colegio Veterinario de Londres y de la FAO dirigidos por Juan Lubroth, son cautos respecto de todo lo que resta por conocer, pero subrayan que la evidencia sobre la dimensión del peligro es convincente.

Por ejemplo, las abejas estadounidenses tienen distintas bacterias intestinales que las que se encuentran en otros lugares, lo que refleja el uso de los antibióticos tetraciclina en las colmenas desde la década de 1950.

Las granjas piscícolas del mar Báltico tienen menos genes resistentes que los sistemas acuícolas de China, que ahora son reservorios de genes resistentes a las quinolonas, un grupo de fármacos muy importantes para los humanos y cuyo uso aumentó por la creciente resistencia a antimicrobianos anteriores como la tetracilina.

El último descubrimiento en muchos países de resistencia a la colistina, considerado el último antibiótico en medicina humana, también subraya la necesidad de controlar la producción de animales, pues el fármaco se usa desde hace décadas en la cría de cerdos, aves, ovejas, vacas y peces de piscifactorías.

¿Qué hacer?

El informe de la FAO se concentra en el ganado porque se especula que la demanda de proteínas animales acelerará la producción intensiva, y el mayor contacto en lugares cerrados aumenta la incidencia de patógenos resistentes.

Las aves, la principal fuente de proteína animal, seguidas del cerdo, son importantes vehículos para la transmisión de la resistencia a los humanos.

Los últimos casos detectados en Tanzania y en Pakistán también demuestran el riesgo de la AMR que suponen los sistemas acuícolas que usan desperdicios de la cría de animales para la producción de peces.

Como los animales solo metabolizan una pequeña proporción de los agentes antimicrobianos que ingieren, la propagación de estos a partir de los desperdicios animales se volvió un importante motivo de preocupación, indicó.

Por otra parte, los pequeños agricultores podrán usar menos antimocrobianos, pero suelen comprar fármacos de venta libre sin consultar a un veterinario, y el uso inadecuado de dosis subletales genera una variabilidad genética y fenotípica en las bacterias que sobreviven.

Por último, el informe señala que la colaboración entre todos los sectores y sobre todos los aspectos de la producción de alimentos, desde el campo hasta la mesa, permitirá un aporte fundamental para lograr un enfoque efectivo contra la AMR.

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