Los mogotes de Pandora

Este artículo es reproducido por CienciaPR con permiso de la fuente original.

PDF versionPDF version

Contribución de CienciaPR: 

Este artículo es parte de una colaboración entre CienciaPR y el medio. Por ser contenido original generado por CienciaPR puede reproducirlo, siempre y cuando le de crédito al autor y a nuestra organización.

Autor de CienciaPR: 

Por Daniel Colón-Ramos / Especial El Nuevo Día endi.com Este es el segundo de una serie de tres artículos donde discutiremos conceptos científicos reflejados en la película Avatar. Esperamos que esta serie ilustre cómo la magia de Pandora es sólo una reflexión sobre lo fantástico que es nuestro entorno y cómo las ciencias ayudan a exponernos a esa “magia” presente en nuestro planeta Tierra y en Puerto Rico. La película Avatar se desenvuelve en la luna de Pandora, un mundo fantástico y de gran belleza donde los humanoides nativos, los Na’vi, comulgan con un entorno natural majestuoso. Uno de los ecosistemas más singulares y mágicos presentados en Avatar son las montañas Aleluya, las famosas montañas flotantes de Pandora. Montañas flotantes, tengo que admitir, no he visto en nuestro planeta. Eso sí es mágico, y sus representaciones gráficas estuvieron fuera de liga. Pero cuando se le preguntó a los artistas gráficos de donde sacaron la inspiración para crear singular belleza, no me sorprendió su contestación: las formaciones cársicas. Las zonas cársicas son formaciones geológicas únicas y de gran valor. Son famosas en Asia (en particular en China) por su espectacular belleza, y han inspirado un sinnúmero de pinturas, cuentos y poemas en la milenaria tradición china. De hecho, cuando muchas personas piensan en paisajes de China, se refieren a los famosos paisajes de las zonas cársicas de Asia. Pero no hay que ir a Asia para entender la inspiración que dio paso a la creación de las montañas Aleluya. En Puerto Rico, sobre el 30% de la superficie terrestre del archipiélago son formaciones cársicas. La mayoría de nosotros las conocemos como mogotes. Admito que de primera instancia es difícil creer que los mogotes hayan inspirado las montañas flotantes de Pandora: muchos asocian los mogotes con terrenos baldíos de poco valor agrícola, tapones en la número 2 y peajes en la ruta 22. Sin embargo los mogotes son parte de unas formaciones geológicas únicas y espectaculares. Bajo los mogotes yace todo un sistema de cuevas, sumideros y acuíferos de singular importancia ecológica y geológica. Nuestro carso La zona cársica se formó hace millones de años y es resultado de la acumulación de sedimentos y esqueletos de organismos marinos. E está compuesta principalmente de roca caliza que se acumuló bajo el mar antes de que movimientos geológicos y cambios en el nivel del mar la expusieran a la superficie terrestre. La roca caliza es soluble en agua de lluvia. Por esta razón, cuando llueve, en vez de erosionarse como las montañas de nuestra cordillera central, la roca caliza se disuelve poco a poco, creando espectaculares formaciones geológicas como el sistema de cavernas del Río Camuy, uno de los más grandes del mundo. Pero el carso también es constituido por espectaculares torres, conos, acantilados y sumideros, entre otras formaciones geológicas. Si a usted aún no le convence que los mogotes y la zona cársica se acercan a la belleza de las montañas Aleluya, dese un paseíto por el Río Tanamá en Utuado y luego déjeme saber si Puerto Rico debe envidiarle algo a Pandora. Las zonas cársicas de Puerto Rico son únicas en el mundo. Estas zonas albergan la mayor biodiversidad de flora y fauna en todo el archipiélago borincano. Para muchas de las especies que viven allí, la región del carso representa su principal o único tipo de hábitat. La destrucción del carso puede significar la extinción de estas especies. La zona del carso también tiene grandes acuíferos y manantiales. Estos abastos son fuente de agua potable para un cuarto de nuestra población. La importancia económica y riqueza ecológica del carso dio paso a la Ley del Carso para proteger esta delicada zona del desarrollo comercial y urbano. Recientemente, al menos una propuesta legislativa y una demanda particular ha buscado derrocar esta ley y abrir la puerta a la destrucción de esta infraestructura natural: otra similitud entre lo que pasa en Puerto Rico y la trama de Avatar. No obstante, Avatar es sólo una película y las montañas Aleluya no existen. Nuestras zonas cársicas sí son reales, irremplazables y de enorme valor. (El autor es profesor en la Universidad de Yale y miembro de CienciaPR.org)