Mina de oro para la Isla

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Marie Custodio Collazo / mcustodio@elnuevodia.com
Thinkstock via El Nuevo Día

La industria biofarmacéutica tiene un impacto grande sobre la economía de Puerto Rico, y la gerencia local de estas gigantes multinacionales se propuso comprobarlo.

La Asociación de la Industria Farmacéutica en Puerto Rico (PIA, por sus siglas en inglés) comisionó a la firma Estudios Técnicos un estudio sobre el impacto de las operaciones de manufactura y comercial en la economía del país. Los hallazgos revelan que la influencia de estas empresas en Puerto Rico se extiende más allá de sus empleados.

“La industria biofarmacéutica tiene una importancia monumental para el sostenimiento económico y social de Puerto Rico, dada su alta complejidad tecnológica, la dispersión geográfica que tiene a través de la Isla, y la calidad del empleo y los salarios directos que genera la industria”, comentó Camilo González, presidente de la Junta de Directores de PIA y gerente general de AbbVie (antes Abbott).

No obstante, el ejecutivo destacó que las empresas del sector también impactan de forma positiva las comunidades donde operan, y sus productos generan soluciones innovadoras para mejorar la salud y la calidad de vida de los ciudadanos.

José Joaquín Villamil, economista y fundador de Estudios Técnicos, señaló que el estudio abarcó el impacto de las biofarmacéuticas en la economía, la sociedad, la academia y las organizaciones sin fines de lucro.

El estudio se realizó durante el 2012, e incluyó el análisis de datos de la Junta de Planificación, el Buró de estadísticas del Trabajo y entrevistas y encuestas a personas relacionadas con la industria.

PIA agrupa a 12 biofarmacéuticas multinacionales establecidas en Puerto Rico y empresas afiliadas, en su mayoría firmas locales de servicios.

Durante una mesa redonda con Negocios, PIA reunió a ejecutivos de biofarmacéuticas, empresarios del ecosistema de servicios a la industria y representantes del sector académico y filantrópico del país para discutir el estudio con Villamil.

“Por años venimos hablando y sabemos de ese impacto, pero queríamos que un tercero, una firma especializada, hiciera un estudio objetivo”, dijo Gómez.

Economía frágil

Villamil comentó que el estudio toma en consideración el contexto macroeconómico de Puerto Rico, para poner en perspectiva la situación de la industria biofarmacéutica.

“Ante una economía muy frágil, que ha pasado por lo que ha pasado esta, que tiene un problema de empleo como el que tiene, que tiene unos riesgos muy grandes ante sí, desde (recortes a) los fondos federales hasta la cuestión de las finanzas públicas, la industria farmacéutica representa un elemento estabilizador muy importante”, sentenció el economista.

Mientras la economía de la Isla lleva seis años contrayéndose, la producción de las operaciones de manufactura de estas empresas se ha mantenido prácticamente igual. Aunque no se pueda decir lo mismo del número de empleos o de operaciones, producto de movidas para aumentar la eficiencia y competitividad de las plantas.

En la última década, la situación económica mundial, cambios regulatorios y la culminación del ciclo de múltiples patentes importantes llevaron a que muchas de las farmacéuticas multinacionales realizaran reestructuraciones significativas y se fusionaran, provocando recortes masivos y el cierre de operaciones de manufactura.

La alta concentración de estas empresas en Puerto Rico provocó que la Isla sintiera con fuerza el embate de estos cambios. Durante la primera década del nuevo milenio, los empleos directos en las farmacéuticas fueron de 24,646 en el 2001, pasando por un pico de 28,323 en el 2005, hasta caer a 17,896 en el 2010, según consta en las series históricas del buró federal de estadísticas laborales.

Villamil destacó que, a pesar de las fusiones, cierres y reducciones de personal, las empresas del sector generan, al presente, cerca de 18,000 empleos directos en la manufactura y 2,000 en el área comercial, y el salario promedio devengado es de $62,000. Esto último es el doble que en otras actividades de manufactura y el triple del promedio salarial de Puerto Rico. La nómina anual de la industria asciende a $1,100 millones.

En términos de empleos indirectos, Estudios Técnicos estimó en 68,000 las plazas que se generan como consecuencia de las actividades biofarmacéuticas.

Adicional, el estudio contabiliza la aportación de las farmacéuticas y sus empleados a entidades filantrópicas y la coloca en unos $30 millones anuales, entre dinero en efectivo, trabajo voluntario y donaciones de productos y servicios.

Samuel González, presidente de Fondos Unidos de Puerto Rico, indicó que las donaciones a su organización, provenientes del sector biofarmacéutico promedian más de $3.3 millones al año por la última década, entre las que se cuentan las de los empleados.

El asunto contributivo

“La industria biofarmacéutica sigue siendo la industria que más contribuye al producto interno bruto, por mucho. Aunque, como todo el sector manufacturero, ha perdido empleo, sigue siendo una base importantísima”, dijo el economista.

El estudio detalla que la industria biofarmacéutica representa el 26.5% del Producto Interno Bruto de Puerto Rico y el 57.4% de la producción manufacturera de la Isla. Así como dos terceras partes de las exportaciones.

La historia de esta industria en la Isla ya tiene 50 años, y está ligada a la desaparecida sección 936 del código de rentas internas federal. Aunque dichos incentivos ya no existen, el Gobierno local ideó otro tipo de incentivos que le da un trato contributivo preferencial a estas corporaciones.

Por esto, cada vez que surge un debate sobre la situación fiscal de Puerto Rico se menciona la necesidad de imponer contribuciones a estas corporaciones. De ahí el fatídico impuesto de 4% (Ley 154) criticado por la forma atropellada en que se aprobó e implementó, sin el más mínimo aviso o discusión con los perjudicados. La ley que lo creó establece que el tributo irá en descenso, desde 4% el primer año hasta 1% en el sexto año, y luego será sustituido por la regla de fuente de ingreso, que no está muy clara.

El miércoles -al cierre de esta edición- ejecutivos de las principales farmacéuticas en la Isla se reunieron con el gobernador Alejandro García Padilla y con la secretaria designada de Hacienda, Melba Acosta, en aras de buscar alternativas tributarias beneficiosas para ambas partes.

En entrevista con Negocios, previo a ese encuentro con el gobernador, los portavoces de las biofarmacéuticas reiteraron que previo al impuesto del 4%, el sector siempre había sido generoso en sus aportaciones al fisco.

“Algo que no es de conocimiento público es que, en el pasado, la industria ha ayudado distintas administraciones a cuadrar presupuestos a finales del año fiscal, ya sea adelantando pago de contribuciones, o de repatriaciones que conllevaban retención, o regalías, etcétera. Y se hizo por el compromiso que siempre ha existido con el Gobierno y la comunidad”, expresó Carlos Bonilla, experto en contribuciones y ejecutivo de Lilly del Caribe.

El reporte de Estudios Técnicos sobre la industria muestra que, sin contar el tributo establecido por la Ley 154, las empresas del sector aportan $997.6 millones, entre tributos estatales y municipales. En tanto, con el tributo de la Ley 154 –aplicable a las ventas entre filiales de las corporaciones foráneas–, la aportación en el 2012 llegó a $3,000 millones.

Villamil señaló también que se debe tomar en consideración las contribuciones que pagan los empleados de la farmacéutica, que de forma conservadora calcula en $111 millones.

Bonilla abundó que la industria está disponible para buscar soluciones a los problemas de Puerto Rico, tanto por una cuestión de responsabilidad social como del efecto que pueden tener en la estabilidad de las operaciones establecidas aquí.

Internacionalización

Otro aspecto que discutieron los ejecutivos de PIA fue la inserción de Puerto Rico al mercado global, tras la desaparición de la sección 936, ya que se eliminaron los incentivos que abarataban los costos de producir solo para Estados Unidos.

Bonilla mencionó que con el fin de las 936 comenzó una nueva era, en la que las plantas se volvieron más competitivas para poder exportar a mercados internacionales. Hoy, los productos de las plantas de Puerto Rico se venden en 62 países.

“Bajo las 936 existían dos métodos de cómputos para las ganancias de la empresas establecidas en Puerto Rico, uno era para cuando le vendías a Estados Unidos y otra para cuando exportabas fuera. Había una diferencia significativa en la ganancia que obtenía la filial en Puerto Rico”, recordó el ejecutivo.

Esto obligó a las empresas a ajustarse los pantalones para ser más eficientes y reducir los costos operacionales. La pérdida de la sección 936 también implicó el fin del incentivo para tener una mano de obra numerosa, y el principio de la caída en el número de empleos.

A pesar de que resaltó que no ha existido otro incentivo económico tan eficiente, atractivo y beneficioso para Puerto Rico como las 936, reconoció que su fin propició la internacionalización de las operaciones locales.

“La última averiguación que hicimos indica que el 100% de las plantas de manufactura farmacéutica en Puerto Rico exportan a mercados globales... 88% de las firmas que operan en Puerto Rico han lanzado, desde el 2009, productos nuevos desde aquí, para un total de 21”, dijo Carlos Ceinos, vicepresidente de PIA y gerente general de Novartis.

Puntualizó que el trabajo que realizan los casi 20,000 empleados de la industria en la Isla es supervisado por unas 17 agencias regulatorias de alrededor del mundo. Entre los países que envían inspectores a las plantas de Puerto Rico mencionó a Brasil, Alemania, Canadá, Corea, Reino Unido, Australia, entre otros.

“Somos parte de una industria bien global. Hay que seguir buscando nuevos mercados. Tenemos una infraestructura establecida en Puerto Rico que ha demostrado un patrón de excelencia y hace mucho sentido que se utilice como plataforma para exportar productos a todo el mundo, no solo a Estados Unidos”, manifestó Esteban Santos, quien ha ocupado múltiples posiciones en Amgen y recién fue nombrado vicepresidente de Manufactura Global de la biotecnológica.

Valor educativo

Para el otrora vicepresidente de la operación local de Amgen –en Juncos–, estar expuestos a una variedad de agencias regulatorias le da una ventaja competitiva adicional a los empleados de estas plantas. Esto puede explicar que haya decenas de puertorriqueños que ocupan puestos de liderazgo en las operaciones de farmacéuticas multinacionales en diferentes países, algo que todos los ejecutivos participantes en la mesa redonda conocen de primera mano porque han estado destacados en el extranjero.

Pero desde antes de que adquieran la experiencia práctica, el nivel de educación de los empleados puertorriqueños tiene mucho que ver en los resultados positivos que obtienen estas empresas.

Según Ceinos, cerca del 65% de las personas que laboran en las biofarmacéuticas en Puerto Rico tienen, por lo menos, un grado asociado, y el 11% de ellos tienen doctorados. La mayoría de los estudios son en ciencias e ingeniería.

“El nivel de educación de nuestros empleados asegura que nosotros podamos seguir manejando las tecnologías emergentes en los próximos años”, afirmó el vicepresidente de PIA, quien también confía en que aumenten las actividades de investigación y desarrollo que se realizan en la Isla.

La doctora Rosa Buxeda, de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, es fiel creyente de que la Academia tiene que estrechar los lazos de colaboración con la industria, tanto para beneficio de los estudiantes como del país.

“Creo que la industria biofarmacéutica es uno de los principales motores de empleos en el país. Por el nivel de tecnología que conlleva y nuestros egresados tienen ese peritaje por una serie de experiencias que hemos estado desarrollando para adaptar nuestros currículos a las demandas laborales”, señaló Buxeda.

Santos alabó este tipo de alianzas, que beneficia tanto a la Academia como al sector privado, por un lado, las instituciones se mantienen actualizadas y atraen estudiantes, y las empresas reciben empleados que saben cómo funciona la industria y necesitan menos tiempo de adiestramiento al comenzar en el trabajo.

“No solo necesitamos que las universidades nos provean buenos talentos, sino que necesitamos que esos talentos sepan cómo funciona la industria farmacéutica”, resaltó Santos.

Acceso a innovación

Otro componente de educación, pero esta vez más directa a los ciudadanos y a los profesionales de la medicina está en manos de las divisiones comerciales de las farmacéuticas.

Las leyes federales limitan las formas en que estas empresas pueden promover sus productos, en particular aquellos que se venden con receta. Por lo tanto, la información llega más en forma de orientación sobre las condiciones de salud para los pacientes, mientras que los médicos reciben información sobre los beneficios y riesgos de las nuevas terapias disponibles.

Gómez también resaltó que el área comercial está a cargo de los estudios clínicos, un área que, según los datos que recopiló Estudios Técnicos, aporta $35 millones anuales a la economía de Puerto Rico, y que ayuda en la formación de los profesionales y provee acceso a terapias innovadoras.

“Esto avanza la cultura científica de Puerto Rico, además, cuando lanzamos un producto, tenemos evidencia de su efectividad en los pacientes de aquí”, dijo el presidente de PIA y gerente general de AbbVie.

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