Proponen la creación de la Academia Nacional Científica Puertorriqueña

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Por: 

Gerardo E. Alvarado León

El profesor Daniel Colón Ramos está convencido de que, si existiera la Academia Nacional Científica Puertorriqueña, la respuesta del país a la pandemia de COVID-19 sería más efectiva.

Lo mismo habría pasado con el manejo de las emergencias provocadas por los huracanes Irma y María, en 2017, el terremoto del pasado 7 de enero y muchas otras decisiones de política pública con impacto directo y amplio sobre la ciudadanía.

“Las decisiones que afectan la vida de los puertorriqueños no deberían estar a la merced de esfuerzos voluntarios de almas caritativas. Deberíamos tener algo mejor”, afirma Colón Ramos, quien enseña Neurociencia y Biología Celular en la Universidad de Yale. “Desde mi punto de vista, un país que no tiene una academia nacional científica es como si no tuviera internet o agua potable hoy en día. Es una falla crasa”, añade el también síndico del Fideicomiso de Ciencia, Tecnología e Investigación de Puerto Rico.

La idea de crear la Academia Nacional Científica Puertorriqueña no surge de la nada. “Casi todos los países industrializados tienen academias científicas”, dice, y resalta que la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos se fundó, en 1863, bajo la presidencia de Abraham Lincoln.

En Estados Unidos, además, algunos estados tienen sus propias academias científicas. Colón Ramos, por ejemplo, pertenece a la de Connecticut. “Pero no soy parte de la de Puerto Rico, donde nací y me crié, porque ni siquiera existe. Aun así, tengo la aspiración de que se pueda lograr”, declara.

Colón Ramos describe las academias científicas como “espacios con diferentes propósitos”, siendo uno de los principales la creación de “comunidades científicas que puedan ser una interfase con las políticas públicas y lo que está pasando en la sociedad”. El fin máximo, dice, es que el pueblo se beneficie de los conocimientos científicos.

Con la Academia Nacional Científica Puertorriqueña, dice, el país hubiera empezado a atender la pandemia de COVID-19 desde antes de marzo, cuando el gobierno decretó un “lockdown” o cierre forzoso para frenar los contagios. Tampoco hubiera sido necesario crear el grupo de trabajo o “task force” médico, pues los científicos habrían estado al tanto de la situación a nivel global y hecho recomendaciones directas al Ejecutivo.

“Las academias científicas establecen líneas de comunicación más abierta. Aunque admirable, el esfuerzo de los colegas que fueron parte del ‘task force’ no dejó de ser una reacción ‘ad hoc’ (voluntaria). La pandemia nos recuerda constantemente que se necesitan comunidades científicas preparadas”, destaca.

Colón Ramos lleva, al menos, 15 años impulsando la creación de la Academia Nacional Científica Puertorriqueña. En 2006, cuando cofundó Ciencia Puerto Rico, la conversación era que en la isla no se hacía suficiente ciencia ni había muchos científicos.

Hoy por hoy, esa entidad sin fines de lucro es una red de 14,000 científicos, estudiantes y educadores boricuas aquí y en más de 50 países. “Somos una comunidad científica puertorriqueña que está geográficamente dispersa”, indica.

Para el profesor, que el mes pasado fue electo a la Academia Nacional de Medicina de Estados Unidos, la Academia Nacional Científica Puertorriqueña “sería una casa y le daría dirección” a otras entidades presentes en la isla, como Ciencia Puerto Rico, la División del Caribe de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS Caribbean) y el Fideicomiso de Ciencia, Tecnología e Investigación de Puerto Rico, entre otras.

“Hace falta apalancar esto para crear una comunidad científica que responda de manera ágil a las necesidades que hay en Puerto Rico. No existe una organización que reúna a las mejores mentes, más allá de las consideraciones políticas, para atender esas necesidades, que van desde temas de salud y educación hasta comercio y economía”, apunta.

En esa línea, agrega que las academias científicas “son apolíticas” y que, por lo regular, funcionan mediante acercamientos del gobierno, el sector privado u organizaciones sin fines de lucro. Dichas entidades exponen un problema o situación a las academias, cuyos miembros realizan estudios –con la mejor ciencia disponible– y emiten recomendaciones. Los estudios pueden ser de aplicabilidad a múltiples jurisdicciones.

Colón Ramos explica que, para la creación de la Academia Nacional Científica Puertorriqueña, se necesita legislación, que espera y confía sea sometida y aprobada en el próximo cuatrienio. Se necesita, además, que dicha legislación asigne presupuesto, pero no para pagarles a los científicos –que trabajarían de forma voluntaria–, sino para establecer una estructura administrativa, una sede y ayudar con la publicación de hallazgos.

“Sería una inversión importante y no por la cantidad, sino por el impacto. Ya hay muchos esfuerzos voluntarios, por lo que se necesita una estructura administrativa que ayude a amarrarlos y potenciarlos. Eventualmente, se necesitaría una sede que ayude a los científicos a reunirse. La parte más costosa son los conocimientos y los científicos no estarían cobrando porque parten de su compromiso social de salvar vidas”, asevera.

En el ínterin, desde su rol como síndico del Fideicomiso de Ciencia, Tecnología e Investigación de Puerto Rico, Colón Ramos impulsa el financiamiento de proyectos de investigación y desarrollo. También, ha creado comisiones con científicos –dentro y fuera de la isla– para estudiar asuntos de interés, como las pruebas de COVID-19 y los datos de la pandemia.

Su expectativa es que dichas comisiones “se amarren en una estructura más formal”, que sirva como zapata a la Academia Nacional Científica Puertorriqueña.

“Si logramos esto, el mensaje que enviaremos al mundo es que Puerto Rico toma la ciencia en serio”, concluye.

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