¡Que no muera el Coquí!

Este artículo es reproducido por CienciaPR con permiso de la fuente original.

PDF versionPDF version
Por José Javier Pérez / end.jperez1@elnuevodia.com endi.com El zumbido es molestoso. Se acerca a la oreja y produce tal escalofrío que la primera reacción es sacudir la cabeza de un lado a otro y agitar ambas manos, como si uno fuera un pájaro levantando vuelo. Si un mime o un mosquito es molestoso, imagine bandadas de estos insectos alados merodeando su cuerpo para aterrizar en él y ensartar sus minúsculos aguijones para chupar el vital fluido sanguíneo. El calentamiento global será perdidoso para muchas especies, como el oso polar, ciertas poblaciones de aves, anfibios, arrecifes de coral y peces. Pero los mosquitos y otros insectos, algunos portadores de enfermedades, están de plácemes. Prepárese. Porque el incremento en la humedad y la posible reducción en la población de controladores de insectos -como las ranas y coquíes- harán que estos a veces incómodos visitantes dominen el reino animal, explica Ana Román, bióloga del Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre (USFWS, por sus siglas en inglés,) especializada en conservación de costas y humedales. “En Puerto Rico la preocupación mayor es por un crecimiento en los casos de dengue”, dice Román. Ya la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que el calentamiento global aumentará la proliferación de organismos portadores de enfermedades como son los roedores y mosquitos, al aumentar la cantidad de áreas cálidas y húmedas para reproducirse. No sólo aumentarán su población, sino que incrementarán su distribución, extendiendo sus dominios. “En 1997, el mosquito de la malaria se extendió a zonas altas donde antes no había estos insectos”, dice Román. Este cambio explica las razones por las cuales el dengue ya está atacando zonas altas en Costa Rica, México, India y Argentina, según datos de la OMS. Aparte de los impactos en la salud, la proliferación de insectos catapultará el impacto negativo que ya causan en la economía familiar. En Estados Unidos, por ejemplo, las termitas causan pérdidas que sobrepasan los $2,500 millones anuales. Esto es más que los daños causados por incendios, terremotos, tormentas y huracanes, según datos de la Asociación Americana de Entomología. El calentamiento global agravaría este escenario, advierte esta entidad. La pérdida de biodiversidad Se sabe que el calentamiento global tendrá un impacto en la biodiversidad, pero existe incertidumbre sobre su magnitud, dice Armando Rodríguez, biólogo y experto en murciélagos. “La incertidumbre es porque no sabemos qué acciones, si alguna, tomará el ser humano para remediar el problema”, indica. Se ha pronosticado que para el año 2100 la temperatura del planeta aumentará entre uno y tres grados centígrados (33.8 a 37.4 grados Fahrenheit). En el caso de los murciélagos, hay un modelo que pronostica que ese incremento en la temperatura podría aumentar el área de distribución del murciélago vampiro de zonas en México hasta áreas de California y Texas. Esto podría crear problemas en el ganado, del que este murciélago se alimentaría. Rodríguez no esperaría un impacto adverso en la población de murciélagos de Puerto Rico, por tratarse de especies que ya viven en un clima tropical. Sin embargo, eventos como fuertes huracanes, que podrían incrementarse a causa del cambio climático, podrían reducir la disponibilidad de alimentos y afectar adversamente la población. Esto ocurrió en 1998 tras el paso del huracán Georges. “Hallamos una mortalidad grande de murciélagos que murieron de hambre”, narra. Amenazados los coquíes Tres especies de coquíes ya han desaparecido por razones atribuidas al cambio climático: el Coquí Palmeado, el Dorado y el Coquí de Eneida. La causa específica apunta hacia un hongo -identificado como Bd- que se cree ha proliferado precisamente por las alteraciones en el clima, explica el biólogo Rafael Joglar, estudioso de los coquíes. Este hongo ataca la piel del anfibio y se cree que impide que respire y se rehidrate. A nivel mundial, es el responsable de la desaparición de más de 200 especies, dice Joglar. Las épocas de sequía son las más peligrosas para los coquíes y otros anfibios, particularmente los que viven en las altas montañas, donde este hongo vive por el clima frío. Y es que en estas épocas los coquíes se congregan en los bolsillos húmedos, propiciando que los anfibios enfermos con el hongo contagien masivamente a los sanos. Una reducción en la población de coquíes y anfibios podría ocasionar una explosión poblacional de insectos de los cuales se alimentan. Pero también metería en problemas a especies de aves que tienen en los coquíes y otros anfibios su plato alimentario favorito. “Pero aún: imagínate las noches borincanas sin coquíes”, dice Joglar. En riesgo las aves Las aves ya están sufriendo el desfase natural que experimenta el planeta. Y es que se han documentado casos de especies de aves que llegan a sus áreas de reproducción antes de que estén disponibles los insectos que les servirán de alimento, explica Francisco Vilella, catedrático de la Universidad de Mississippi y experto en aves. Hay aves que son más tolerantes y logran adaptarse. Pero habrá otras que, ante la rapidez de estos cambios, no podrán ajustarse y desaparecerán, explicó. “Se presume que muchas especies endémicas tendrán mayores posibilidades de desaparecer porque su hábitat es más restrictivo y no pueden migrar o escapar a otros lugares”, dijo Vilella. Un estudio de la organización Clear The Air documenta algunas de estas alteraciones -específicamente en Estados Unidos y el hemisferio norte, donde mencionan ejemplos que revelan cómo la primavera está llegando cada vez más temprano. Por ejemplo, las lilas y las madreselvas están floreciendo seis días antes; los cardenales del norte están cantando 22 días antes; los gansos canadienses, los tordos y los chotacabras están llegando más temprano; la aguileña, el flox forestal, el vencetósigo y la estrella fugaz, todos ellos están floreciendo antes; la temporada de apareamiento de pájaros tales como el arán común y el arrendajo mexicano está empezando más temprano. Las golondrinas bicolor están poniendo sus huevos nueve días antes; las ranas están empezando su temporada de apareamiento 12 días antes; y la cadena de alimentos marinos está siendo desbaratada ya que las flores del plancton llegan más temprano. El derretimiento de la nieve en primavera en la parte occidental de Estados Unidos está ocurriendo 4 semanas antes que a mediados del siglo XX; la temporada de crecimiento en las latitudes superiores del hemisferio norte es 12 días más larga; los lagos y ríos se están congelando seis días más tarde y se están derritiendo seis días antes; y los inviernos más cálidos están adelantando la temporada de la miel de arce en el año. El calentamiento global podría, además, alterar patrones de lluvia necesarios para generar el alimento que necesitan las aves. En Puerto Rico es difícil precisar qué especies de aves se afectarán, pero podría especularse que las comunidades de las costas y humedales serían las más vulnerables ante los incrementos en el nivel del mar que se espera ocurran. Esto pone de manifiesto la necesidad de aumentar las áreas protegidas, ante la posibilidad de que los cambios climáticos que ya asoman provoquen la desaparición de muchos hábitats críticos, sugirió Vilella. “Lo que me sorprende es que en Puerto Rico no se hayan extinguido más especies con lo poco que tenemos protegido”, dijo el biólogo.