Un tesoro ecológico en plena ciudad

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Por Dr. Jorge Bauzá-Ortega / Especial El Nuevo Día El Nuevo Día La zona metropolitana además de edificios, carreteras y semáforos contiene un gran tesoro ecológico. Hablamos del Estuario de la Bahía de San Juan, un sistema acuático formado por cuerpos de agua conectados por canales, lagunas, humedales y manglares. Se estima que más de 160 especies de aves se alimentan y reproducen en el Estuario, sobre 130 especies de peces nadan entre sus aguas y algunas en peligro de extinción, como el manatí antillano, buscan refugio en sus tranquilas aguas. Esta diversidad no es un evento fortuito pues responde precisamente a que es un estuario: un lugar en la costa donde el agua dulce que fluye de los ríos y quebradas se mezcla con el agua salada del océano. El resultado, un sistema con especies de agua dulce que van y vienen, especies oceánicas que hacen lo mismo, más las especies propias que viven todo el tiempo en el estuario. Los cuerpos de agua que lo forman son la Bahía de San Juan, el Canal San Antonio, Laguna del Condado, el Caño Martín Peña, la Laguna San José, Laguna Los Corozos, el Canal Suárez, Laguna Torrecilla y Laguna de Piñones. La Bahía de San Juan es el cuerpo de agua de mayor extensión de todo el sistema. Su riqueza ecológica fue elogiada en las primeras crónicas de los conquistadores. Gracias a la reubicación de las descargas de aguas tratadas en la década de los 80, la calidad del agua se considera como una de las mejores del Estuario. Otro cuerpo de agua saludable y muy diverso es la Laguna Condado. Esta alberga una gran diversidad de especies marinas pues encontramos comunidades de coral, praderas de yerbas marinas, manglares y una playa arenosa de gran valor recreativo. Precisamente es aquí donde se observa el manatí antillano. Otro ecosistema de gran valor es la Ciénaga Las Cucharillas. Este humedal herbáceo constituido por plantas y herbazales contiene una laguna llamada Laguna Secreta. En dicha laguna observamos la mayor diversidad de aves migratorias. Además de su valor ecológico, este humedal protege a las comunidades de inundaciones pues actúa como una gran esponja que absorbe y retiene el agua de lluvia. En dirección hacia el este encontraremos la Laguna San José y los Corozos, reconocida fácilmente por el puente Teodoro Moscoso. Estas lagunas son el eje central del Estuario pues están localizadas precisamente en el punto medio de todo el sistema. La realidad es que ambas están unidas y desde el aire son un solo cuerpo de agua. Está división responde a uso y costumbre, aunque hemos detectado sutiles diferencias químicas y biológicas en aguas y sedimentos. Estas lagunas carecen de conexión directa al Océano Atlántico pues una de sus fuentes principales de agua salada es a través del Caño Martín Peña, severamente impactado y bloqueado por la contaminación. No obstante, la Laguna San José sustenta una pesca artesanal de cocolías y otras especies como el róbalo y la mojarra. Además, es muy conocida local e internacionalmente por los aficionados a la pesca recreativa de la captura y liberación del sábalo, una especie muy cotizada por la pelea acrobática que ofrece cuando se le anzuela. Como complemento, estas lagunas albergan una impresionante diversidad de aves. Termina nuestro Estuario con las lagunas Torrecilla y Piñones. Estas forman parte de la Reserva Natural del Bosque Estatal de Piñones. Es aquí donde encontramos el bosque de mangle de mayor tamaño en todo Puerto Rico pues cubre unas 56,663 cuerdas. Estas lagunas están bordeadas por manglares que albergan aves, actúan como viveros de peces y crustáceos, purifican el agua y protegen la costa de la erosión. Hacia la costa hay playas arenosas, costas rocosas, bosques costeros y dunas - en fin- un paisaje de valor incalculable. Queda claro que contamos con un gran recurso natural en la ciudad que está disponible para la investigación, la recreación y el esparcimiento. Pero a su vez existe una onerosa realidad. A través de los siglos y décadas el Estuario de la Bahía de San Juan ha sido impactado y maltratado por el desarrollo poco planificado y la contaminación en todas sus manifestaciones. Estos impactos incluyen descargas de aguas usadas sin tratar, desecho de desperdicios sólidos, dragados del fondo y los rellenos de sus márgenes. Sin olvidar la deforestación de su cuenca hidrográfica y la canalización de ríos y quebradas. Por todo esto es imperante conservar lo que nos queda y restaurar lo que fue impactado. Pues todos podemos contribuir formando parte de la solución y no del problema. (El autor es oceanógrafo y asesor científico).