Valioso el humedal por su diversidad ecológica

Este artículo es reproducido por CienciaPR con permiso de la fuente original.

PDF versionPDF version
Por Eugenio Hopgood Dávila / ehopgood@elnuevodia.com endi.com TOA BAJA - Entre la multiplicidad de sonidos silvestres del humedal de Sabana Seca, el oído del ecólogo captó un llamado muy agudo, apenas perceptible, que le pareció diferente a la de todos los demás animalillos conocidos. El próximo paso fue ver al coquí, tan minúsculo que cabe sobre una uña, diferente a las otras 17 especies conocidas del País. Entonces, el ecólogo Neftalí Ríos pudo comprobar que aquel coquí nunca antes registrado era el que emitía el agudísimo llamado que primero le llamó la atención. El tercer paso, “el más divertido”, según el científico, fue asegurarse que no se trataba de una especie que la ciencia ya conociera en otras tierras. Para Ríos, no obstante, la importancia de preservar el humedal, que incluye parte de los terrenos de la antigua base naval de Sabana Seca y una finca del Gobierno colindante va más allá del coquí llanero. “Es un área de menos de tres kilómetros cuadrados que aparenta ser un reducto histórico de lo que fueron los humedales en Puerto Rico; representa un hábitat que desapareció casi por completo por actividades como la agricultura”, dice Ríos. “Allí hemos encontrado también dos especies de planta, el llanero, insectos nuevos, es un lugar especial en diversidad que no había sido estudiado, un ecosistema muy valioso”, agregó entusiasmado. Ríos defiende la designación de la mayoría de los terrenos del área sur de la base naval como hábitat natural crítico del coquí llanero porque entiende que para preservar el hábitat natural crítico esencial, donde vive el coquí, es necesario evitar desarrollos urbanos en el área circundante. “Es un área de amortiguamiento. Podría haber actividad humana, pero que no altere el flujo de agua ni se rellenen los suelos que son naturalmente inundables, porque alteraría la hidrología de todo el lugar”, argumentó el ecólogo, quien cree que la actividad a desarrollarse puede ser “de bajo impacto, como un parque pasivo para el disfrute de la familia”. Ríos indicó que en los 116 acres del área ya edificada de la base se puede desarrollar una comunidad comparable al pueblo de Toa Baja y opinó que Forest City, sencillamente, busca que el área de amortiguamiento se demarque lo más lejos posible hacia el oeste para maximizar las posibilidades económicas de la venta y desarrollo de esas tierras. Finalmente, Ríos restó mérito a la decisión de Forest City de donar cientos de cuerdas para conservación ya que, según dijo, la misma Marina de Guerra de Estados Undios ya estableció como condición de venta el que se destine para conservación las áreas de mogotes y del humedal. Sobre el argumento de que un desarrollador privado ayudaría a prevenir otras amenazas al coquí llanero, Ríos opinó que esa protección es un deber del estado. “Es difícil creer que un administrador privado va a defender eso allí. Lo que puede pasar es que se pongan creativos y empiecen a alterar las condiciones y a rellenar”, añadió el joven científico.