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Compartiendo la ciencia detrás de la salud, la enfermedad y el bienestar

¿Qué es COVID-19 y por qué se le ha dado tanta atención?

Imagen de Neysha Martínez-Orengo
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Los virus han sido protagonistas de muchas enfermedades y epidemias a través de la historia de la humanidad. El novel coronavirus SARS-CoV-2 causante de la enfermedad “Coronavirus Disease 2019” (COVID-19) no es la excepción a dichos desafíos científicos y de salud pública. El COVID-19 ha sido catalogado por la Organización Mundial de la Salud (WHO por sus siglas en inglés) como pandemia debido a la extensión de casos reportados a nivel mundial. Ante tal escenario, muchos en la comunidad general están interesados en conocer un poco más acerca de qué es este virus, qué sabemos hasta el momento y cómo se compara con otros virus.

Existen más de 70 familias de virus entre las cuales se encuentra la familia de los coronavirus. Los miembros de esta familia pueden infectar tanto a animales como a humanos. La primera descripción de un coronavirus en humanos se remonta a los años 1960s. Desde entonces se han clasificado siete tipos de coronavirus. Hay cuatro tipos comunes los cuales infectan a personas alrededor del mundo todos los años y su sintomatología es más parecida a un resfriado común. Aparte de estos, hay otros tres tipos de coronavirus que infectan animales, pero tienen la capacidad de evolucionar e infectar a humanos. En esta categoría se encuentran el MERS-CoV, SARS-CoV y el novel SARS-CoV-2. Tanta atención al SARS-CoV-2 se debe a que no se había identificado previamente en humanos y posee características distintas a los demás coronavirus. Por ende, no tenemos medicamentos o vacunas específicamente para este tipo de coronavirus. Al momento, el manejo de casos clínicos va principalmente dirigido a tratar los síntomas y ofrecer asistencia a personas con enfermedades crónicas y otras complicaciones de salud.

Los siguientes datos estadísticos brindan una idea de la magnitud de infección y mortalidad del nuevo virus en comparación con otros coronavirus. En el 2002 apareció el “Severe Acute Respiratory Syndrome” (SARS) en China y se extendió a 26 países. Durante su brote se reportaron más de 8,000 casos y alrededor de 800 muertes (tasa de letalidad 10%). En el 2012 el “Middle East Respiratory Syndrome” (MERS) se originó en Arabia Saudita y se extendió a 27 países. Desde entonces se han reportado alrededor de 2,500 casos y 858 muertes (tasa de letalidad 34%). En el caso del COVID-19, los primeros reportes salieron en diciembre 2019 en China y su origen se asocia con un mercado de mariscos y animales vivos. Este evento sugiere el primer contacto y transmisión del virus de animal a humano y luego de persona a persona. En menos de tres meses van más de 160,000 casos reportados (alrededor de 75,000 recuperados) y más de 6,000 muertes (tasa de letalidad 3.8%) en 146 países/regiones. Los datos demuestran que, aunque la tasa de mortalidad del COVID-19 es menor a la de SARS y MERS, el riesgo de contagio es mucho más alto.

A pesar de lo rápido que este virus se transmite, el mismo puede ser contenido si la acción preventiva es agresiva y temprana. De no lograrse esto, típicamente se comienzan a ver casos aislados de personas que no necesariamente tuvieron contacto directo con alguien infectado. Ya entonces se hace difícil contener y se pasa a intentar mitigar el contagio.

Mucho se ha comparado el COVID-19 con la influenza pero los virus causantes de estas enfermedades son distintos. Ambas son infecciones del tracto respiratorio y comparten algunos síntomas pero afectan a la población de manera diferente. Si bien el número de personas contagiadas con influenza y personas que pierden la vida anualmente por esta causa es más alta, no menos cierto es que la tasa de fatalidad de la influenza (0.1%) está muy por debajo de la del COVID-19. Una gran diferencia es que tenemos tratamiento disponible y vacunas para prevenir la influenza. Por eso la manera más efectiva de evitar el contagio con este nuevo virus sigue siendo el lavado de manos constante con agua y jabón, desinfectar superficies y aislarse o evitar contacto con otras personas enfermas.

Dentro de la seriedad del asunto, hago un paréntesis para mencionar que el nombre “coronavirus” no es en honor a la cerveza que muchos conocemos…sino a que la estructura del virus tiene a su alrededor unas espigas parecidas a las de una corona. Es precisamente en estas espigas que varios científicos han puesto su atención ya que las mismas hacen contacto con receptores en nuestras células y permiten la entrada del virus. Este mecanismo podría ser pieza clave para el desarrollo de tratamientos y vacuna.

Por el momento, los reportes de casos en China e Italia han servido como guía principal para tratar de entender la patología del COVID-19. La mayoría de las personas infectadas presentan síntomas muy leves a moderados mientras que para otros el contagio puede ser mortal. La población más afectada son personas mayores de 60 años y personas de todas las edades con enfermedades subyacentes (ej. diabetes, enfermedades cardiacas, enfermedades pulmonares, sistema inmunológico comprometido). Cabe destacar que actualmente en Puerto Rico son muchos los pacientes de asma, cáncer, entre otras condiciones de salud que reciben terapias inmunosupresoras y esto los hace un grupo de alto riesgo.

Falta mucho por aprender acerca del virus y del COVID-19. Desconocemos si las personas infectadas desarrollan inmunidad y de ser así, por cuánto tiempo. No sabemos si las personas que se han recuperado presentarán algún daño o desarrollarán otras condiciones a largo plazo como consecuencia de esta infección. Tampoco estamos seguros de la agresividad del virus y de cómo pudiera cambiar su comportamiento en distintas poblaciones. Se necesita entender más acerca de la estructura y mecanismos del virus para poder desarrollar más diagnósticos y terapias efectivas. En fin, estas son sólo unas pocas de las tantas preguntas en proceso de ser contestadas científicamente. He aquí la relevancia de las pruebas, las observaciones y datos científicos, y la integración de científicos y expertos del área de la salud a la hora de tomar decisiones relacionadas con la salud pública.

La Dra. Neysha Martinez-Orengo posee un doctorado en ciencias biomédicas y se especializa en las áreas de biología molecular y enfermedades infecciosas.

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