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“Marisa” Robert Ramírez de Arellano, abriendo caminos como médico

Imagen de Wilson Gonzalez-Espada
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María Isabel Robert Ramírez de Arellano with her children, from left, Max, Maxine (in her mother’s arms) and Marisa, at the 1950 graduation ceremony

“Marisa” Robert Ramírez de Arellano: Abriendo caminos como médico

Northwestern Magazine, Fall 2015 (Reproducido con permiso)

María Isabel (“Marisa”) Robert Ramírez de Arellano nunca pensó que no podría vencer obstáculos. Inspirada por el lema de querer es poder, obtuvo cinco grados universitarios de Northwestern University en un plazo de 9 años ('42, '45 MS, '49 PhD, '50, '51 MD), mientras criaba tres niños. 

Marisa nació en Guaynabo, Puerto Rico, en 1915. Sus padres empezaron sus respectivas carreras como maestros, pero luego se adiestraron y ejercieron como farmaceúticos. Desde pequeña, Marisa aprendió a perseguir lo que la apasionaba sin rendirse. Por ejemplo, cuando a ella no le gustó su clase de economía doméstica, su padre le dijo al principal: “Mi hija no va a ser cocinera; trasládela a la clase de artes industriales con los varones.”   

Años más tarde, su esposo Max Ramírez de Arellano ('40 MS, '41 GME, '53 GME), a quien conoció en un curso de verano a los 15 años (ella se graduaría  al año siguiente), compartió una anécdota similar. En una entrevista con el periódico Sun Times, dijo él: “Yo no veo por qué las mujeres tienen que escoger entre casarse y tener una carrera. Una esposa con talento merece que su esposo la apoye en prepararse y practicar una carrera.”

Marisa llegó a Northwestern en 1938, cuando comenzó a obtener la serie de grados que la encaminarían hacia su meta de ser médico. Sus tres hijos nacieron entre el 1943 y 1948. Para completar sus estudios académicos, Marisa tenía que levantarse a las 5:30 AM y estudiar hasta las altas horas de la noche. “Mi mamá es una persona fuerte y muy estoica,” dice su hija Marisa. Max, neurocirujano, recibió cuatro grados de Northwestern. Sus hijos Max '65 y Maxine '69 también son egresados de la misma Universidad. 

A pesar de contar con el apoyo de algunos, Marisa también se topó con quienes intentaron menoscabar sus esfuerzos. Algunos administradores trataron de disuadirla de ingresar a la Escuela de Medicina, diciéndole que era “aspirar a llegar a la luna.” En junio de 1950, cuando recibió su cuarto diploma universitario, ella permanecía humilde. “No, no fue difícil; muchas otras mujeres podrían hacer lo mismo si se lo propusieran,” comentó Marisa al Chicago Sun-Times.  

En 1953, luego de regresar a San Juan, Puerto Rico, Marisa y Max se dedicaron a la práctica privada de su profesión, ella como neuróloga y él como neurocirujano. Marisa fundó el primer laboratorio de electroencefalografía en la Isla. Los esposos viajaban frecuentemente, participando en proyectos auspiciados por los Institutos Nacionales de Salud. 

Actualmente Marisa vive en un apartamento con vista al mar en el Condado, San Juan. En octubre de 2015 celebrará su centenario.