Contribución de CienciaPR:
El efecto de los alimentos genéticamente alterados a la salud es un misterio, a pesar de que por décadas los humanos los han consumido sin siquiera saberlo cada vez que ingieren productos tan populares como el ‘ketchup’ o los ‘corn flakes’, entre muchos otros. Mientras sectores tan amplios como la Comunidad Europea y México toman con pinzas o hasta prohíben ciertas actividades “transgénicas” (por reservas en cuanto a su efecto a la salud o al ambiente), otros como Estados Unidos, Canadá y Argentina avalan su desarrollo y crean sistemas regulatorios como salvaguarda. Basta con mencionar que en 2004, el 40% de los cultivos de maíz en Estados Unidos era de maíz híbrido genéticamente alterado, y que en el 2000, ocurría lo mismo en el 60% de las cosechas de soja en ese país (Proyecto GEO-PIE, Cornell University. www.geo-pie.cornell.edu). Se estima que entre 70% y 60% de los productos alimentarios en los comercios estadounidenses contiene cantidades mínimas de ingredientes transgénicos, pero es casi imposible saber cuáles porque no están rotulados. La Administración de Fármacos y Alimentos (FDA) sólo exige colocar una advertencia cuando el alimento haya mostrado diferencias considerables en las cualidades nutricionales (como valor nutricional disminuido o toxicidad aumentada) o riesgos de reacciones no típicas del alimento original. La alteración más común es la introducción de genes para hacer las plantas resistentes a virus, bacterias, insectos y otras plagas; hacer las plantas resistentes a plaguicidas o herbicidas; para modificar las cualidades nutricionales; y la introducción de genes de especies diferentes.