Expuestos a las ciencias ambientales en Fajardo

Este artículo es reproducido por CienciaPR con permiso de la fuente original.

PDF versionPDF version
Por Mildred Rivera Marrero / end.mrivera1@elnuevodia.com endi.com El juey pelú, las plántulas del mangle rojo y los Pyrocistes Fusiformes (que producen bioluminiscencia) eran organismos que sólo conocían por referencia, pero una estadía en la reserva natural Las Cabezas de San Juan les ha permitido mirarlos de cerca y descubrir su importancia para el medio ambiente. Los 20 estudiantes de entre 9 y 12 años que participan en el Taller de Inmersión que celebra cada verano el Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico han tenido el privilegio de ver en una semana diferentes ecosistemas y aprender sobre ellos de una manera amena. El Fideicomiso lleva 13 años celebrando gratuitamente la actividad dirigida a alumnos de escuelas públicas, y este año cuenta con el auspicio del programa A la Cima, de la Universidad de Puerto Rico (UPR), explicó la superintendente de la Reserva, Elizabeth Padilla. La playa rocosa, el histórico faro, el área de manglar, el bosque seco y la Laguna Grande -una de los tres cuerpos de agua que tienen bioluminiscencia constante en el País- son ecosistemas que cohabitan en la Reserva y que han servido de escenario para las expediciones de los pequeños. “Nunca había ido a un bosque seco ni a un mangle, pero sí lo había estudiado. Me sorprendí. Es un éxito. Aquí es mejor que en mi casa”, señaló un extrovertido Kelvin Hernández, de 10 años, mientras tomaba un descanso a la mitad de un recorrido por el paseo tablado que atraviesa el mangle. Frente a él, Rebeca Torres, de 11 años, comentó que “todo es tan bonito. (Hay) tantas cosas que había visto en los libros que ahora las veo aquí”. Minutos después, el grupo escuchó la explicación de la educadora, Esther Díaz, y de la líder Jennifer Walker Díaz, sobre el desarrollo de las semillas del mangle rojo, que se llaman plántulas. Y observaron bajo las hojas del mangle blanco, las dos glándulas, llamadas estípulas, por donde el árbol elimina la sal. “Trabajamos la conservación, el respeto y el amor a la naturaleza”, dijo Esther. En la caminata, durante la cual van mirando las raíces aéreas de los mangles, a lado y lado, el grupo llegó a un claro desde el que se domina la Laguna Grande. Allí, se detuvieron y la líder Carla Avenancio utilizó un aparato para medir la profundidad del cuerpo de agua, en el cual, más tarde, también recogerían una muestra para verla en el microscopio. Doce líderes trabajan en el taller tras haber participado como estudiantes y apoyar las actividades del Fideicomiso. El grupo les enseña a los más pequeños a base de sus experiencias previas y, aunque trabajan largas horas, lo disfrutan mucho. “Para mí no es un trabajo, es un entretenimiento. Es pasarle lo que tú sabes a ellos y ver que cuando salen de aquí se van con ese amor a la naturaleza”, manifestó Jennifer, de 17 años, una de las líderes. Otros que han hecho su labor, han descubierto su afición a las ciencias y han dirigido sus estudios universitarios hacia ese campo, explicó Esther. El desarrollo de líderes es el segundo objetivo del campamento, durante el cual los participantes pernoctan en el faro, y están comprometidos a hacer presentaciones sobre distintas especies. Reciben charlas sobre aspectos ambientales, hacen manualidades, y visitan otras propiedades del Fideicomiso como la Hacienda Esperanza, en Manatí. Para participar, los estudiantes tuvieron que solicitar, escribir un ensayo y demostrar que tienen promedios escolares de 3.60 en adelante.