Los sirénidos fósiles en la Isla

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Por Jorge Vélez-Juarbe y Juan D. Daza / Especial para El Nuevo Día endi.com Quizás cuando leas el título de este artículo pensarás en ninfas marinas mitad humano y mitad pez de la mitología griega, o quizás en la pelirroja Ariel de la película de Disney. Pero los sirénidos no son criaturas míticas, sino un Orden de mamíferos acuáticos emparentados con los elefantes y con los menos conocidos hiracoideos de África. El Orden incluye tres especies de manatíes y una de dugón (sólo queda una luego de la extinción de la vaca marina de Steller en el siglo 18). Los manatíes (género Trichechus) viven en mares pocos profundos y estuarios del Mar Caribe y el Golfo de México, el dugón (Dugong dugon) es estrictamente marino, se encuentra en los océanos Índico y Pacífico, desde las costas de Mozambique y Kenia hasta Australia y Nueva Guinea. Aunque los dugones no viven actualmente en el Caribe, en el pasado, esta parte del mundo poseía una diversidad de especies. En el Caribe se han encontrado desde dugones primitivos adaptados a pasar tiempo en tierra firme, hasta formas más derivadas y especializadas como las actuales. Los sirénidos más viejos del Caribe se han encontrado en rocas del Eoceno de Jamaica (54.8 a 33.7 millones de años atrás). En Puerto Rico, tenemos fósiles de sirénidos en rocas del Oligoceno (33.7 a 23.8 millones de años atrás) y del Mioceno (23.8 a 5.3 millones de años atrás). En Puerto Rico se han identificado tres especies de dugones fósiles, Halitherium antillensis, Caribosiren turneri y Metaxytherium calvertense, pero esperamos que este número ascienda a seis con la inclusión de nuevo material que está siendo estudiado. En el Caribe ocurre algo paradójico, los dugones se extinguieron mientras que los manatíes proliferaron. ¿Qué hace que los dugones hayan sido reemplazados por los manatíes? Datos geológicos indican que hace 3 millones de años, el istmo de Panamá no se había formado completamente, esto permitía que la antigua corriente circumtropical fluyera entre el Caribe y el Pacífico. Al cerrarse el Istmo de Panamá, se afectó el patrón de estas corrientes, generándose cambios ambientales y obstaculizando intercambios de flora y fauna. Se presume que la extinción de ciertas yerbas marinas que constituían la dieta de los dugones fuera la causa de su extinción. Los manatíes poseen una dentición que les permite comer mayor diversidad de plantas acuáticas, por lo cual lograron mantenerse en el Caribe. Además de las especies de dugones que se conocen, es posible que otras más hayan existido en las aguas que bordeaban a Puerto Rico. Al estudiar dugones fósiles surgen dos problemas. El primero es un problema metodológico; la clasificación de estos animales está basada principalmente en atributos del cráneo y la mandíbula -los fósiles mas comunes de estos animales son costillas y vértebras, por esto es difícil identificarlos a nivel de especie. Se pueden identificar como dugones, pero no sabemos a qué especie pertenecen. El otro problema es que algunos cráneos o mandíbulas de dugones fósiles terminan en colecciones privadas. Lo mejor que una persona puede hacer cuando encuentra un fósil es notificarlo en la institución más cercana (una Universidad o un Museo). Si alguien tiene material en su poder, debe considerar donarlo a una institución donde esté disponible para su estudio. Casi siempre, el experto opta por darle crédito al descubridor, asignándole su nombre a la especie. En otros casos, las personas pueden elegir conservar los fósiles en sus casas, en estas situaciones se hace un arreglo con la institución, en donde la persona se encarga de cuidar el material (con asesoría del museo), el fósil queda registrado en la institución y en caso de que alguien quiera estudiarlo se puede conceder un préstamo por un tiempo razonable. En todo caso, es preferible que los fósiles queden accesibles a la comunidad científica y el público en general, estos pueden aportar más como espécimenes científicos que como objetos ornamentales. Los autores son paleontólogos.