Lucha por sobrevivir el estuario de San Jua

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Por Marcos Fernando López / Especial El Nuevo Día endi.com Dentro del área metro hay un ecosistema luchando por su espacio. Es un santuario ambiental donde las gaviotas, los manatíes y las cocolías disimuladamente comparten su hábitat con los seres humanos. Allí, los mangles purifican el agua donde los peces viven. Las aves migratorias vienen a disfrutar el cálido invierno. Y a sus orillas, los humanos desarrollan una ciudad desparramada, con todas las repercusiones que esto ha significado. El Estuario de la Bahía de San Juan ha resistido el impacto del continuo desarrollo urbano a sus alrededores, y varias agencias gubernamentales y organizaciones no gubernamentales han intentado conservar y restaurarlo. Pero todavía sus esfuerzos no parecen haber contrarrestado el embate de la construcción. Hace unas semanas, la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) divulgó un informe en el cual degradó la calidad del Estuario de la Bahía de San Juan de “aceptable” a “pobre”. El director del Consorcio del Estuario de la Bahía de San Juan, Javier Laureano, aseguró que este juicio presenta una imagen incompleta sobre este ecosistema. “Estamos de acuerdo en que hay partes en condiciones pobres. Por ejemplo, el caño Martín Peña y la Laguna de San José están en condiciones pésimas. Pero no es el 100% del estuario que está en condición pobre. Es un error. Es una cuestión de interpretación”, opinó. El informe de la EPA utilizó cuatro parámetros: el tejido de los peces, la calidad del agua, la calidad de los sedimentos y el índice béntico (diversidad de animales en el fondo del cuerpo de agua). Todos fueron calificados pobres, menos la calidad de agua que fue considerada aceptable. Pero ninguno de los cuerpos de agua fue calificado como pobre en los cuatro parámetros. Tampoco se analizó el estuario completo. Ambiente diverso El estuario cubre un área de 93.44 millas cuadradas y abarca ocho municipios. Es un sistema de cuerpos de agua costeros en donde las aguas de los ríos al desembocar se mezclan con el mar, donde los caños y las lagunas hacen las paces con el océano para alojar un ambiente diverso y único para sostener la vida de muchas especies. En algunas de sus playas los tinglares anidan, mientras que los cielos albergan a los pelícanos pardos y a las mariquitas. Estas son algunas de las especies protegidas por estar en peligro de extinción que dependen del estuario. Además, el 33% de los mangles de la Isla se encuentran en el estuario de la Bahía de San Juan. La gran mayoría de los peces tropicales viven alguna parte de su ciclo de vida entre los mangles, lo que hace esta vegetación esencial para la pesca y para el ambiente del País, señaló Laureano. Por su valor ecológico y económico, el estuario de la Bahía de San Juan es uno de los más importantes en la Isla y en Estados Unidos. En 1992, fue incluido en el Programa Nacional de Estuarios (NEP, por sus siglas en inglés) por su importancia, haciéndolo el único localizado fuera del continente americano y en una región tropical. Hasta hace unos años, en el estuario sólo se sembraba cemento y se poblaba con desperdicios. Pero los recientes esfuerzos de varias agencias gubernamentales y el plan de manejo del Consorcio del Estuario de la Bahía de San Juan (CEBSJ) le ha dado al estuario la oportunidad de conservarse. El plan, publicado en el 2001, propone 49 acciones de conservación y restauración. Este se ha empleado para restaurar varias áreas del estuario limpiando los desperdicios, repoblando la vida silvestre y designando diferentes áreas como reservas naturales, tales como la ciénaga Las Cucharillas y el Bosque Estatal de Piñones. Acción devastadora Para Puerto Rico, la conservación de los estuarios es clave para el desarrollo de la ecología local y de la vida humana. Pero esto no siempre se ha visto así. Los caños y los mangles antes eran rellenados y destruidos porque se creía que sólo albergaban mosquitos y enfermedades. “Antes habían esfuerzos del mismo gobierno para rellenar los mangles y los humedales, pensando que eran orígenes de enfermedades. Ahora ha ocurrido un revés a favor del medio ambiente en Puerto Rico y en Estados Unidos”, dijo Laureano. Por ejemplo, El Caño Martín Peña, que conecta la Bahía de San Juan con la Laguna San José, fue rellenado y utilizado para alojar arrabales por varias décadas. También, el Canal de La Malaria, que desemboca en la Bahía de San Juan, en la década de los 40 era fumigado por aire con pesticidas. De acuerdo con Jorge Bauzá, científico ambiental para el Consorcio del Estuario de la Bahía de San Juan, los residentes de la costa de Cataño veían las mariposas caer del cielo muertas, resultado de la fumigación para prevenir la propagación de mosquitos. Esto comenzó a cambiar a partir de la década de 1970 cuando se crearon agencias como la Junta de Calidad Ambiental (JCA), la EPA y se inició un proceso de conservación del medio ambiente en la Isla. Actualmente, estas agencias trabajan con el plan de conservación que formuló el Consorcio del Estuario de la Bahía de San Juan. Pero el más reciente análisis del Programa Nacional de Estuarios señaló que los esfuerzos todavía no han podido retardar el deterioro del estuario y recuperar su calidad. A pesar de todas las amenazas que ha enfrentado el ecosistema del estuario, éste todavía alberga una biodiversidad esencial para el medio ambiente local. Y aunque la EPA informó que la calidad del estuario ha empeorado, Laureano señaló que hay otros indicadores que muestran el éxito parcial del programa de conservación. Por ejemplo, los proyectos de siembra de mangles que se han implantado hasta el momento han sido exitosos en restaurar diferentes cuerpos de agua. Además, al Canal de San Antonio, que comunica la Laguna de Condado con la Bahía de San Juan, han regresado los caballitos de mar, una especie que antes no se veía. Pero ni siquiera la reaparición de esta especie ha logrado educar a la población sobre la importancia de este ecosistema. Y mientras en tierra firme muchos ignoran qué es un estuario y desconocen su valor e importancia, en el agua, un caballito de mar nada junto a la basura y los coliformes fecales que inundan la bahía. Es la coexistencia lamentable, la antítesis obligada de dos escenas que no mezclan: la ciudad contaminadora y el ecosistema natural que lucha por sobrevivir.