Un virtuoso en el quirófano

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CARMEN MILLÁN PABÓN / cmillan@elnuevodia.com endi.com Al menor indicio de enfermedad, allá corría el pequeño Diego Rafael para “atender”, “curar” y “ayudar”. La más y mejor “atendida” era su madre, doña Lucila López, a quien ni un dolorcito de cabeza la salvaba del pañito y de los mimos que el niño-doctor le prodigaba con esos tres verbos siempre presentes. Y es que Diego Solís, hoy cirujano de trasplante de hígado y páncreas, siempre estuvo enfocado en ser médico. En atender, curar y ayudar. Nadie pudo anticipar que el hijo del ingeniero Cristóbal Solís y de una amorosa maestra, sería el primer médico en la familia. Que estaría en grandes hospitales donde los médicos se ganan mucho dinero y que preferiría regresar al calorcito de su Isla para ayudar a salvar vidas mediante trasplantes de hígado y páncrea. La gran sorpresa, lo que nadie -ni el mismo Diego- pudo anticipar fue que el menor de los hermanos, David Hiram, fuera el segundo médico en la familia, y que formaran equipo de trabajo con su única hermana, Deborah Esther, ella a cargo de parte de la fase administrativa del “team work”. Diego Rafael fue un hermano mayor tranquilo, estudioso, siempre velando por sus hermanos menores. Su afán por ayudar era tal que doña Lucila siempre lo mandaba a la escuela con más lápices porque sabía que él los repartía entre los que no tuvieran. Tendría 10 años cuando a otro Diego, un primo de su madre, se le quedó la guitarra en la casa. Este olvido no lo desaprovechó el muchacho y doña Lucila, advirtiendo el talento natural en su hijo, lo matriculó en clases de ese instrumento con Ramoncito Andino, del Trío Los Andinos. El hechizo fue tal que también estudió cuatro en la Fundación Paquito López Cruz. Diego también practicó karate hasta llegar a cinta negra, segundo dan. Como estudiante de bachillerato en el Recinto de Río Piedras de la UPR presentó en San Francisco un trabajo de investigación científica en el área de biología molecular sobre el hepatoma, el tumor más común que ocurre en el hígado. Nadie anticipó que terminaría haciendo trasplantes de ese órgano y de páncreas. Hasta aquel momento, lo que él quería hacer era medicina interna y eso completó en la Escuela de Medicina del Recinto de Ciencias Médicas de la UPR. Pero todavía quería hacer más y se dirigió hacia la cirugía. En el Binghamton Community Hospital de Nueva York, lo premiaron como el mejor interno del año. Tras el internado, lo aceptaron como residente de cirugía general en Syracuse University, y luego regresó a Puerto Rico. Quería trabajar en el Centro de Trauma, pero le dieron la plaza a otro cirujano. Le interesaban los trasplantes, pero había concluido el proceso de selección para esa subespecialidad. Así y todo se quedó en Puerto Rico en el Programa de Trasplante de Riñón con el doctor Santiago Delpín, donde se reafirmó en lo que es su pasión. “Quería algo nuevo para el desarrollo de la medicina en Puerto Rico. Una aportación para mi país”, dice con genuina humildad. Más tarde en la Universidad de Florida se subespecializó en cirugía de trasplante de hígado y páncreas. “Había mejores salarios, pero la satisfacción de ejercer con compañeros iguales que uno de su país y ese ‘doctor, gracias’, de los pacientes, no lo hay en otras partes”, expresa visiblemente emocionado al contrastar este trato cercano del paciente con el estilo del cirujano de Estados Unidos. “Allá no se saborea el placer de hacerse cargo del paciente, de conocerlos y darle seguimiento”, enfatiza. En el 2006, su boleto de regreso a Puerto Rico traía impresas cuatro metas: aumentar la cantidad de trasplantes de riñón, establecer un programa de trasplante de páncreas, establecer un programa de cirugías de hígado y hacer el primer trasplante de hígado. Tres años más tarde, se han aumentado de 80 a aproximadamente 100 trasplantes de riñón anuales en el Centro de Trasplantes del Hospital Auxilio Mutuo. El 18 de enero de 2005 hizo el primero (de un cadáver) a unos hermanos gemelos. En marzo de 2007, hizo el primer trasplante de riñón y páncreas simultáneo. Ya se han realizado otros 13 y el programa continúa exitosamente. La meta de establecer el Centro de Cirugía de Hígado y Páncreas, ya está “corriendo”. Se estableció un intensivo quirúrgico para el centro y próximamente tendrán su propia unidad de cuidado intermedio. Realizar –con su hermano, el doctor David Solís- el primer trasplante de hígado está en fase de obtención de permisos. David ha hecho aportaciones al equipo mediante cirugías de hígado laparoscópicas. Continuamente le preguntan sobre la experiencia de trabajar con su hermano. “Yo estoy complacido de trabajar con un gran cirujano, de destrezas quirúrgicas excepcionales, extraordinario en su desempeño, y que sigue la misma línea de trabajo de calidad en el cuidado del paciente”, dice con solemne admiración por su colega, el doctor David Solís. Pero termina la frase sazonándola con las riserías propias de la complicidad fraternal: “¡El hecho de que sea mi hermano es adicional!”.