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CienciaPR ofrece talleres y recursos para apoyar la continuación de la educación en el suroeste de Puerto Rico

Imagen de Greetchen Díaz-Muñoz
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Parecía una pequeña fiesta. Niños y niñas correteando y jugando en los columpios. Los padres y madres llegaban con ellos, y se dirigían al área correspondiente a su grado. Preguntaban por la maestra y se anotaban en la lista de asistencia. Los pequeños fueron sentándose ante el llamado del comienzo de la clase. Hubo que añadir una mesa pues no cabían todos. Luego faltaban sillas y algunos las compartían. 

Esta fue la escena que nos encontramos al llegar al campamento “Educamos Donde Sea” en el Parque Las Delicias en Ponce. “Educamos Donde Sea” es una iniciativa comunitaria y voluntaria que provee continuidad a la educación escolar en regiones donde la secuencia sísmica ha causado la clausura de escuelas y el paro de clases. Cerca del 50% de los planteles escolares del país aún no han abierto luego del terremoto de magnitud 6.4 que sacudió la isla el 7 de enero de 2020. El semestre escolar estaba programado a comenzar el 9 de enero. Algunas escuelas no abrirán hasta finales de febrero. 

El 24 y 25 de enero, mis colegas Elvin Estrada, Especialista en Programas Educativos de CienciaPR, el Dr. Samuel (Sam) Díaz Muñoz, catedrático auxiliar en la Universidad de California, Davis y voluntario de CienciaPR, y yo visitamos el campamento “Educamos Donde Sea” y la escuela sabatina de Jack y Damaris Foster en la Plaza de Artesanos en Cabo Rojo. Veintiséis niños de sexto grado y un padre nos recibieron en Ponce, mientras que 20 estudiantes de tercero a sexto grado, 4 padres y 3 educadores participaron en Cabo Rojo. 

Éramos tres científicos, pero nunca les dijimos que era una clase de ciencias. Los dejamos hacer y entretenerse. Los niños y adultos aprendieron a ensamblar el microscopio de bajo costo Foldscope y a utilizarlo para para investigar y descubrir las maravillas microscópicas a su alrededor. También entregamos libros de actividades sobre terremotos donados por la Unidad de Control de Vectores y el Fideicomiso de Ciencia de Puerto Rico, bultos y materiales escolares provistos por Hispanic Federation, y folletos sobre los mangles cortesía del programa Sea Grant. Además repartimos copias del libro ¡Ciencia Boricua! (publicado por CienciaPR en 2011) y planes de lecciones de ciencia desarrolladas por CienciaPR con fondos de la Fundación Nacional de las Ciencias luego del Huracán María (NSF, por sus siglas en inglés). 

“Elvin (quien lideró el taller del Foldscope) me pidió que preparara unas laminillas de ejemplo. Preparé una con una hoja de trinitaria que me llamó la atención. Cuando miré por el huequito a la luz, vi la complejidad microscópica que nos daba el intenso color violeta. En fila, uno a uno, los niños describían la hoja de trinitaria. ‘Parecen ramas’, decía uno. ‘Se ven como unos globos rosita y blancos,’ comentaba otro,” rememoró Samuel. 

De momento daba mucho sol y había que mover las mesas. Los estudiantes estuvieron bastante atentos siguiendo las instrucciones. Como siempre, algunos de ellos iban bien adelantados y ayudaban a sus compañeros. Uno de ellos decía: “yo lo voy a hacer sin ayuda del mister”. Y claro, a mí me llamaban missi. Éramos pocos los “maestros” y con las manos más que llenas, pero logramos el objetivo. Cuando terminamos les dimos las gracias por dejarnos enseñarles algo nuevo. 

No hay duda que las condiciones que encontramos en Ponce y Cabo Rojo son adversas y abrumadoras. Los campamentos y salones alternos en el suroeste de Puerto Rico han surgido de la necesidad e incertidumbre para con la educación de los niños y niñas. Las comunidades que integran estos campamentos y salones alternos enfrentan a su vez gran necesidad e incertidumbre—desde la falta de recursos y contenido educativo, hasta la incógnita de cuándo o si tan siquiera podrán regresar a sus escuelas. Como me dijo Samuel, “parte de nuestra meta fue que la ciencia fuese a la misma vez una distracción de las difíciles condiciones en sus comunidades y una herramienta práctica para avanzar la educación de los estudiantes. Sin embargo, yo espero que a largo plazo la ciencia sea una herramienta para comprender los terremotos y tantos otros fenómenos que crearán retos y oportunidades a lo largo de sus vidas”.

No es la primera vez que Puerto Rico vive una crisis educativa luego de un fenómeno natural. Estas situaciones han revelado una necesidad imperativa de desarrollar resiliencia en los sistemas de educación para que las emergencias no interrumpan el proceso de enseñanza y aprendizaje. Luego de los huracanes Irma y María, Ciencia Puerto Rico desarrolló lecciones de ciencia que facilitan que los estudiantes aprendan mediante proyectos relevantes al desastre natural y estudiamos la viabilidad de usar estas lecciones en escenarios afectados por desastres. Hemos aprendido mucho desde entonces, pero esta nueva experiencia nos ha demostrado que estas herramientas pueden armar a educadores y estudiantes con la habilidad de continuar aprendiendo, aún sin un salón de clases.

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