Recursos Naturales refuerza la protección del mero cherna para favorecer su reproducción
Recientemente, se ha documentado la presencia de más individuos juveniles de la especie, que está amenazada y cuya pesca está prohibida
Entre enero y marzo, el avistamiento de ballenas en la zona noroeste de Puerto Rico es bastante común, y las visitas son parte de su ruta de migración desde el mar Caribe y el golfo de México hasta el océano Ártico.
Muchos de quienes tienen la suerte de ver a estos cetáceos nadar cerca de la isla desconocen que han sido parte de los ecosistemas marítimos por más de 30 millones de años. Uno de los científicos que, mediante el estudio de fósiles de ballenas, ha logrado descubrir parte de su enorme biodiversidad milenaria es el puertorriqueño Jorge Vélez Juarbe.
La experta en gobernanza climática, Rueanna Haynes, advirtió que como parte de los efectos del cambio climático a nivel global, islas caribeñas como Puerto Rico podrían ver sus comunidades costeras desaparecer, el agua dulce tornarse demasiado salada para ser consumida, así como temperaturas tan elevadas que hará difícil o, en algunos casos, imposible, la supervivencia.
Desde 1898, casi 50 huracanes –en promedio, uno cada dos años– han afectado a Puerto Rico. Aunque, muchas veces, estos disturbios se tratan como sorpresivos, la realidad es que los números plasman cuán rutinarios son y por qué es necesario que el país sea cada vez más proactivo para estar mejor preparado ante su ocurrencia.
Edmy Ayala Rosado, Gerente de Programas de CienciaPR, es co-autora de esta columna.
A tres años del comienzo de la pandemia de COVID-19, nos encontramos en un punto de inflexión. El panorama es mucho más alentador que al principio, gracias a esfuerzos salubristas y comunitarios, la vacunación y los tratamientos disponibles, entre otros.
Investigadores censaron hasta 3,000 individuos a través de 21 años y comparten sus hallazgos
Manatí - Un estudio científico –que se extendió por 21 años– reveló que los árboles palo de pollo en el humedal costero de Sabana Seca, en Toa Baja, solían crecer en un espacio que, en años anteriores, estaba lleno de agua que era más dulce que la salada que hay ahora.