Bajo el agua en El Escambrón

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Por: 

Gloria Ruiz Kuilan
Pese a que en el lugar ocurrió un derrame de combustible en 1994, hoy es el hábitat de una vibrante comunidad marina

¿Quién diría que en 1994 una barcaza, de nombre Morris Berman, derramó su combustible en estas aguas?

Esa fue la primera pregunta que saltó en mi mente tras adentrarme en las profundidades de El Escambrón, específicamente el área que se conoce como la playita, en Puerta de Tierra.

Poder tocar una estrella de mar en su hábitat. Observar de cerca, tan cerquita que a veces rozaban el traje de buceo, calamares, cabrillas (yellow goatfish) y colirrubias evidenciaba que el lugar está en plena ebullición.

Esa experiencia fue posible gracias a la Conferencia de Prensa Bajo el Agua, un esfuerzo multisectorial realizado ayer que impulsa que El Escambrón sea declarado reserva natural. La designación se puede hacer a través de la Junta de Planificación o mediante una ley. Y ya el senador José Nadal Power ha mostrado interés en redactar la pieza legislativa, destacó la secretaria de Recursos Naturales y Ambientales, Carmen Guerrero.

La funcionaria encabezó la conferencia en tierra. Es decir, antes de que el grupo de periodistas echara mano a todos los aditamentos necesarios para sumergirse en el agua.

Enfatizó en cómo El Escambrón, en pleno entorno urbano, le permitía a cualquiera adentrarse en el mundo marino y apreciar su valor.

“Quizás, alguna persona no pueda llegar a La Parguera o a Culebra, pero sí aquí y adentrarse en ese mundo marino", recalcó.

Designarlo como reserva protegería El Escambrón. Pero también permitirá mantener una continuidad en el ecosistema, enfatizó la directora ejecutiva de Scuba Dogs Society, Ruz I. Deliz.

Recordó que El Escambrón complementaría la Reserva Marina de Isla Verde y la Reserva Natural Estuarina de la Laguna de El Condado.  "Le estamos dando continuidad al hábitat", destacó.

Concluidas las explicaciones, no quedaba otra salida que sumergirse en el agua a media mañana. El clima parecía no cooperar puesto que el sol no brillaba con intensidad y algunas nubes trajeron lluvia. Esto no impidió la misión.

Tras las instrucciones de rigor, fue mandatorio colocarse el traje de buceo, que en este caso dejaba al descubierto las piernas, y el chaleco con la boquilla que transporta el aire.

“La regla de oro es respirar”, había advertido Alberto Martí, miembro de la Junta de Scuba Dogs Society.

Casi no podía con el pesado tanque de aire, pero llegamos hasta el agua. Allí nos colocamos las chapaletas. Y comenzó la acción tras varias pruebas en las que, debajo del agua, debía remover la boquilla y colocarla nuevamente en la boca.

Acto seguido, nos sumergimos. La aventura de bucear en El Escambrón fue parte del esfuerzo por revelar el mundo marino vibrante que allí habita. Pero antes, el pánico se hizo presente.

Lo confieso: invadir un ambiente completamente foráneo y en el que la respiración depende de un aparato, no es cosa fácil, aunque lo hayas hecho en otra ocasión. La mente puede ser traicionera. Por un instante, pensé “¿qué hago aquí?”.

Fue necesario subir, tomar aire y continuar. Existía la opción de no continuar, pero no era viable cuando ya había visto, con solo unos pies de profundidad, el agua cristalina y algunos peces que paseaban con envidiable elegancia.

Al bajar y estar en el agua más de media hora, pude observar además cirujanos (blue tang), damicelas (damselfish), ángeles y erizos. Todo formaba parte de esa vida marina que no se aprecia desde la costa.

La reconciliación con ese mundo marino tras el temor experimentado al principio, se produjo al poder tocar una estrella de mar y luego devolverla a su espacio. El suave movimiento del agua también ayudó pues es un mundo en el que solo hay serenidad. La temperatura variaba según la ubicación. A veces más fría, otras más cálida. Todo era cuestión de mantener el control.

Eso solo fue interrumpido por el rastro o las huellas del accidente ambiental que provocó la barcaza en 1994. Se podían apreciar en el fondo del mar, parchos de arena, cuyo color negro dejaba al descubierto el residuo del combustible derramado.

Y nuevamente y a punto de salir del agua, saltaba la inquietud sobre cómo se había recuperado ese ambiente marino. Inmediatamente, la duda quedaba atrás al ver el hábitat y recordar que mucha gente contribuyó a esa recuperación al preservar el área. Lo importante es que, poco a poco, se ha recuperado.