A ciencia cierta

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Por Rafael Lama/Para tu consumo/El Nuevo Día El Nuevo Día El modelo económico de Puerto Rico está desgastado. Por décadas nos recostamos de un robusto sector manufacturero, fuente de miles de empleos bien remunerados. Sin embargo, no invertimos agresivamente en la fase de investigación y desarrollo. Así las cosas, tras la eliminación de incentivos como la Sección 936 y posteriormente otros cantazos al sector industrial como el arbitrio de 4%, la base manufacturera en Puerto Rico continúa en modo de erosión. Todos hemos sido testigos, observando cómo poco a poco se debilita el sector y cómo las grandes farmacéuticas y manufactureras de electrónica, entre otras, empacan sus maletas y se marchan a otras partes del mundo en busca de mano de obra más barata y mejores incentivos. Esto no es nuevo. Llevamos más de una década viendo las señales. Los despidos masivos de Intel en Las Piedras en 1999 cuando transfirieron su operación a Costa Rica: la pérdida de más de 600 empleos en Hewlett Packard de Aguadilla en el 2005 cuando confirmaron que trasladarían a Malasia la manufactura de cartuchos de tinta; el cierre de Glaxo en Cayey en el 2007 y las consolidaciones de colosos como Wyeth y Pfizer, son todos factores que han ayudado a nutrir nuestra alta tasa de desempleo. Y mientras se sigue cerrando llave en la inversión manufacturera, sigue fluyendo la retórica. Mucho se ha hablado en Puerto Rico de fortalecer las actividades de Investigación y Desarrollo (R&D, por su siglas en inglés), que es la fase que viene previo al proceso de manufactura. Esto bajo la premisa de que con una base fuerte de R&D no solo se crean empleos bien remunerados, sino que se puede afianzar la base manufacturera ya que se fortalece el ecosistema entero. ¿Pero qué realmente se ha hecho? En la revista Negocios, de El Nuevo Día publicada hoy, le damos una mirada el Fideicomiso de Ciencia y Tecnología, entidad que se creó precisamente para fortalecer la llamada economía del conocimiento. El Fidecomiso, con sus defectos y virtudes, tiene la capacidad de ayudar a impulsar dramáticamente empresas de innovación y de alto potencial. Puede propiciar el terreno fértil para que investigadores logren hacer descubrimientos y comercializarlos. Tiene además el potencial tanto de inyectar como de atraer capital a esas empresas incipientes de alta tecnología y de ciencias vivas que tanto necesita Puerto Rico. Es tiempo de abandonar la retórica y entrar de lleno en un apoyo contundente a este tipo de iniciativa. Es tiempo de crear las condiciones para que ese pequeño empresario boricua pueda desarrollar desde los apps más útiles y modernos hasta la cura a las enfermedades más terribles. Tanto el Gobierno, como el como el sector privado y la academia, deben mirar con seriedad y apoyar iniciativas de esta índole, si es que queremos que Puerto Rico crezca y salga de un modelo económico que ya no funciona. Reconocer esto no requiere un profundo conocimiento de ciencia biomolecular. Más bien, requiere una buena dosis de lógica.

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