Salvavidas a un litoral histórico

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Por Aurora Rivera Arguinzoni / arivera@elnuevodia.com

La designación de 869,000 metros cuadrados de la costa de Carolina como la Reserva Marina Arrecife de la Isla Verde no devolverá a la zona su belleza del pasado, pero permitirá preservar la vida que allí subsiste casi milagrosamente, oculta detrás de torres de cemento y acechada por embarcaciones.

Permitirá conocer además que la exclusiva zona llamada Isla Verde le debe su nombre a un pequeño islote que ya no es tan verde, pero que sigue allí. Y garantizará que presentes y futuras generaciones puedan apreciar lo que sobrevive del arrecife en torno a ella.

Las casi 217 cuerdas de litoral costero que desde el miércoles componen la primera reserva marina natural en la zona metropolitana de San Juan, según se anunció ayer, son cuna y hogar de una cantidad indeterminada de especies, algunas en peligro de extinción como el carey, el manatí y el tinglar, que se negaron a dejar lo que por ley natural es suyo. El predio está entre el hotel San Juan y el balneario de Carolina.

“(De muchacho) yo caminaba por esa playa a caballo, abriendo cercas de pelos de alambre y comiendo guamá, hicacos; era el sitio más hermoso que tú te puedas imaginar. El arrecife llegaba casi hasta la playa”, recordó ayer Rafael “Pepe” Palacios.

El hombre, que creció en la zona, recibió a este diario en su hogar a pocas horas de que el secretario del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), Daniel Galán Kercadó, anunciara que el gobernador Luis Fortuño había firmado la Ley 274 creando la reserva marina.

Por 20 años, Palacios intentó detener los ultrajes al arrecife sin éxito. “Yo estaba escribiéndoles a los gobernadores, escribiéndole a la gente, y me decían que sí, pero no hacían nada”, dijo el hijo del primer matrimonio de Inés María Mendoza, quien luego fuera esposa del exgobernador Luis Muñoz Marín.

“¿A cuántos gobernadores les escribió?”, preguntó El Nuevo Día.

“¡Ah! A todos... desde hace 20 años”, expresó con un profundo suspiro, parado en un pasillo de su apartamento, donde abundan las fotografías familiares, muchas de ellas históricas. Desde allí se aprecia diáfanamente Isla Verde.

POTENCIAL TURíSTICO

Además del valor histórico y ecológico, el potencial económico y turístico de la reserva es evidente para muchos, como Javier Laureano, director ejecutivo del Programa del Estuario de la Bahía de San Juan, y Alberto Pérez, propietario del hotel La Playa.

“Lo próximo que hay que hacer es una evaluación económica”, anticipó Laureano. Explicó que esta consistiría de contar las especies con potencial comercial en el área y asignarles un valor para la estimación.

En los arrecifes se reproducen muchas especies. Además, hay para ver corales como el Acrópora palmatta, el Acrópora cervicornis y el abanico de mar, lo que acentúa el atractivo turístico.

“Cientos de personas vienen aquí atraídas por el turismo de naturaleza”, recalcó, y afirmó que Puerto Rico puede convertirse en una meca de este tipo de destino.

“La gente pregunta qué hay ahí (donde se divisa la Isla Verde), cosas que el local no pregunta. Por eso es que queremos la concienciación”, contó, por su parte, Pérez sobre los huéspedes de su hospedería, hotel La Playa, donde se anunció la designación de la reserva.

La Ley 274 surgió de un proyecto radicado por la representante Elizabeth Casado a petición del Comité para la Designación de la Reserva Marina del Arrecife de la Isla Verde. Ordena proteger y preservar el área, lo que limitará el tipo de actividad que se realiza, sobre todo con embarcaciones.

Palacios destacó la labor que ha realizado por los pasados siete años el líder del comité, el artista gráfico Paco López. “Es un ciudadano común, pero es un ciudadano persistente, comunicador, activo, indomable. Es una persona maravillosa, es un campeón que ha logrado una cosa extraordinaria. Me da pena que haya que luchar por nuestros recursos de esa manera: debería ser así siempre, sin legislación”, dijo.

López explicó que su misión comenzó luego de nadar y explorar el área haciendo buceo de superficie junto con su pareja, Annette Tolentino. Cada vez eran más y más las especies que veían y, aunque no las conocían a ciencia cierta, tanto ellos como los amigos que se les fueron uniendo coincidían en que se trataba de un tesoro natural.

Contactó a científicos de la Universidad de Puerto Rico, de la Universidad Metropolitana (UMET) y el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) para que lo ayudaran a documentar lo que observaba. Comenzó a buscar aliados en su comunidad y así supo que había otras personas preocupadas como él.

“Había una comunidad entera preocupada, pero él organizó esa comunidad, logró echar este esfuerzo pa’ alante”, sostuvo Palacios.

López reveló que la verdadera clave de su éxito fue asesorarse de entrada con comunidades que ya habían hecho lo que se proponían ellos. Mencionó, por ejemplo, a vecinos de Rincón que hace años impulsaron la designación de la reserva Tres Palmas.

Aunque ayer el secretario de Recursos Naturales anticipó que la agencia se propone promover la designación de dos nuevas reservas en la laguna del Condado y los arrecifes de Vega Baja, López es más ambicioso. “Esta es la primera etapa de este proyecto. Nos vamos a extender hasta Ocean Park y hasta Condado. La idea es que todo el arrecife fuera (de la costa norte) desde San Juan hasta Piñones esté protegido. Y que los residentes de cada área se encarguen de esa zona”, adelantó.

Mientras sigue colaborando con el DRNA en la implantación de la ley, publicará junto con Sea Grant el manual “La participación ciudadana en la protección de las áreas naturales”, que será distribuido de forma gratuita para facilitar la formación comunitaria.

Ajena la mayoría

“¡No me digas!”, fue la reacción de la representante Casado cuando hace años le revelaron que había un arrecife en Isla Verde. Tanto ella como Galán Kercadó dijeron ayer que no han explorado ese espacio marino, pero lo tienen en agenda.

Ayer tampoco tenían idea de lo que tenían ante sí las turistas Ellen y Eileen (prefirieron no dar sus apellidos), de Nueva York. “It’s amazing! (¡Es fascinante!)”, fue la reacción de Ellen cuando El Nuevo Día le explicó que el Gobierno de Puerto Rico acababa de declarar reserva natural aquella zona por su riqueza ecológica.

El que sí ha vivido las maravillas del lugar es el isabelino Bryan Lugo, empleado de una empresa que ofrece recorridos marítimos en la zona. “Esto es un paraíso. Lo primero que vi y que veo todos los días son tortugas, pero el espectáculo mejor son los delfines”, dijo.

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