Científicos identifican una nueva especie de abeja en Puerto Rico

Este artículo es reproducido por CienciaPR con permiso de la fuente original.

PDF versionPDF version

Calificación: 

0

Contribución de CienciaPR: 

Este artículo es parte de una colaboración entre CienciaPR y el medio. Por ser contenido original generado por CienciaPR puede reproducirlo, siempre y cuando le de crédito al autor y a nuestra organización.

Por: 

Olivia Carmen Maule

Cuando una abeja se acerca, lo común es correr, gritar o dejarse llevar por el pánico. Pero un grupo de investigadores decidió hacer lo contrario: observarlas de cerca. Gracias a esa paciencia, lograron un hallazgo inesperado en el Bosque Seco de Guánica: la presencia de una nueva especie de abeja para Puerto Rico, bautizada como Megachile luctifera.

El descubrimiento, confirmado tras tres años de investigación y publicado en Caribbean Naturalist, abre una ventana a la biodiversidad de polinizadores en el archipiélago. “Este hallazgo nos da un mejor conocimiento de la riqueza de insectos que tenemos en la isla”, explicó Alana Freytes Rivera, investigadora, recién graduada de maestría en Biología de la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras y estudiante doctoral en el Departamento de Geografía, Sostenibilidad, Comunidad y Estudios Urbanos de la Universidad de Connecticut.

Aunque la Megachile luctifera ya había sido documentada en Barbados e Islas Vírgenes, nunca antes se había reportado en Puerto Rico. La primera observación se dio por accidente, mientras Freytes Rivera estudiaba el comportamiento de polinizadores en el Bosque Seco. Desde entonces, se han registrado 13 hembras y 12 machos. Además de Guánica, la especie también ha sido reportada en Coamo y hasta en Culebra.

La presencia local de esta abeja podría estar vinculada con los procesos geológicos que alguna vez unieron las Antillas Menores. Según Freytes Rivera, la especie pudo haber llegado a Puerto Rico volando desde islas cercanas, expandiendo su distribución.

Las hembras se distinguen por sus rayas negras y blancas en el abdomen, mientras que los machos requieren pruebas de ADN para confirmar su identidad. Ambos sexos son de tamaño mediano, de tres a cinco centímetros, y poseen un abdomen plano cubierto de pelillos.

 

A diferencia de la abeja mielera (Apis mellifera), conocida por formar grandes colonias, la Megachile luctifera es solitaria. Cada hembra se encarga de su propio nido, sin depender de otras para sobrevivir. Aunque cuentan con aguijón, no son agresivas y rara vez pican, incluso al ser manipuladas. Sus dos grandes misiones: reproducirse y polinizar.

Estas abejas prefieren anidar en rocas secas y protegidas de depredadores como las aves insectívoras. Para reforzar sus nidos, cortan pedazos de hojas –de ahí, su nombre común: “abejas cortadoras”– y los utilizan como material de construcción. En el proceso, ayudan a polinizar plantas hospederas como la Tephrosia cinerea.

Ese trabajo silencioso es vital en ecosistemas frágiles como el Bosque Seco de Guánica, uno de los más amenazados de Puerto Rico y reserva de la biosfera de las Naciones Unidas, subrayó Freytes Rivera. Además, las abejas fortalecen el crecimiento de plantas nativas que dependen de la polinización para reproducirse, recalcó.

Sin embargo, las condiciones extremas del Bosque Seco imponen límites. Durante las horas más calurosas, entre las 11:00 a.m. y la 1:00 p.m., Freytes Rivera observó que la actividad de los insectos disminuye drásticamente. El calor excesivo aumenta el riesgo de deshidratación y, además, afecta su dieta: el néctar puede evaporarse y las plantas optan por no producir flores para ahorrar energía. Todo esto impacta la polinización y, a largo plazo, la cobertura vegetal del bosque, dijo.

En ese esfuerzo, la ciencia ciudadana ha sido crucial. La aplicación iNaturalist, por ejemplo, ha permitido corroborar avistamientos de la especie fuera de Guánica, ampliando el mapa de su presencia en el archipiélago. La aplicación está disponible para todos y hasta ayudó a corroborar la presencia de la abeja en Culebra, detalló.

“Es una herramienta que involucra a toda la isla en la conservación”, destacó Freytes Rivera.

El hallazgo de la Megachile luctifera es un recordatorio de que cada detalle de la naturaleza contribuye a la salud de los ecosistemas. “Todo lo que nos rodea aporta a la estabilidad de nuestro ambiente, especialmente si sembramos flora nativa que apoye a polinizadores como esta abeja”, concluyó la investigadora.