El cambio climático amenaza con desaparecer parte del patrimonio histórico en las costas de Puerto Rico

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Alex Figueroa Cancel
La arqueóloga Isabel Rivera Collazo, de la Universidad de California en San Diego, encabezó a un grupo de científicos que recorrió 48 kilómetros de la costa norte y 8 kilómetros de la costa este. (Suministrada)

“El cambio climático y la erosión costera se están llevando los libros de nuestra historia”.

De esta forma, la arqueóloga puertorriqueña Isabel Rivera Collazo, profesora de la Universidad de California en San Diego, adelantó parte de los resultados de una investigación preliminar que realizó junto a otros científicos en las costas de la Isla.

Rivera Collazo alertó que la erosión costera tiene un impacto “grave” en yacimientos arqueológicos de Puerto Rico.

La experta advirtió que el mar está arrastrando materiales arqueológicos que no solamente son valiosos desde el punto de vista de la historia de las comunidades en Puerto Rico, sino también para la respuesta a los efectos del cambio climático.

“El conocimiento del pasado es sabiduría del futuro”, expresó Rivera Collazo, quien estudió arqueología en la Universidad de Puerto Rico y obtuvo su doctorado en arqueología ambiental de University College de Londres.

“De entrada puedo decir que vimos al menos diez sitios arqueológicos precolombinos que están activamente erosionándose, y con cada marejada se pierde más”, agregó. “Eso es algo mínimo dentro de lo que vimos, pero todavía estamos analizando los datos”, agregó

Señaló que “esos impactos se deben al cambio climático. Es una combinación entre la subida del nivel del mar y los eventos severos de marejadas”.

Identifican 21 nuevos yacimientos

El estudio comenzó a principios de la semana pasada. El grupo incluyó a estudiantes de su universidad y miembros de entidades locales, como Proyecto Dunas y de Ciencia Ciudadana de Para la Naturaleza, así como de varias comunidades.

Rivera Collazo indicó que recorrieron 48 kilómetros de la costa norte, entre Arecibo y Vega Baja, y otros ocho kilómetros en la costa este, por el área de Seven Seas y las Cabezas de San Juan.

“En total, identificamos 46 sitios, incluyendo en el norte y el este. De esos 46 sitios, el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) tiene incluido en el inventario unos 25 sitios. El resto (21) son sitios nuevos”, dijo Rivera Collazo.

También observó que de los 25 sitios en el registro del ICP, solamente “13 (sitios) están bien localizados. Los demás están mal localizados”.

Como parte del estudio, explicó, utilizaron nuevas métodos digitales para el registro de datos.

Además, usaron bases de datos de imágenes captadas por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) con la tecnología conocida como “Light Detection and Ranging” (LIDAR), con lo que pueden hacer observación de la superficie de la tierra sin tener que remover físicamente las plantas o demás material vegetativo que cubre los yacimientos.

“Así pudimos ver sitios arqueológicos que los miembros comunitarios no conocían y más detalles de otros sitios, y poder determinar en algunos casos cuán grande son”, explicó Rivera Collazo.

Hallazgo que pudiera cambiar teorías

Junto con otras herramientas utilizadas, Rivera Collazo señaló que pudieron encontrar materiales que podrían llevar a cambios en algunas las teorías de lo que se conoce sobre el pasado indígena de Puerto Rico.

“Una de las cosas que podemos observar es el patrón de cómo vivían nuestros antepasados, los indígenas. La forma de vida en la costa norte era bien diferente a la costa este”, dijo Rivera Collazo. “El nivel de diferencia es tanto, que puede ser que estemos hablando de una diferencia multicultural”.

“Hay que analizar todos estos datos, pero lo que se ve es la manera en cómo la gente usaba los hábitats costeros, cómo buscaban sus recursos de comida, dónde estaban los asentamientos, cómo marcaban sus espacios... Las prácticas en el norte y en el este son totalmente como si fueran dos mundos aparte”, añadió. “Eso merece ser estudiado más en detalle”.

La profesora planteó que pudo haber una coexistencia de distintos grupos indígenas, así como características desconocidas de cada uno. Dijo que para confirmarlo sería necesario contar con “fechas absolutas” que se pueden obtener con más estudios de radio carbono, de manera que no sea necesario limitarse a la cronología de calendarios que se han establecido por estudios de mediados del siglo pasado.

Urgencia de priorizar la respuesta

Ante la pérdida de materiales arqueológicos por la erosión costera, Rivera Collazo indicó que con los resultados del estudio elaborarán una propuesta de “Priorización de Intervención”.

Adelantó que la propuesta tendrá su sugerencia en relación de los hallazgos, así como de las comunidades que participaron.

La principal recomendación será que el gobierno active un plan de trabajo intenso con las comunidades, organizaciones comunitarias, sin fines de lucro y académicas, para preservar lo más importante y documentar el resto, antes de que siga desapareciendo en el mar.

“Aunque tenemos que completar la evaluación de los datos, preliminarmente diría que el 95% de todos los sitios que observamos está siendo activamente erosionados”, resaltó Rivera Collazo.

Añadió que “la situación es tan seria y severa que excede la capacidad del gobierno para intervenir por sí solo. La situación es exageradamente severa. Las agencias gubernamentales que tienen que ver con cultura en Puerto Rico no tienen apoyo de la gobernación para ni tan siquiera comenzar a penar en esto”.

“La sugerencia apunta a que la situación es tan urgente que necesitamos desarrollar estrategias para trabajar junto con las comunidades y entidades que ya están protegiendo la cultura, para completar las evaluaciones de vulnerabilidad del patrimonio cultural ante el cambio climático”, expuso.

“Necesitamos activar la base comunitaria, ayudar a su desarrollo de capacitación. Estos líderes comunitarios son súper apasionados, conocen su patrimonio y reconocen en el patrimonio cultural las raíces de sus familias y ancestros. Muchos de ellos han comenzado a protegerlo y compartirlo con otros miembros de sus comunidades”, abundó.
 

Por la historia y por el futuro

La arqueóloga enfatizó en que la urgencia de atender este asunto no es solo para saber lo que sucedió en el pasado. Señaló que ese conocimiento ayuda a enfrentar emergencias del medio ambiente en el futuro, desde múltiples aspectos.

“Todas las investigaciones que nos ayuden a entender la vulnerabilidad social ante el cambio climático enfatizan la importancia de la cultura para el desarrollo de estrategias que mantengan la identidad”, sostuvo Rivera Collazo.

Apuntó que “el cambio climático, de por sí, es traumático, es destructivo. Para que nosotros tengamos esta idea tan bonita y rosita de la resiliencia, lo que te dice esto es que ante una situación de crisis, las comunidades pueden continuar sintiéndose identificadas”.

“Gran parte de esa identificación en la Isla estaba afectada por la colonización. Nosotros hemos perdido mucho del poder de identificarnos a nosotros mismos. La arqueología nos da las herramientas para poder recuperar eso que la colonización nos ha quitado, por un lado”, resaltó.

“Por otro lado, si quiero entender cómo la subida del nivel del mar puede impactar, por ejemplo, a la comunidad Boca en Barceloneta, tengo que entender el pasado de la comunidad Boca en Barceloneta”, indicó.

Asimismo, resaltó que los análisis arqueológicos permiten entender cómo los ecosistemas costeros se afectan por elementos, tales como el aumento en el nivel del mar, la acidificación del océano y el paso de tormentas, entre otros.

“Pero esos materiales es lo que se está yendo con estos procesos de cambio climático”, expresó. “Necesitamos arqueología tanto para proteger lo que nos ayuda a identificarnos como comunidad, lo que nos da la base de quiénes somos con relación a nuestro espacio, nuestra tierra, barrios, comunidades, pueblos, así como para identificar riesgos y posibles soluciones en los procesos de impactos”.

“Para eso es que hace falta hacer una inversión estratégica para proteger, recuperar y aprender del pasado, para desarrollar sabiduría ante el cambio climático”, afirmó.

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