Exitoso proyecto de recuperación

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Gerardo E. Alvarado León / galvarado@elnuevodia.com

ISLA DE MONA - Las playas de esta isla podrían considerarse un santuario reproductivo para el carey de concha. Tan es así que los esfuerzos de la ciencia ya no se centran en salvar a la especie, sino en mantener su población.

Ahora bien, aunque el carey (Eretmochelys imbricata) es la tortuga marina más abundante en las playas y costas boricuas, sigue clasificada como una especie en peligro de extinción por leyes estatales y federales, además de estar protegida a nivel internacional.

El biólogo holandés Robert van Dam lleva 20 años estudiando el carey en esta isla, tarea en la que lo ha acompañado su homólogo Carlos Diez, del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA).

Su proyecto se divide en dos fases: contar los nidos de carey en las playas para tener una idea de cuánto se están reproduciendo; y evaluar su estado en los arrecifes y demás áreas de alimentación para determinar cuántos hay, de qué se alimentan y cómo se reproducen, en fin, saber cómo viven.

Los números de la primera fase hablan por sí solos sobre el éxito del proyecto. De 200 nidos contados en 1992, la cifra aumentó a 1,500 el año pasado. “Y esperamos que este año superemos esa cifra”, dijo Van Dam, tras explicar que el carey anida entre mayo y octubre, pero el pico de la temporada es entre septiembre y noviembre.

Cuestionado sobre las razones del aumento tan drástico en la cantidad de nidos, Van Dam mencionó en primer lugar la “protección local”. Se refirió a que los nidos de carey se han protegido de la depredación de cerdos salvajes, especie exótica introducida a Mona durante el período minero y que acababa con el 60% de los huevos.

“Se empezó a cerrar el acceso de los cerdos a las playas con una verja”, indicó Van Dam, quien agregó que los cerdos también se comían los huevos de la iguana de Mona, especie endémica de la isla y en peligro de extinción.

En segundo lugar, dijo Van Dam, la cantidad de nidos aumentó gracias a la vigilancia, tanto del personal del Cuerpo de Vigilantes del DRNA destacado aquí, como de los científicos.

A esto se suma un plan educativo para disuadir a las personas de pescar carey ilegalmente, así como de consumir su carne y productos derivados. A nivel internacional, destacó el biólogo, también se ha prohibido el comercio de carey, lo que implica que ya no se capturan tantos individuos.

“Son muchos factores los que han ayudado a la recuperación del carey. En Mona hemos visto un aumento de casi 10 veces en la población anidora”, recalcó Van Dam.

Regresan a casa

“Estas tortugas nacen aquí y, si son hembras, regresan a las mismas playas para desovar”, sostuvo Van Dam.

Detalló que las hembras ponen -en promedio- unos 150 huevos por nido. Una misma hembra, abundó, puede hacer entre cuatro y cinco nidos por temporada. “Estamos hablando de entre 600 y 750 nidos por hembra cada temporada. Es un desgaste tan grande para ellas, que no regresan”, expuso.

Es así como, luego de un período de incubación de unos dos meses, los huevos eclosionan y los careyitos emprenden su ruta al mar. El 80% de supervivencia en la etapa de huevo a cría, contrasta con la baja supervivencia de cría a adulto. Se estima que solo uno de cada mil careyes llega a la adultez.

 Y es que, según explicó Van Dam, una vez los neonatos llegan al mar pasarán un año -como poco- flotando y moviéndose con las corrientes marinas. Durante ese tiempo, en el que se alimentan de algas flotantes (sargazo) y otros organismos pequeños, son presa fácil para muchas especies.

Es aquí donde entra en vigor la segunda fase del proyecto.

Aunque algunos de los careyes marcados han sido detectados en sitios tan lejos como Nicaragua, se ha descubierto que las aguas del islote Monito figuran entre las favoritas de la especie.

“Monito tiene quizás la densidad población de carey más grande que existe en estado natural. En Monito, los careyes crecen tres veces más rápido que en Mona”, concluyó Van Dam.

 

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