Explicaciones creíbles

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Por Wilson González Espada / Especial para El Nuevo Día endi.com En un juicio, el rol de la evidencia es esencial. En nuestro sistema jurídico, un individuo es considerado y encontrado culpable sólo si existe evidencia abundante y suficiente en su contra. En la ciencia, el rol de la evidencia es importante también. Sin embargo, ¿qué sucede cuando se trata de explicar un hecho o evento del que no existe evidencia alguna? Indudablemente, la tarea es mucho más difícil y he aquí el problema. Muchas personas no saben cómo discriminar entre explicaciones razonables y un cuento chino. Veamos el siguiente ejemplo. Usted tiene un carrito viejo, apodado “el cochambroso” pero normalmente confiable. Se monta en el carro y descubre que no prende justo en la mañana de su cita médica, de esas citas que si la pierde no ve al médico otra vez por casi un año. ¿Cómo podría explicarse esta desafortunada “casualidad”? Es posible que la batería o el “starter” se dañaran o que el carro se quedara sin gasolina. A lo mejor un vecino antipático le bregó dentro del motor o un extraterrestre vino con la sola intención de dañarle el carro. Posiblemente un fantasma tapó con un dedo la bomba de la gasolina o a lo mejor un chava’o ratón royó un cable eléctrico importante. Aparte del hecho de que el carro no prende, no sabemos a ciencia cierta de evidencia alguna que apoye una explicación en particular. Antes de que le parta la cara al vecino antipático, debemos detenernos y pensar cómo se explica este hecho de manera racional y científica. A falta de evidencia, tenemos que recurrir al consejo de William de Occam, un monje del siglo XIV con mucho interés en la lógica y las ciencias. Fue este monje quien sugirió que debemos aceptar temporalmente, en lo que conseguimos evidencia, aquella explicación que requiera la menor cantidad de supuestos. En otras palabras, la explicación menos elaborada tiende a ser la explicación correcta. En el caso del carro que no prende, una falla mecánica o falta de gasolina son las explicaciones más probables. ¿A quién no se le ha dañado el carro o se ha quedado sin gasolina? La explicación del “extraterrestre” es mucho menos realista y asume, entre otras cosas, que los extraterrestres sí existen, que tienen naves ultratecnológicas que pueden viajar entre planetas o galaxias y que cogieron el día libre sólo para dañarle el carro y hacerle perder su cita. La explicación del “fantasma” asume que un ser inmaterial puede afectar algo material, como la bomba de la gasolina. A pesar de relatos anecdóticos que aseguren lo contrario, algo inmaterial no puede afectar a algo material, ya sea un objeto o persona. Por ejemplo, múltiples estudios científicos han concluido que nadie puede mover objetos (algo material) con el pensamiento (algo inmaterial). Existen muchos ejemplos de la ciencia en que la sugerencia de William de Occam se ha utilizado. Tomemos el ejemplo de la Luna. A mediados del siglo 20, había varias explicaciones naturales sobre el origen de la Luna. Cualquiera de esas explicaciones era igualmente razonable sin tener evidencia. Era posible inventarse otras explicaciones que incluyeran aspectos sobrenaturales, pero los científicos sabían que no eran las más razonables. No fue hasta luego de la misión Apolo a la Luna en la década del 60 y 70 que se consiguió la evidencia para apoyar una de las explicaciones y descartar las demás. Ahora sabemos que cuando la Tierra estaba casi formada, un gigantesco asteroide chocó con ésta y lanzó material al espacio, el cual eventualmente formó la Luna. La próxima vez que alguien le diga que gaste mil dólares en una cura milagrosa o en un despojo “arrasa con tó”, recuerde a William de Occam y no le busque cinco patas al gato. Piense cuál será la explicación más probable. ¿Será que lo quieren coger de bobo? *El autor es profesor de Educación en Ciencias Físicas de Arkansas Tech University y miembro de www.cienciapr.org