Los ostiones: más que un simple manjar

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Por Dr. Jorge Bauzá-Ortega / Especial El Nuevo Día Imaginen un sistema de filtración y purificación de aguas costeras que opera las 24 horas y no consume energía eléctrica. Simplemente hay que colocarlo en un lugar que le provea estabilidad y bajo la superficie del mar. Este sistema lo encontramos naturalmente adherido a la raíz del mangle rojo y en algunas estructuras sumergidas en la costa. Es pequeño, pero muy sabroso para muchos. De hecho, un viaje al poblado de Boquerón es suficiente para convencernos de su fama pues los ofrecen por docenas -en su casco- si así lo prefiere. Efectivamente, hablamos del ostión de mangle, Crassostrea rhizophorae, nuestra ostra nativa. Pero en este caso no buscamos consumirla, sino más bien utilizarla como biofiltros o filtros vivos. Y es que el ostión de mangle se pasa la vida filtrando el agua para extraer toda partícula que le sirva de alimento. Estas partículas pueden ser fragmentos de plantas y animales, bacterias, microorganismos, es decir, todo aquello que contenga materia orgánica y logre entrar por sus órganos filtradores. Estas partículas orgánicas son las que -en altas concentraciones- opacan o hacen turbia el agua en las lagunas, bahías, estuario y otros cuerpos de agua en la costa. Es decir, deterioran la calidad del agua al reducir la transparencia de la columna de agua. ¿Cuál es la importancia de tener aguas claras en la costa? Las aguas claras permiten la llegada de la luz solar al fondo marino. La luz solar en el fondo marino es lo que permite el desarrollo de corales y herbazales marinos, ambos, ecosistemas de suma importancia para la pesca, la recreación y la conservación de la biodiversidad. En otras palabras, los ostiones, al remover las partículas orgánicas suspendidas en el agua, promueven indirectamente el desarrollo de estas comunidades marinas. El Programa del Estuario de la Bahía de San Juan planifica implementar un proyecto piloto utilizando nuestras ostras nativas. Se ha reportado que ostras de la misma familia que las nuestras tienen la capacidad de filtrar hasta dos galones de agua en una hora. Por lo tanto, el proyecto consiste en introducir ostras en aquellos puntos en el estuario que reciben descargas con alto contenido de sedimentos y compuestos orgánicos. Particularmente, cerca de descargas pluviales al ecosistema marino. El primer paso consiste en recolectar las ostras en zonas donde abunden, como La Parguera y Boquerón, montarlas en un sistema de sostén e introducirlas en el cuerpo de agua a mejorar. Durante el proceso se iniciará un plan de monitoreo de calidad de agua para medir cambios en los niveles de turbidez y otros parámetros. Además, se estudiará el crecimiento y comportamiento de los ostiones. La realidad es que se espera una mejoría en la transparencia y la calidad de agua después de varios meses de haberse introducido estos bivalvos. Hay que tener presente que este es un proyecto piloto novel en Puerto Rico, aunque en otros lugares, como la bahía del Chesapeake, proyectos similares han tenido un gran éxito. Además, estas ostras actúan como indicadores del ambiente pues al filtrar, acumulan en su interior diferentes compuestos. De esta forma, son un récord viviente de todo lo llega al mar. Esta restauración va acompañada de otros esfuerzos. Por ejemplo, es imperativo comenzar a corregir y eliminar las fuentes de contaminación a los cuerpos de agua en la costa. Hay que crear conciencia en la población de que todo lo que entre por las alcantarillas pluviales llegará a un punto en la costa. Precisamente, este proyecto va en la línea de crear conciencia ecológica. Los cronistas cuentan que los europeos se maravillaban al observar en el Caribe “ostras creciendo en las raíces de los árboles (el mangle)”. Hoy día la maravilla de estas especies esta en su capacidad como biofiltros. El autor es oceanógrafo y asesor científico del Programa del Estuario de la Bahía de San Juan.