Plantas vitales para la conservación

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Por Gerardo E. Alvarado León / galvarado@elnuevodia.com El Nuevo Día Esta es la historia de un árbol endémico de Fajardo y las islas municipio de Vieques y Culebra que estuvo perdido durante 78 años... Sí, leyó bien, un árbol. Su nombre es Eugenia fajardensis y fue visto por primera vez en Puerto Rico en 1923. Su descubridor fue el alemán Paul Sintenis, quien le cortó unas cuantas ramas y las envió como muestras a un herbario en Berlín. Sintenis siguió estudiando la flora boricua, pero no abundó más sobre el Eugenia fajardensis. Las bombas de las guerras mundiales destruyeron las colecciones del herbario berlinés. Sin embargo, quizás sin que Sintenis lo supiera, los jefes de esa institución enviaron una pequeña rama del árbol a Dinamarca. Este simple acto no cobró relevancia hasta el 2005, cuando el botánico Juan Carlos Trejo, en unión a Miguel Vives, Marcos Caraballo y Tomás Carlo, redescubrió el Eugenia fajardensis en Monte Pirata, Vieques. Meses antes Trejo había visitado dicho herbario danés y al ver el árbol en la Isla Nena, constató que era la misma especie. También en el 2005 apareció otro ejemplar en Culebra. Y en 2008, en Fajardo, se localizó la población más grande de Eugenia fajardensis conocida hasta ahora. Los 25 ejemplares están en el bosque costero del Corredor Ecológico del Noreste (CEN), un área natural de 3,200 millas codiciada por muchos desarrolladores de proyectos. “Esto es solamente un ejemplo de cómo las plantas sirven como elementos de conservación”, expresó Trejo, quien detalló que desde 1977 han sido descubiertas dos especies de plantas endémicas del CEN. En la zona kársica del norte, también amenazada por construcciones como la del gasoducto, los hallazgos son mayores. Dicha zona cuenta con 18 plantas únicas, 28 que pueden verse en el resto del País y 11 que también están presentes en las Islas Vírgenes, para un total de 57. Una de esas plantas “endémicas y especializadas” del karso es la Tabebuia karsoana, descubierta por Trejo hace dos años. Se trata de un árbol pequeño que sólo crece en las cimas y laderas altas de los mogotes del karso, es decir, en el 1% de la superficie de todo Puerto Rico. “Estos números son contundentes y deberían tomarse en cuenta para impulsar la conservación del área y darle protección en ley a estas plantas”, expuso Trejo. “Puerto Rico es una joya de diamantes en cuanto a recursos botánicos”, concluyó el experto.