Puertorriqueño busca desarrollar un fármaco para tratar el alcoholismo

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Por Dalissa Zeda Sánchez / dalissa.zeda@gfrmedia.com

Puertorriqueño busca desarrollar un fármaco para tratar el alcoholismo

Por Dalissa Zeda Sánchez / dalissa.zeda@gfrmedia.com

 

El profesor Roberto I. Meléndez Aponte recibió una millonaria subvención para financiar su investigación sobre el impacto del alcohol en los adolescentes. 

Una persona que empezó a consumir bebidas embriagantes en grandes cantidades antes de cumplir los 21 años, sin duda y sin saberlo, se condenó a sí misma a una adultez de alcoholismo. Y no porque sea incapaz de modificar su conducta, sino porque su cerebro ya aprendió a necesitar el alcohol y, esa dependencia, no es reversible.

Esta es la teoría que pretende probar el investigador puertorriqueño Roberto I. Meléndez Aponte, quien recibió recientemente una millonaria subvención de parte del National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism (NIAAA) para financiar, durante cinco años, un estudio que explora el impacto del alcohol en el cerebro de los adolescentes.

La novel propuesta de Meléndez Aponte, quien es catedrático en la Escuela de Medicina del recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, compitió con las de otros 100 investigadores de Estados Unidos para recibir la suma de $1.8 millones.

“(El instituto) busca cuál es la propuesta más novedosa y cuál es la que tiene el mayor potencial de crear impacto. (Para ser seleccionado) se requiere que el investigador tenga la capacidad de hacer el experimento, los recursos y el laboratorio para llevarlo a cabo y que la universidad tenga el sistema para manejar los fondos asignados”, explicó a ELNUEVODIA.COM el profesor que posee un doctorado en psicobiología de la adicción del Purdue University, en Indiana.

El investigador de 41 años indicó que estará trabajando junto a un equipo de ocho personas con la meta principal de lograr publicar al menos dos artículos en revistas internacionales de ciencia, mejor conocidas como “journals”, durante el segundo y tercer año de estudio. Estas publicaciones servirían para compartir el progreso y la relevancia de la investigación, así como para que el NIAAA tenga evidencia de que los fondos asignados se están utilizando de la forma correcta.

A largo plazo, el científico aspira a contribuir en el desarrollo de un fármaco que sirva para tratar el alcoholismo. “Yo creo que lo social es importante. Hay que admitir que la mayoría de las personas pueden tomar alcohol y se pueden controlar. Eso es lo social. Pero las personas que pierden ese control, ahí yo creo que es algo estrictamente biológico porque el cerebro tiene un rol bien poderoso”, puntualizó Meléndez Aponte. 

Edades susceptibles

La investigación, que es pionera en Puerto Rico, sostiene y busca demostrar que el consumo de alcohol entre adolescentes es alarmante porque produce cambios en el cerebro que son permanentes. “El daño del alcohol durante la adolescencia es que le crea, al cerebro, una necesidad y adicción permanente a esa droga”, aseveró Meléndez Aponte.

El profesor explicó que, contrario a la creencia popular, el cerebro humano no completa su desarrollo hasta que la persona cumple los 25 años, aunque la vulnerabilidad mayor es hasta los 21. Por lo tanto, si una persona abusa del alcohol en la etapa de 15 a 21 años, entonces el cerebro hará cambios y culminará su desarrollo teniendo esa droga presente. Y cuando el proceso de desarrollo termina, el daño del alcohol se queda, convirtiendo al joven en un futuro dependiente del alcohol por su biología y no necesariamente por su crianza.

“Se requiere que las personas entiendan que, cuando beben durante esa edad (antes de los 21 años), el cerebro está mucho más susceptible al efecto biológico del alcohol. Definitivamente, de los 18 a 21 años, el desarrollo que ocurre en el cerebro es significativo (y debería protegerse)”, recomendó Meléndez Aponte. 

El investigador explicó que decidió enfocar su estudio en el impacto del alcohol en los adolescentes porque se ha comprobado que los jóvenes de las edades entre 18 y 21 años beben más que los adultos, a pesar de que ese periodo es crítico para el desarrollo del cerebro y sus múltiples funciones.