Tras un avance para la policía

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Por El Nuevo Día Este paso, propuesto recientemente por el director ejecutivo del Instituto de Estadísticas Mario Marazzi, debe darse porque, aun sin el problema de la alteración intencional, la Uniformada adolece de un sistema arcaico, nada profesional, de recolección y manejo de una información tan clave para su propio desempeño como son los números del crimen. Un sistema de estadísticas es vital para el conocimiento efectivo de los complejos problemas que afectan a los gobiernos y los pueblos en las áreas más sensibles de la administración pública, como el mercado, la producción comercial, agrícola e industrial, la natalidad y la mortalidad, la medicina y el estado de salud de los ciudadanos. En fin, sobre el estado de la calidad de vida del país, incluyendo el relevante aspecto de la seguridad. En la medida de que esa información se recopile de forma científica y eficaz, dependerá el conocimiento de la realidad que obtendrá el Gobierno y la capacidad para adoptar las políticas y decisiones más acordes con el interés público. De ahí la importancia de que el sistema de estadísticas esté centrado en la credibilidad y el profesionalismo de los organismos encargados de su acopio, sin que ni siquiera asome un atisbo de duda sobre esa labor. Lamentablemente, ese no ha sido el caso en el acopio de estadísticas por parte del Gobierno a lo largo de los años. No sólo en la Policía, que ha sido objeto persistentemente de denuncias sobre la manipulación de sus estadísticas -siempre para presentar un cuadro, ficticio por demás, de reducción del auge de la criminalidad-, sino que también han ocurrido serios señalamientos, muchas veces comprobados, de maniobras ilegales en agencias como el Departamento de Salud (sobre la epidemia del AH1N1 y los datos de mortalidad) y la Junta de Planificación (sobre el estado de la economía). Por lo demás, en ocasión del informe presentado al inicio del actual gobierno por el Consejo Asesor de Reconstrucción Económica y Fiscal (CAREF), se hizo patente la ausencia de credibilidad en varios de sus hallazgos, no por capricho de sus integrantes, sino por fallas detectadas en el sistema de información contable del Departamento de Hacienda. Para empeorar la cosa, hace poco se dio el espectáculo del intento de mancillar la reputación del mismo director ejecutivo del Instituto de Estadísticas, Mario Marazzi, sólo por ajustarse este al fiel desempeño de una función que tiene que estar alejada de disimulos politico-partidistas. De manera que está en rigor no sólo establecer en la Policía un sistema integrado de recopilación electrónica y adjudicación de querellas, como lo ha propuesto Marazzi. También es necesario investir al Instituto de los recursos y la autonomía, para lograr que la interpretación cabal de los datos ayude a trazar las políticas públicas que requiere el País. Entoces, eso conduce inevitablemente a poner los recursos del Gobierno donde más eficazmente se necesitan, sin discriminar por ceguera institucional ni por ningún tipo de favoritismo.