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Fallando en lo básico: la necesidad de la prevención contra el COVID-19

Imagen de Mónica Ivelisse Feliú-Mójer
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Por José Raúl López de Victoria

Publicado originalmente en la sección de Opinión de El Nuevo Día, como parte de la colaboración entre CienciaPR y ese medio.

En muchos aspectos, estamos en una mejor posición para lidiar con COVID-19 y acercarnos al fin de la pandemia. Tenemos más recursos (medidas de mitigación, vacunas efectivas, medicamentos) y conocimientos para combatir el COVID-19. Sin embargo, no podríamos estar más lejos del final.

Estamos en medio de otra ola de contagios a nivel global. Puerto Rico se encuentra en su octava semana seguida de alza en positividad y se observa un aumento en hospitalizaciones generales y pediátricas. Aunque tenemos los conocimientos, recursos y las herramientas para evitar estas situaciones, seguimos jugando a la defensiva contra el coronavirus.

¿Por qué? Pues nuestra actual respuesta a COVID-19 ignora uno de los pilares y propósitos de la salud pública: la prevención.

En contraste con la salud clínica, que tiende a reaccionar a la enfermedad, la salud pública se enfoca en prevenir el problema, atacando el origen de la situacióny enfatizando la mitigación de factores de riesgo contribuyentes.

En Puerto Rico y otros lugares del mundo, las estrategias para mitigar la actual ola de contagios son más clínicas que salubristas. El énfasis se ha puesto en que tenemos medicamentos y otras herramientas para manejar el COVID-19. Estas herramientas son sin duda importantes. El problema es que se han dejado sin efecto medidas enfocadas en la prevención como por ejemplo los mandatos de uso de mascarilla, una de las intervenciones más importantes y costo efectivas que tenemos para la prevención de las infecciones con el coronavirus.

Además, están ausentes mensajes educativos que son esenciales para promover la prevención. Se enfatiza poco la importancia de mejorar la calidad de las mascarillas que usamos, a pesar de que ómicron es sumamente contagiosa, lo que requiere mascarillas (como las KN95 o N95), que tienen una capacidad de filtración superior.

Tampoco se discuten lo suficiente las consecuencias crónicas de infectarse con el coronavirus y desarrollar COVID-19, incluyendo el COVID recurrente o “long COVID”. Ha quedado demostrado que padecer de COVID-19 aumenta el riesgo de condiciones cardiovasculares y neurológicas, entre otras. Se estima que más de 100 millones de personas a nivel mundial viven con “long COVID”, una serie de síntomas debilitantes que persisten semanas y hasta meses después de que alguien se infecta con el coronavirus. Según el Instituto Brookings, hay millones de empleos vacantes debido al COVID-19 y sus efectos a largo plazo, por lo cual el impacto de la enfermedad va más allá de la salud.

Puerto Rico tuvo éxito en sus esfuerzos de mitigación de la pandemia y podríamos construir sobre los éxitos del pasado. Nuestras altas tasas de vacunación han sido resaltadas como un logro a nivel internacional y por más de dos años fuimos consistentes con el uso de las mascarillas, lo cual nos ayudó a evitar alzas más dramáticas en indicadores durante momentos clave la pandemia.

Precisamente por todo esto es inaceptable que ante las alzas en casos que estamos observando, que se acercan a los niveles que experimentamos durante la primera ola de ómicron a finales de 2021 y principios de este año, el Departamento de Salud no esté tomando medidas de prevención contundentes.

Es urgente que regresemos a la fórmula ganadora de la salud pública: la prevención. Esto incluye fortalecer los esfuerzos de vacunación (particularmente para la administración del refuerzo) y el abasto, distribución y reporte de pruebas y promover la detección temprana del COVID-19. Incluye también la educación, herramienta clave en empoderar a nuestra gente a no bajar la guardia, a entender la gama de riesgos a los que se exponen más allá de hospitalización y muerte.

Finalmente, toca reconocer que la responsabilidad de prevenir el COVID-19 no es, ni será individual. Es compartida entre el individuo, las comunidades y el Departamento de Salud de Puerto Rico. Nos toca a todos.

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