Aventura educativa en la jungla

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Por: 

Ileana Delgado Castro/ ileana.delgado@gfrmedia.com

A los 21 años, el puertorriqueño Roberto Suro tomó una decisión que para algunos fue difícil de entender. Después de todo, no son muchos los jóvenes que hacen un paréntesis en sus vidas y cambian la comodidad de la ciudad por una experiencia única en una selva, al otro lado del mundo.

Precisamente, fue lo que él hizo en agosto del año pasado, cuando tuvo la oportunidad de cambiar por completo su estilo de vida como estudiante de premedicina en Boston University por un trabajo en una estación de investigaciones científicas en el parque nacional Gunung Palung, en Indonesia.

Una decisión que lo ha llevado a vivir situaciones inolvidables. Sobre todo, si se tiene en cuenta que una de sus reponsabilidades es estudiar, en su propio hábitat, a los orangutanes, un trabajo que no ha estado exento de sorpresas y uno que otro susto.

"Indonesia es un país inmenso, un archipiélago de más de 17,000 islas. Yo estoy en la isla de Borneo, que de hecho se divide entre tres naciones: Indonesia, Brunei, y Malasia. Aquí, hay un proyecto científico dirigido por el doctor Cheryl Knott de Boston University, que estudia la vida y el comportamiento de los orangutanes. Yo estoy trabajando como asistente botánico y fotógrafo para el proyecto", explica Suro en uno de varios mensajes electrónicos en los que compartió sus vivencias.

"Para estudiar a los orangutanes, primero tienes que encontrarlos en el bosque. Es un bosque bello y con mucha diversidad de vida y terreno. Hay montañas, pantanos, ríos y cascadas", cuenta el joven, tras indicar que por las mañanas cada uno de los que laboran allí salen a buscar orangutanes.

"Cuando alguien encuentra uno, contacta al resto del grupo por radio y le deja saber su localización para reunirnos y seguir al animal juntos", cuenta.

Paseos singulares. Pero estos recorridos no están exentos de riesgos, aunque Suro hace la aclaración de que, en general, lo orangutanes no son agresivos y no hay que tenerles miedo. Aunque resalta que hay que respetar su espacio y mantener una distancia adecuada. Pero una vez tuvo un encuentro medio peligroso con un macho.

"Estaba solo en el bosque buscando orangutanes. Escuché la vocalización de un macho en la distancia y me fui a investigar. Cuando llegue al área donde pensaba que se había originado el sonido, no tuve en cuenta que el macho estaba justo encima de mí en un árbol. De momento se bajó y comenzó a amenazarme con sus gruñidos y a enseñar sus colmillos. Ahí sí me asusté… No es chiste cuando un orangután macho de más de 200 libras te amenaza", relata Suro, tras asegurar que lo último que se debe hacer en un caso así es corrrer debido a que lo más probable es que el organgután te persiga.

"Lo único que puedes hacer es ignorarlo por completo, no mirarle los ojos y poco a poco caminar en otra dirección", aconseja el joven. Él lo hizo así hasta esconderse detrás un árbol. Pero al ver que el animal seguía caminando en otra dirección, decidió seguirlo. "De momento se vira y sale corriendo en mi dirección, agarra dos árboles pequeños con sus brazos, los tira al piso y luego me mira. Yo no hablo orangután, pero no hay que ser genio para saber que lo que quería decirme era 'no me persigas'. Así que lo dejé ir porque siempre hay que respetar el espacio de los animales", afirma Suro, mientras asegura que es una bendición y un privilegio poder estar cerca de ellos en el bosque.

Otro dato interesante que provee el joven investigador es que en el mundo solo hay dos lugares en los que hay orangutanes. Uno es en Borneo y el otro en Sumatra, otra isla de Indonesia. Pero en ambos sitios, están en peligro de extinción. De hecho, destaca que en Borneo, la población ha disminuido en un 50% en los últimos 60 años.

"Mayormente, esto se debe al mercado ilegal de madera y a la destrucción de los bosques para cosechar aceite de palma. Otro gran problema es la caza y la venta de orangutanes. En Indonesia hay un mercado negro de mascotas ilegales y algunas personas atrapan a los bebés en el bosque y los venden. Muchos de ellos mueren porque la gente no sabe cuidarlos y no pueden sobrevivir sin su madre. Hasta ha habido casos que atrapan a las hembras, las afeitan y las usan en prostíbulos", afirma Suro, tras resaltar que la conservación de los orangutanes es un problema serio y hay varias organizaciones que trabajan para protegerlos. Una de ellas es Gunung Palung Orangután Conservation Project.

Vivir en el bosque. Suro cuenta que vive en un lugar muy remoto que definitivamente cae bajo la categoría de selva y que todos los animales son salvajes. Pero aclara que no es un zoológico ni un área turística.

"Aquí no vive nadie más y para encontrar el pueblo más cercano tienes que caminar entre tres y seis horas por el bosque", afirma el joven. Además, comenta que hay que saberse de memoria la ruta porque luego de media hora estás en pleno bosque y no hay banderas ni rótulos que te marquen el camino. La otra manera de llegar es en canoa por el río, pero de esta manera puede tomar más de ocho horas", explica el joven, mientras asegura que él prefiere ir caminando por el bosque.

Relata que al adentrarse en este bosque virgen se pueden observar árboles inmensos y que la vegetación es muy densa. En ese sentido, dice que allí se entiende el porqué de la palabra jungla -que significa 'terreno difícil'-, debido a que es casi impenetrable.

Su estilo de vida puede sonar incómodo, pero a Suro no le parece nada mal. Explica que duermen en casetas que han ubicado debajo de un techo inmenso que han construido usando palos y tejas de aluminio. Allí también tienen un comedor y una cocinita con estufa de gas.

"Me gusta dormir en la caseta, especialmente durante las noches lluviosas. No hay nada mejor que dormir bien arropado con el sonido de las gotas chocando el techo, los truenos en la distancia y saber que estás en el medio del bosque. Duermo como un bebé", asegura.

No obstante, admite que estar en el bosque también tiene unos efectos indeseados. Uno de ellos es "bregar con animalitos que invaden nuestro espacio". Por ejemplo, recuerda que durante su primer mes, se despertaba con mucho picor y no sabía por qué. Hasta que se dio cuenta que el colchón estaba lleno de pulgas y garrapatas. Pero asegura que el problema se soluciona al sacar el colchón de vez en cuando y darle unos cuantos cantazos con un palo. Lo que no se esperaba era despertarse una noche con una garrapata viviendo cómodamente dentro de su ombligo.

Otra situación común son las lapas terrestres que chupan sangre y están por todo el bosque. Uno de los problemas es que a veces se pegan y no se dan cuenta hasta que la camisa este mojada de sangre. "Pero en realidad no hacen daño, uno se acostumbra rápido a bregar con ellas. Simplemente te las despegas de la piel y las tiras para otro lado", agrega trqanquilamente.

En contraste, afirma que la alimentación en el campamento es bastante buena. Pone el ejemplo de que tres veces al mes, unos aldeanos les traen comida y materiales por canoa. "Siempre tenemos suficiente arroz, huevos y vegetales. Aquí fríen los plátanos y los guineos como en Puerto Rico. Lo único que falta son las habichuelas, que en Indonesia no se comen", relata Suro, tras asegurar que le encantaría poder comerse un buen plato de arroz con habichuelas y amarillos.

Comenta, además, que al lado del campamento hay un río, con un agua inmaculadamente limpia, donde se bañan todos los días. "Es tan transparente que siempre puedes ver el fondo. No hay nada mejor que tirarse en el río estando sudado y cansado después de un día de trabajo. Toda el agua que tomamos también viene de este río y no tenemos que tratarla ni desinfectarla de ninguna manera. Así de limpia es. También lavamos ropa ahí. Es una conveniencia muy grande tener un río tan limpio al lado del campamento", añade.

Un día típico. Según el joven estudiante, usualmente, como a las seis de la tarde, el orangután sube a la parte superior de un árbol para hacer su nido. Para ello, dobla las ramas hacia adentro, conectándolas y creando una plataforma para dormir. Y una vez que ellos se duermen, el equipo de investigadores marca el árbol, graba las coordenadas en el GPS y regresa al campamento.

Pero para poder perseguirlos al día siguiente, tienen que levantarse como a las 3:15 de la madrugada para llegar antes de que el orangután se despierte y se vaya. Una vez que bajan de los árboles, el equipo comienza a seguir al animal durante todo el día, hasta que vuelve a hacer su nido en la tarde. Un proceso que se repite durante cinco días a la semana por unas 14 horas diarias.

"Físicamente es muy fuerte; el terreno es difícil y uno está constantemente moviéndose. Pero es más el cansancio psicológico porque es sumamente difícil estar enfocado en eso por 14 horas corridas. Pero vale la pena porque de vez en cuando uno ve situaciones increíbles", dice Suro, mientras asegura que ha tenido mucha suerte en ese aspecto Por ejemplo, explica que ha visto el apareamiento de orangutantes en cinco ocasiones. También ha podido observar orangutanes caminando en el suelo, que es algo muy raro.

Pero gran parte de los estudios que se llevan a cabo allí, indica Suro, es sobre la nutrición. Por lo tanto, cada día los asistentes recolectan muestras de las plantas que comieron los orangutanes ese día.

"Mi trabajo es identificar las especies de plantas. Después de identificarlas, les tomo foto a cada muestra y las añado a una base de datos inmensa que contiene fotos y descripciones de todas las muestras que se han recolectado a través de los años. Si hay algo nuevo, que no hemos recibido antes, también escribo una descripción de la planta. La diversidad de plantas aquí es tan grande que de seguro hay especies que no se encuentran en ningún otro sitio y a lo mejor un día el trabajo que estoy haciendo se puede usar para clasificar nuevas especies. Las muestras luego son analizadas para ver su contenido nutritivo. Así sabemos cuántas calorías están consumiendo los orangutanes a diario", explica el joven.

El otro trabajo que tiene Suro, el cual dice es su favorito, es acompañar a los asistentes de investigación durante el día y tomarle fotos a los orangutanes. Esto es importante porque muchas veces es imposible identificarlo en el campo. Pero si hay una foto, se pueden observar sus rasgos con más calma en el campamento e identificar al individuo correctamente. Sin embargo, destaca que tomar fotos en el bosque no es fácil.

"No hay mucha luz, el terreno es difícil, hay ramas y hojas por todos lados bloqueando la vista. Algunos días regreso al campamento con ni tan siquiera una buena foto. Pero otros días capturo unas fotos increíbles. Ser buen fotógrafo aquí es una mezcla de paciencia, experiencia y suerte. Siempre he pensado que sería increíble ser fotógrafo de naturaleza y vida salvaje y por ahora me estoy viviendo el sueño", asegura Suro.

Pero de lo que está seguro es que lleva un estilo de vida muy diferente al que muchos están acostumbrados. "Aquí la habilidad de comunicarse es un lujo. Conseguir la señal para el celular es difícil", comenta. En vez, a veces decide caminar en cualquier dirección en el bosque, sentarse debajo de un árbol y cerrar los ojos.

"No hay nadie más por millas y si me buscan jamás me encontrarán. Lo único que escucho es el sonido del bosque, de los árboles meciéndose en el viento, de los insectos, de las aves cantando", describe Suro. Y aunque dice que la primera vez que hizo eso se sintió muy solo, luego se dio cuenta que era todo lo contrario. "Era lo menos solo que yo jamás había estado, porque lo único que había alrededor de mi era vida. Se escucha el sonido de todo tipo de vida, más vida de lo que hay en cualquier parte del mundo fuera de la selva. En ese sentido es surreal. No es que me sentía solo, es que me sentía pequeño en un mundo tan grande y lleno de vida. Que en comparación con todo lo que hay, yo soy solo un grupito de átomos en un mundo que respira".

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