Delicado balance marino

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Por Gloria Ruiz Kuilan / gruiz@elnuevodia.com El Nuevo Día A simple vista parecen ser sólo aguas prístinas y apacibles que no albergan nada en su interior. Pero en sus profundidades, las aguas del Mar Caribe en la isla Caja de Muertos en Ponce esconden un mundo vibrante de vida y prácticamente desconocido para el ojo humano. Son esas aguas del mar Caribe en la laguna arrecifal de Caja de Muertos la cuna de un intento por restaurar nuestros arrecifes de coral, eje central de una cadena de vida que se extiende más allá del mar para beneficiar directamente al ser humano. La vereda submarina -un proyecto a inaugurarse en sólo días en la laguna- sirve como mayor exponente de esa vida marina en la Reserva Natural de Caja de Muertos. Unas 25 estaciones -identificadas con boyas y tarjas- dan detalles de la especie que se puede hallar por esos mares. Es así como se da cuenta del pepino de mar, el cangrejo araña, el cienpiés marino, la anémona de sol, el cangrejo araña y la anémona gigante. Un recorrido submarino de El Nuevo Día por la vereda -que ya había sido creada en 1992, pero se abandonó- dejó al descubierto el chapín, el pez ángel, el coral de dedos, el coral estrellado, la colirubia, el boquicolorao, el sargento, el cirujano (“blue tang”), pólipos, la esponja, la talasia, el royal gramma, el coral de fuego y el cuerno de ciervo. La experiencia, según del secretario del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), Daniel Galán, permitirá a la gente pasar del concepto abstracto al concreto en pro de la conservación del ambiente. “Mucha gente habla de que hay que proteger los corales, pero no muchos boricuas tienen la oportunidad de ver lo que es un coral, la vida que hay (en el agua), de sentirlo de cerca. La gente no puede conservar ni abogar por lo que no conoce. Pero con protección sí. Por eso, nos estamos circunscribiendo a un área que es como un 2% de toda la laguna arrecifal”, dijo Galán para explicar que hace sólo meses prohibió la pesca en la isla y la entrada de embarcaciones a la laguna, lo que ya da frutos. En la vereda, los corales se movían al son de las corrientes lo que evidenciaba junto a las demás especies la existencia de una vida marina floreciente o en plena ebullición. Sin embargo, y desafortunadamente, esa no es la realidad de otros lugares de nuestra costa, explicó el biólogo marino, Edwin Hernández. “La situación de las costas no creo que haya cambiado mucho. Los impactos de origen humano siguen siendo iguales o peores”. “Más de la mitad de los corales en la última década se han muerto. Hay que recordar que éstos construyen el arecife”, recalcó. Panorama sombrío La organización World Watch Institute, que analiza los datos medioambientales de todo el mundo para proveer información sobre cómo construir una sociedad sostenible, estimó que en 40 años no habrá arrecifes en el planeta. Puerto Rico está inmerso en ese panorama sombrío. “La tendencia que tenemos con nuestros arrecifes es rumbo a un colapso de los corales en las próximas dos a tres décadas” dijo Hernández a tono con un estudio de la población coral de estrella. Agregó que ya “no nos queda ningún arrecife expuesto a daño. Una tercera parte está en estado de amenaza”. “Un 70% a 80% de cobertura de coral se ha perdido en una década en todo Puerto Rico. S no cambiamos, esos corales van a seguir muriendo”, dijo. Las aguas cristalinas y cálidas con una variación mínima de temperatura (no mayor de 83 ó 84 grados F) de la isla Caja de Muertos son idóneas para el renacer del los arrecifes. “Los corales como tienen unas algas microscópicas, con ello, necesitan de aguas transparentes”, precisó Hernández. Y como todos nuestros recursos están conectados, el mal manejo de la tierra incide en el mar. Hernández dijo que las prácticas inadecuadas en la construcción sin controles de erosión y de sedimentación afectan el mar y los corales. “Si pudiéramos hacer una radiografía de la costa de Puerto Rico podríamos concluir que más de tres cuartas partes están sujetas a aguas turbias por el mal uso del terreno”, dijo Hernández. Los corales son extremadamente susceptibles a los cambios. El calentamiento global, la acidificación del mar (cambio de PH), las descargas de aguas usadas, con sedimento o aguas turbias, y las enfermedades de coral contribuyen a su blanqueamiento y la pérdida de la alga que posee. Alga y coral mantienen una relación simbiótica o pasional. El coral usa el carbono, el oxígeno y los derivados del proceso de fotosíntesis que lleva a cabo la alga. Mientras ésta usa todos los desechos del coral ya que funciona como una especie de planta de reciclaje. Esta cadena de vida que no es ajena al ser humano. Muchos peces que luego llegan a la mesa de muchos boricuas, habitan y se pasean entre el coral. Más aún, explicó Hernández, los compuestos químicos naturales de los corales blandos son usados para hacer medicamentos. Entonces, ¿vale o no la pena mantenerlos y conservalos en buen estado?